Tocaban en el subterráneo y esta exitosa iniciativa los sacó de la calle para ofrecer espacio cultural a su talento
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Tan abierto que tocaban en las calles para lograr el sustento diario. Cada uno llegó con sus historias en el morral. Todos jóvenes pertenecientes al Sistema Nacional de Orquestas, el proyecto masivo de mayor repercusión internacional, gestado en Venezuela para hacer del país una fábrica de músicos de excelencia. Su propósito fue la formación de una ciudadanía de primera a través de la práctica colectiva e individual de la música. Muchos pudimos constatar cómo aquellos niños, rescatados de los sectores más vulnerables, eran una verdadera revolución cultural y nos sentíamos afortunados de que ocurriera en nuestro país.
Hoy, muchos de ellos son desterrados. El diario La Nación –Buenos Aires- cuenta sus vivencias. Omar Zambrano (36), quien dejó su carrera de pianista para ejercer como realizador audiovisual, relata lo difícil que fue para él su primer año en Argentina hasta que escuchó un corno francés en el metro: “Ese día cambió mi vida. Encontré a Eduard Cortez (19), perteneciente al Sistema, que se ganaba la vida con la caridad de los pasajeros. Me estremeció ver cómo aquel proyecto tan importante en nuestras vidas terminara bajo la indiferencia de transeúntes que pasaban frente a un gran talento. Entonces pensé que había que hacer algo”.
Junto a Boris Jerbic, un amigo argentino, fundaron hace un año la Latin Vox Machine, de la cual son productores, y cuyo director titular es el maestro surcoreano Jooyong Ahn, un proyecto de integración artística está dirigido a ofrecer espacio a músicos inmigrantes venezolanos que buscan trabajar profesionalmente en la Argentina. El resultado es que están sacando a los músicos de las calles ofreciéndoles una vida digna acorde al gran talento que han traído desde Venezuela.
“Llegan por día unos cuatrocientos venezolanos, en su mayoría jóvenes, luego de emprender con escasos dólares una larga travesía –reseña la prensa argentina-. Durante los dos primeros meses de 2018 ingresaron al país 21.444 ciudadanos de ese país, a un promedio de de 363 por día. Según la Dirección Nacional de Migraciones, de 2016 a 2017 las radicaciones aumentaron un 142 por ciento, de 12.859 a 31.167. La mayoría posee formación profesional”.
Latin Vox Machine cuenta hoy con 80 músicos venezolanos residentes en Buenos Aires. Las historias de su trayecto, accidentado y riesgoso, son increíbles. Adrián González (19) violinista, fue chequeado en 12 de los 18 puntos de control fronterizos y viajó dos días en la camioneta de uno de los tantos traficantes de nafta – a ser vendida en Pacaraima (Brasil)- con el peligro de que esos vehículos explotan con frecuencia.
Verónica Rodríguez Prieto (22) quien partió cargando una valija grande y el estuche de su violoncello. En el último control una guardia la obligó a desvestirse y por poco no le quitaron los pocos dólares que llevaba. El violinista y director Moisés Pirela (28) no corrió con la misma suerte: le robaron el poco dinero que tenía, además de su violín.
Cuenta el cronista que a los protagonistas de esta historia los une un rasgo común: hablan como adultos, aun siendo demasiado jóvenes. También los hermana el haber recibido una formación particular en “El sistema”, es decir el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Es una iniciativa creada en 1974 por el ex ministro de cultura, músico y maestro José Antonio Abreu, hoy en diáspora por la catástrofe política, económica y social venezolana.
El Sistema ganó fama en el mundo entero por su disciplina y calidad. Sir Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín y Plácido Domingo son sólo dos de las figuras que han elogiado a las orquestas infantiles y juveniles de Venezuela. Pensaban que era “ el milagro venezolano”. Un milagro que se repite en Argentina.-
Cada vez que ensayan o tocan suelen sentirse por un rato en Venezuela, en el “núcleo” al que asistían. Pero en su patria de origen, el Sistema lentamente se desintegra por el exilio permanente de maestros y músicos.
Como es usual, el pago a los músicos no es sustancioso, pero alquilan habitaciones entre varios y se muestran agradecidos de estar en un lugar en el que “hay trabajo, comida todos los días y hasta papel higiénico” y desde el que pueden enviar dinero a Venezuela para sus padres. “Tres días de tocar unas pocas horas en el subterráneo representa más dinero que el salario de mi madre allá”, dice una de ellos. El mismo reconocimiento, dicen, “nos invita a ser igualmente agradecidos con quienes amplían nuestras fronteras culturales”.