El buen humor, valorar las cosas pequeñas, el sentido positivo… los preparan mejor para la vida adulta.
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El entusiasmo es la gasolina interior que nos impulsa a llevar a cabo proyectos, sueños y trabajos.
¿Sabías que la palabra entusiasmo procede del griego y significa “Dios dentro”? Hay muchos tipos de gasolina interior, pero lógicamente para los creyentes el hecho de contar con Dios como motor ayuda a que todo vaya adelante. El creyente no solo cree que Dios ayuda sino que cree que las cosas nacen de una estrecha colaboración entre él y Dios.
El entusiasmo hace vivir con alegría, con una sonrisa. Hace crecer la autoestima y entrar con mejor pie en la vida adulta. Y uno puede ser entusiasta haciendo cosas muy pequeñas, como regar las plantas cuando les corresponde, dar de comer a los pececitos de una pecera a diario o dejar la cocina recogida después de la comida.
Hay quien se cree muy “realista” porque le pone cara seria a todo. Son personas que creen que la inteligencia no es compatible con el buen humor. En las reuniones de trabajo no soportan un comentario chistoso y en la ropa creen que vestir de colores es “poco profesional”.
El entusiasmo no es algo propio de personas con carácter variable ni flojas. Es un propulsor y por eso es positivo para todos. Con entusiasmo, uno se recupera antes de una enfermedad. Y con entusiasmo también, rinde mejor en la escuela y el trabajo.
A los hijos les ayuda enormemente ver el entusiasmo encarnado en sus padres:
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