La película acaba de cumplir 79 años
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Estados Unidos sufría en 1939. Todavía padecía las fatigas de la Gran Depresión y miraba con inquietud la amenaza de la guerra al otro lado del Atlántico (la invasión nazi de Polonia sería dentro de una semana), así que los estadounidenses se evadían con las películas en busca de algo de alivio.
Y así les llegó una explosión de fantasía, música y Technicolor. El 25 de agosto de 1939 —hace 79 años—, la productora y distribuidora Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) desvelaba El mago de Oz.
La película, libremente basada en el libro de L. Frank Baum, El maravilloso mago de Oz, sigue las aventuras de Dorothy Gale (Judy Garland, por supuesto) después de que ella, su perro y su granja son arrancados de Kansas y arrojados en la tierra mágica de Oz.
Allí, ella y sus eclécticos compañeros (el Espantapájaros, el Hombre de hojalata y el León cobarde) deben enfrentarse a todo tipo de situaciones peligrosas, desde los monos voladores hasta las amapolas que inducen al sueño y la propia Malvada Bruja del Oeste. E incluso después de que la bruja sea derrotada, Dorothy todavía debe superar la adversidad para finalmente encontrar su camino de regreso a casa.
La película enseña muchas lecciones a lo largo de su Camino de Baldosas Amarillas. Sus personajes necesitan cerebro, corazón y coraje ante muchas adversidades y, a los ojos de algunos, la película ofrece incluso algunas lecciones cristianas en sus pliegues (aunque el mismo Baum era teósofo).
Ray Bolger, que interpretó al Espantapájaros, insinúa ese recubrimiento espiritual de la historia en un ensayo que escribió para Guideposts:
Mi [libro infantil] favorito era El maravilloso mago de Oz de L. Frank Baum. “Este libro tiene una filosofía maravillosa, Raymond”, decía mi madre. “Cuenta que todos necesitamos sabiduría, amor, valentía y un hogar.
El problema es”, añadió suavemente, “que Dios nos ha dado a todos y cada uno de nosotros esos dones, pero no lo creemos. Así que vagamos por el mundo buscándolos cuando siempre los hemos tenido en nuestro interior. Recuerda que la Biblia dice: ‘El Reino de Dios está dentro de ustedes’ [Lucas 17,21]. Lleva esas palabras siempre contigo, Raymond”.
Sin embargo, aunque la película es una historia clásica de aventuras y peligros con un final feliz, la realización de la película no fue menos aventurera y peligrosa. Sus creadores necesitaron enfrentarse a un montón de desafíos no menos aterradores que un ejército de monos voladores. Presta atención:
¿Hollywood y Oz no combinan bien?
Alentados por el éxito de Blancanieves de Walt Disney, MGM compró los derechos de la historia de L. Frank Baum por 75.000 dólares, más de lo que el estudio pagó por los derechos de Lo que el viento se llevó (su otra gran producción de aquel año). Descontando Blancanieves, era sabido que las películas de fantasía eran una inversión arriesgada y el reino de Oz ya había tenido su porción de fracaso en la pantalla.
En 1925, una versión muda de la historia (¡que incluía al Hombre de hojalata como villano!) fue un fracaso comercial y de crítica y su estudio, Chadwick Pictures, de hecho estuvo en bancarrota mientras la película estuvo en cartelera. Incluso una versión anterior, de 1908, The Fairylogue and Radio-Plays, y que incluía al mismo Baum, fue un fiasco financiero. MGM tendría que superar su historia para obtener beneficios.
Producción accidentada
Casi siempre se puede saber si una película va a ser mala mirando el número de personas involucradas. Múltiples guionistas sugieren problemas con el guion. Múltiples directores sugieren problemas con la producción. Bueno, ahora piensa en esto: se necesitaron 10 guionistas para conseguir sacar adelante un guion factible para MGM, más cinco directores diferentes. (En orden, la película fue dirigida por: Norman Taurog, Richard Thorpe, George Cukor, Victor Fleming ─quien finalmente obtuvo el crédito exclusivo en la pantalla─ y King Vidor).
Rodar en color era muy pesado (también literalmente)
Hacer una película en color en los años 1930 no era tarea fácil. El proceso Technicolor involucraba tres tiras distintas de película (hechas con filtros de diferentes colores), que luego tenían que combinarse para crear los colores brillantes y ricos que veíamos en la pantalla. Se necesitaban dos operadores expertos para manejar las voluminosas y complicadas cámaras, y el coste era prohibitivo.
MGM ya estaba invirtiendo una cantidad demencial de dinero en la producción —la película costó 2’8 millones de dólares, cuando la película promedio de MGM costaba la mitad de eso— así que todo tenía que estar perfecto. El departamento de arte tardó una semana en encontrar el tono de amarillo adecuado para el Camino de Baldosas Amarillas.
Ah, ¿y aquellas cámaras Technicolor? También requerían una cantidad increíble de iluminación brillante, lo que significaba que la temperatura en los platós de la película a menudo se elevaba muy por encima de los 37 grados. No muy cómodo cuando se lleva puesto, digamos, un traje hecho de piel de león…
Vestidos para matar (casi)
Sí, habéis leído bien, el traje que llevaba Bert Lahr, también conocido como el León cobarde, estaba hecho de leones reales. La sudorosa vestimenta pesaba en torno a los 30 ó 40 kilos, dependiendo de quién cuente la historia y, por supuesto, olía fatal.
Sin embargo, aunque Lahr estaba incómodo en su traje, al menos no le ponía en un peligro real. No podía decirse lo mismo de algunos de los demás atuendos. Buddy Ebsen, el Hombre de hojalata de la película original, sufrió insuficiencia pulmonar debido al polvo de aluminio que cubría su rostro. Estuvo hospitalizado durante dos semanas y Jake Haley tuvo que reemplazarlo. (El estudio reformuló el maquillaje para Haley, pero aun así el nuevo Hombre de hojalata se perdió cuatro días de rodaje por una infección de ojos causada por el maquillaje).
Por otro lado, el maquillaje verde que aplicaron a Margaret Hamilton, la Malvada Bruja del Oeste, también causó sus particulares problemas. La base de cobre con la que estaba elaborado el maquillaje era potencialmente tóxica, en las mejores circunstancias (semanas después de la finalización del rodaje, su piel seguía teñida de verde), y también era, por desgracia, inflamable: salió ardiendo cuando el personaje de Hamilton se desvanecía en una ráfaga de humo en Munchkinland (Pequeñilandia, en la versión española). Sufrió graves quemaduras y, para mayor dolor de la actriz, tuvieron que quitarle el maquillaje con alcohol.
Sin embargo, a algunos actores les gustaba su atuendo… El “caballo de un color diferente” de Ciudad Esmeralda —varios caballos, en realidad— consiguió su colorida tonalidad con una pasta hecha de gelatina.
La película fracasó
¿Recuerdas que MGM estaba asumiendo un gran riesgo financiero con El mago de Oz, dado que el reino de Oz no había tratado bien a los cineastas? Bueno, pues esta película tampoco fue mejor. Recaudó tan solo 3 millones de dólares, no lo suficiente para cubrir su inversión de 2’7 millones más los costes asociados de publicidad y distribución. MGM afrontó una pérdida de 1’1 millones de dólares con su extravagancia Technicolor.
Y podríamos seguir, por supuesto. Muchas historias sugieren que El mago de Oz hizo a mucha gente bastante desdichada. Pero a pesar de todos los problemas de la película y su decepcionante retorno financiero, la película no podía mantenerse siempre abajo. A los que vieron la película les encantó y obtuvo una gran cantidad de nominaciones a los Óscar, incluyendo una a la Mejor Película. (Ganó dos, por Mejor Banda Sonora Original y Mejor Canción —Over The Rainbow, que por poco fue eliminada del filme—).
La película por fin conseguió beneficios, aunque 20 años después de su estreno original. Sin embargo, realmente maduró su fama con el advenimiento de la televisión, convirtiéndose en una verdadera tradición familiar durante décadas. Fue una de las primeras 25 películas incluidas en el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso de EE.UU.
Y también hay algunas lecciones para nosotros.
Jesús nos dice que tendremos problemas en nuestras vidas. Las pruebas y las tribulaciones acechan en cada esquina. No, no tenemos que preocuparnos por monos voladores, tal vez, o por maquillaje inflamable. Pero todos nosotros podemos recitar una letanía de problemas que nos preocupan en este momento. Y tal vez a veces nos preguntamos si hay esperanza a fin de cuentas… y si Dios está escuchando realmente.
Pero la Biblia también nos dice que todas las cosas suceden para bien para aquellos que aman a Dios y que Él sigue un plan de largo recorrido. Puede que no veamos ese plan de Dios. Puede que no lo sintamos en el momento. Puede que ni siquiera seamos testigos de los frutos en nuestras vidas. Y sin embargo, Dios está en control. Él tiene un plan. Y un día nos lo contará todo cuando nos lleve al hogar.
Y si hay algo que El mago de Oz nos enseña, es que no hay nada como el hogar.