El uso de teléfonos, especialmente en el aula, está dificultando que los padres tomen decisiones sobre el uso de la tecnología
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Aunque cada vez hay más pruebas que sugieren que los niños y los dispositivos móviles son una combinación tóxica, muchos padres se enfrentan a retos difíciles desde su postura de limitar el uso de smartphones y ordenadores para sus hijos. Los niños siguen teniendo acceso a los dispositivos móviles a edades más tempranas, a pesar de que cada vez está más claro que esto plantea numerosos riesgos con respecto a su desarrollo saludable físico, psicológico, social y espiritual.
Debido a esto, está surgiendo un contra movimiento centrado en no dar dispositivos móviles a los preadolescentes y adolescentes hasta que se gradúen de la escuela secundaria. Sin embargo, a medida que padres y madres se esfuerzan por frenar la oleada de presión de los compañeros de sus hijos en la toma de estas decisiones “radicales”, está quedando claro que la reticencia de los propios hijos no es el único factor disuasorio para esta opción saludable.
Recientemente, estuve hablando con una amiga cuya hija es una de las pocas adolescentes sin teléfono móvil o tableta preparándose para comenzar la escuela secundaria. Al igual que en varias conversaciones anteriores, lamentaba el hecho de que, aunque consideraba que posponer el móvil era la mejor opción, una serie de factores, orquestados por adultos en diversas posiciones, hacían que esta decisión fuera muy difícil.
Sin seguir ningún orden en particular, aquí están los 10 adultos que están dificultando que otros padres restrinjan el acceso de los niños a los dispositivos:
Los padres que se deshicieron de su teléfono fijo
Los niños sin móvil que asisten a fiestas o reuniones en casa de sus amigos pueden sentirse incómodos si esa casa no tiene un teléfono fijo, que no almacena información personal y no tiene textos privados apareciendo en la pantalla en cualquier momento. ¿Cómo llaman a casa para que los recojan o para avisar de que todo va bien? Pueden pedir a sus amigos que les presten sus móviles, pero esa no es una opción deseable. Pueden pedir a los padres anfitriones que les presten su dispositivo móvil, una opción aún menos popular, porque los niños temen infringir accidentalmente el sentido de la privacidad de un adulto.
Los entrenadores
Hubo un tiempo (no hace mucho) en el que los entrenadores determinaban una hora fija y consistente para los entrenamientos y los partidos (lo mismo puede decirse de otros pasatiempos además del deporte). Los padres entendían que, salvo en circunstancias atenuantes, las prácticas comenzarían y terminarían según lo programado. Pero ahora, cuando muchos adultos adoptan la mentalidad de hacer las cosas “sobre la marcha”, los padres se quedan con la sensación de que ellos y sus hijos tienen que estar “disponibles” en caso de un cambio de última hora en los planes.
Los abuelos
Los dispositivos electrónicos son el regalo navideño de preferencia para los niños, pero a menudo son los abuelos, las abuelas, las tías, los tíos y otros miembros de la familia quienes los compran, con frecuencia sin pedir permiso a los padres primero. A lo largo de los años, muchos padres me han dicho que, más incluso que los amigos de sus hijos, son los abuelos los que están haciendo más difícil mantener buenas decisiones tecnológicas.
Administradores escolares
Cada vez más, los maestros están asignando tareas en línea y muchos incluso requieren que los estudiantes descarguen aplicaciones de mensajería como Remind para tareas, recordatorios y para comunicarse. Esto pone en un aprieto a los padres que están presionando en contra de la tecnología a tan temprana edad o que quieren confiscarle el móvil a un hijo como parte de un castigo. “¡Pero, mamá! ¡Necesito mi teléfono para terminar mi tarea de inglés!”.
Esto a menudo crea conflictos entre los padres que tratan de tomar las decisiones correctas y los adolescentes que indican que ellos también pretenden lo mismo, incluso si el estar con los ordenadores (para hacer la tarea) conlleva mayores distracciones y actividades ilícitas.
Profesores de secundaria
Incluso más allá del uso excesivo de pantallas para “propósitos educativos”, los maestros —incluso ya en secundaria— están pidiendo a los niños que saquen sus teléfonos en clase y los usen para el trabajo en clase y las tareas. ¿Y si tu hija es un bicho raro que no tiene teléfono? Es posible que no solo se sienta avergonzada frente a sus compañeros, sino también frente a su profesor (aunque no se diga nada).
Profesores de instituto
Pedir a los estudiantes que usen sus dispositivos móviles personales ya es bastante malo. Pero cuando los profesores envían mensajes de texto de manera rutinaria a estudiantes menores de edad en varios momentos a lo largo de la tarde y la noche, los borrosos límites entre adultez y juventud, entre trabajo y juego (o descanso), de repente suponen un problema real.
En los últimos años, padres y estudiantes exasperados han venido a mí señalando el dilema obvio que esto plantea, incluyendo la desorganización y el mal modelado de los límites que se están mostrando.
Hermanos y familiares
No hay nada malo con el videojuego ocasional para pasar el tiempo. Pero cuando los familiares entregan sus dispositivos móviles en cualquier momento a nuestros hijos, y durante largos períodos de tiempo, sin quererlo apoyan los mismos hábitos que estamos tratando de romper (o evitar por completo).
Lo que puede comenzar como una práctica benigna termina fácilmente en un abuso por parte de los niños que simplemente quieren obtener su chute electrónico de cualquier modo posible y perciben que los miembros de la familia extendida proporcionan el acceso más fácil.
Empresarios
A medida que los preadolescentes y adolescentes pasan de hablar por teléfono a enviar mensajes de texto y finalmente a utilizar diversas apps (por ejemplo, Snapchat, Instagram) para la mayoría de las comunicaciones, los adultos, poco a poco, están haciendo lo mismo.
Recientemente, un amigo me señaló que en el mundo de las ventas, la práctica de mantener conversaciones y enviar correos electrónicos está dando paso rápidamente a los mensajes de texto y otras formas inmediatas y flexibles de comunicación.
Aunque puede ser simplemente una tendencia actual, por la cual otros métodos de comunicación se descuidan sin más, lo cierto es que obliga a los padres a sentir que sus jóvenes deben tener todas las opciones de comunicación a mano, incluso si ello plantea riesgos obvios.
¡Nosotros!
“Todos los amigos de mi hijo tienen móvil… no darle permiso a mi hijo solamente va a aislarlo socialmente”.
“Al menos si mi hija tiene teléfono, puedo localizarla en cualquier momento y saber dónde está”.
“Todo el mundo tiene móvil hoy en día… así es como funciona el mundo. ¿Cómo voy a luchar contra eso?”.
Muchos adultos, incluyendo otros padres y madres, simplemente aceptan las tendencias actuales sobre el uso de la tecnología incluso cuando desafían lo que realmente es mejor para sus hijos. Todos estos sentimientos, aunque válidos en cierto modo, hacen más difícil que otros padres tomen buenas decisiones.
La “presión de los padres” es un verdadero lujo y como muchos padres renuncian a no permitir el uso inmersivo de tecnología en sus hogares, solo están haciendo más difícil para todos los padres tomar decisiones basadas en la ciencia y los valores.
En última instancia, si nosotros como cultura vamos a enseñar de verdad a nuestros hijos a usar la tecnología con sabiduría, debemos comenzar de arriba hacia abajo, dando ejemplo. La consistencia en lo que decimos y hacemos es la clave para tomar buenas decisiones y establecer prácticas saludables. De lo contrario, podríamos desautorizar involuntariamente a los padres que se esfuerzan por fomentar un desarrollo saludable.
Nos guste o no, realmente se necesita una aldea para criar a un niño, aunque está visto que esa misma aldea puede dificultarlo mucho también.