Gran consternación entre los fieles de todo el país ante las últimas revelaciones
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El ambiente en la parroquia de San Francisco de Asís, en San Antonio (Texas), el día en que se celebraba la Asunción de María, no era, justamente, un ambiente festivo. Flotaba, sobre los fieles, el fantasma oscuro del informe del fiscal general de Pensilvania (Josh Shapiro) sobre las investigaciones de siete décadas en las que se encontraron 301 sacerdotes abusadores.
También, el escándalo del que fuera cardenal y arzobispo de Washington, Theodore McCarrick, y las sospechas de que podrían destaparse más cloacas para dejar al desnudo a los sacerdotes pederastas y a los obispos encubridores de sus crímenes. Los papeles del Gran Jurado de Pensilvania han sido calificados como más peligrosos para la estabilidad de la Iglesia que el escándalo de Boston en 2002.
Por ello, la movilización de la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) ha sido expedita y el presidente, el cardenal de Houston-Galveston, Daniel N. DiNardo anunció ayer tres objetivos clave, dentro de un plan integral con el que se pretende paliar lo que el propio DiNardo llamó –con bastante tino—la “catástrofe moral” en la que las revelaciones de Pensilvania han metido a la Iglesia estadounidense.
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El plan propuesto por DiNardo –mismo que será presentado durante la asamblea de otoño de la USCCB que se habrá de celebrar en la ciudad de Baltimore—tendrá “participación sustancial de los laicos” en materia de aplicación de la ley, psicología y otras disciplinas esenciales para este proceso, aunque, en el fondo, se trata de enfrentar la raíz de esta catástrofe: “el fracaso del liderazgo episcopal”.
En cuanto a los tres objetivos detallados en una carta a los católicos estadounidense por el cardenal DiNardo, mismos que fueron establecidos por el Comité Ejecutivo de la USCCB son establecer una “investigación completa” de “las preguntas que rodean” el caso del arzobispo Theodore E. McCarrick; abrir canales nuevos y confidenciales para denunciar quejas contra obispos, y un panel de abogados para una resolución más efectiva de quejas futuras.
Los tres objetivos “se perseguirán según tres criterios: independencia propia, autoridad suficiente y liderazgo sustancial de los laicos”, dijo el cardenal de Houston-Galveston. En la carta insiste en que la Iglesia católica de Estados Unidos se enfrenta a una crisis que requiere no solo la conversión espiritual, “sino también cambios prácticos para evitar repetir los pecados y fracasos del pasado que son tan evidentes en el informe reciente”.
“La meta principal en todo este trabajo –expuso en la carta el presidente de la USCCB– es “una mayor protección contra los depredadores en la Iglesia y cualquiera que los oculte, protecciones que mantendrán a los obispos bajo los más altos estándares de transparencia y
responsabilidad”. Acto
seguido, DiNardo se disculpó ante los católicos estadounidenses y pidió su perdón “por lo que mis hermanos obispos y yo hemos hecho y no hemos podido hacer”.
Y finalizó su carta diciendo que cualesquiera que sean los detalles sobre el arzobispo McCarrick o los abusos en Pensilvania (o en cualquier otro lugar), “ya sabemos que una de las causas es el fracaso del liderazgo episcopal. El resultado fue que decenas de queridos hijos de Dios fueron abandonados para enfrentar solos un abuso de poder. Esta es una catástrofe moral”.
La pregunta que medio mundo se hace en Estados Unidos es: ¿podrá recuperarse la confianza de los fieles en su Iglesia? Y si es así: ¿cuánto tiempo va a tomar? El cardenal DiNardo ha dicho que estos tres objetivos y el plan integral son “solo el comienzo”. Sin embargo, a todas luces, se trata de un comienzo muy cuesta arriba. Alguien del episcopado estadounidense ya ha sugerido al Papa Francisco que haga lo mismo que hizo con los obispos chilenos…
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