Los conflictos son una oportunidad, no un fracaso de la relación
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Nos hablaron mucho del “periodo de enamoramiento” después de casarnos, en el que todo es como una luna de miel.
Hubo muchas advertencias funestas y negaciones con la cabeza, cuyo mensaje esencial era: “Quizás os gustéis mucho al principio, cuando sus ronquidos no te molestan o su hábito de dejar las bolsitas de té en la taza todavía te parece mono, pero espera y ya verás”.
Es cierto que muchos recién casados tienen una ceguera maravillosa en relación a los defectos y ciertas características de la pareja pero, en definitiva, el mensaje que venía de todas esas bienintencionadas advertencias era: “Os querréis menos cuando empecéis a pelear”.
Me ha llevado unos años desaprender ese mensaje. Ahora creo la verdad es todo lo contrario.
Las discusiones, el conflicto, la confusión y la frustración que siempre aparecen en una relación son el lugar donde el amor tiene la mejor oportunidad para prosperar.
El conflicto no es divertido, pero no necesariamente hace mella en el amor. Si se lo permites, hace que vuestro amor crezca como con ninguna otra cosa.
No hablo de crueldad, violencia, rabia, odio, manipulación… Esas cosas nunca están bien, jamás, y nada puede justificar esos comportamientos, especialmente hacia la persona a la que has jurado amar.
Sin embargo, el conflicto en sí no es bueno o malo, es neutral. Sentir frustración con tu cónyuge no es un problema moral. Sinceramente, yo solía pensar que sí lo era y sospecho que a muchos de nosotros nos enseñan esto.
Básicamente, escuchamos cosas como: “Cuando estás en desacuerdo con tu cónyuge, eso es señal de que algo falla en vuestra relación”.
Pero normalmente, el conflicto no viene de una falta de amor, sino de una falta de comprensión. No importa cuánto ames a una persona, amar no es lo mismo que comprender.
El amor no garantiza ni remotamente que entenderás lo que pasa por la mente de tu ser amado, lo que está pasando, lo que está tratando de decir. Esas cosas buenas tienes que entenderlas con voluntad y
empeño.
Cuando mi esposo y yo empezamos a ponernos tensos el uno con el otro, mi respuesta habitual es hacer todo lo posible para que esa sensación desaparezca, incluyendo:
1. Ignorar el problema
2. Distraernos hasta que olvidemos por qué estábamos tensos
3. Ceder a todo lo que dice, solo para que ambos podamos sentirnos mejor
Y por supuesto:
4. Todo lo anterior
Saludable, ¿verdad?
Desde que empecé a entender que el conflicto es una oportunidad y no un fracaso en la relación, es menos probable que haga algo de lo que hay en esa lista.
Es más probable que me diga a mí misma: “Moza, esto no va a ser divertido, pero hay que hacer avanzar
esta conversación porque quiero que aprendamos a entendernos mejor”.
Las personas son complicadas y no importa lo bien que conozcas a alguien, probablemente solo has arañado la superficie.
Entender toda la personalidad de tu pareja, su modo de comunicarse, su proceso de pensamiento, sus miedos, sus metas, sus inseguridades, sus fortalezas… es como aprender un idioma extranjero. Requiere tiempo, esfuerzo y, en última instancia, una exposición total.
Es en tiempos de conflicto cuando conseguimos la mayor exposición de la persona con la que nos hemos casado.
Después de todo, cuando estás contento, no tienes mucha motivación para sacar a relucir tus inseguridades. Cuando estás relajado, no te preocupa que la persona que amas no te entienda.
Siendo como soy, alguien que generalmente huye al primer indicio de conflicto, ha sido realmente bueno para mí entender que el conflicto puede ser una oportunidad para un amor mayor, para un matrimonio
más fuerte.
Ahora, cuando siento que la tensión aumenta, sé que no hay de qué avergonzarse y que si quiero conocer mejor a mi marido, así es como va a suceder. Es un buen pensamiento y me da el valor que
necesito para tirarme de cabeza y profundizar.