La delicadeza es una virtud que favorece la vida en familia y aporta serenidad
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Algo en el fondo del corazón nos hace añorar la delicadeza cuando la vemos plasmada en uan imagen:
- Nos gusta ver imágenes de un recién nacido arrullado por sus papás, o las caricias que un pequeño hace a su mascota.
- Disfrutamos con el programa de un cocinero que ama cada ingrediente y nos va explicando qué hace con ellos.
- Nos deleitamos con un buen concierto en el que notas que el director de orquesta y los músicos se entregan.
La delicadeza no tiene por qué identificarse con la más repipi de las niñas que aparecían en la serie “La casa de la pradera”, la insoportable Nellie Oleson, ¿recuerdan? Ser delicado no es poner un tono de voz más agudo y estridente ni hacer ascos a todos los platos que van saliendo en la mesa y seleccionar “esto sí, esto no”.
Ser delicado comienza por tener una disposición buena ante las cosas y las personas. Y esa disposición se demuestra por fuera y por dentro.
Por dentro, con una actitud proactiva de escuchar, de estar atentos a lo que hacen o dicen los demás.
Por fuera, preparando el cuerpo bien para lo que ha de venir: me preparo cuando me lavo para estar limpio, cuando me maquillo, cuando me dispongo a tratar con cuidado los objetos que voy a trasladar de un sitio a otro.
¿Has tenido alguna vez la responsabilidad de trasladar un pastel? O, mucho más importante, ¿has movido alguna vez a un enfermo? Con qué cuidado estamos pendientes de cada movimiento para no hacer daño.
La delicadeza es una forma magistral de vencer el egoísmo, porque una persona delicada nunca hace pasar el yo por encima de los demás. Tiende a ser servicial, a darse a las personas de su entorno y a buscar el mejor modo de servir.
Delicado es acordarse del cumpleaños y del santo de tus seres queridos (e incluso de aquel colega de trabajo que no se hace querer).
Delicado es autocontrolar el vocabulario para no herir a nadie. Los papás y mayores cuidan sus palabras ante los niños de la familia para darles ejemplo.
Delicado es prever qué puede ocurrir en una reunión familiar y facilitar el encuentro sin que haya encuentros desagradables (saber dónde situaré a los cuñados que se han separado o a los primos que llevan tiempo sin hablarse).
Delicado es tender un cable cuando vemos que en un equipo algo no marcha del todo bien: ofrécete a ayudar y de paso facilitar la convivencia.
Delicadeza, en el plano físico, es tocar con suavidad, agarrar con cuidado y moverse prudentemente.
¿Solo deben aprender las niñas a ser delicadas?
Es evidente que no. La delicadeza es algo propio de la naturaleza humana, sin hablar únicamente de hombres o mujeres. Porque todos tenemos esa aspiración a la felicidad en el interior y valoramos aquello que está relacionado con la delicadeza.
A veces, ¡es tan sencillo hacer feliz a otra persona! Le preparamos un dibujo, le dejamos una nota cariñosa en el frigorífico, le mandamos un mensaje para que sepa que la llevamos en el pensamiento. Una línea de whatsapp puede ir tan cargada de amor como un ramo de rosas.
¿Cómo puedo enseñar a un niño en casa a ser delicado?
- Cuando tienes un bebé en brazos y se lo das a su hermanito para que lo sostenga, al tiempo que le transmites la confianza de que crees que lo va a llevar muy bien y le dirá cosas bonitas.
- Cuando haces que los niños aprecien el valor de los besos y abrazos dados con cariño.
- Cuando le muestras el modo de tratar las cosas de casa: la vajilla, las puertas y ventanas, las paredes…
- Cuando transmites que lo primero de la casa son las personas (y, entre ellas, primero los mayores y enfermos).
- Cuando en la escuela comparte su material con los compañeros y lo deja siempre a punto de préstamos.
- Cuando valoras más “perder” una pelea entre hermanos y dejar que gane el que menos opciones tenía.
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