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¿Estás obstaculizando a tu hijo al ser un “padre cortacésped”?

SCHOOL LUNCH
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Calah Alexander - publicado el 07/09/18
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Dejad paso, padres helicóptero, han llegado los padres cortacésped…

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Ayer, mi hija de 12 años olvidó su almuerzo en casa. ¿Puedes traerle el almuerzo a Sienna?, me preguntó mi madre en un mensaje de texto durante el recreo. Ella trabaja en la escuela a la que asiste Sienna, así que estoy segura de que Sienna la pilló entre clase y clase y le pidió que me enviara un mensaje de texto para pedirme el almuerzo.

Admito que mi reacción no fue tan amable como podría haber sido. En realidad, suspiré profundamente y puse los ojos en blanco, porque Sienna me dijo esa misma mañana que hoy les preparaban la comida en el comedor escolar.

Rápidamente verifiqué lo que me dijo en la plataforma online de la escuela y descubrí que no, que no le tocaba comer hoy en el colegio. “¡Asegúrate de guardar un almuerzo antes de irte!”, le dije mientras yo perseguía al niño de dos años y luchaba con él para que se pusiera la ropa.

Quería negarme a llevarle el almuerzo, pero no lo hice. Sabía que tenía un partido de voleibol después de la escuela y que no tendría tiempo de volver a casa y comer antes.

Pero le devolví el mensaje a mi madre y le dije: Claro, le llevaré el almuerzo. Pero, ¿puedes asegurarte de que sepa que esta es la única vez que le hago este favor? Ella sabía que tenía que meter un almuerzo en la mochila y no lo hizo. De ahora en adelante, si olvida su almuerzo, tendrá que irse sin él.

Creo que mi madre se molestó un poco, porque me preguntó si me venía muy mal acercarme a la escuela. No, la escuela está literalmente a la vuelta de la esquina de la casa.

Pero esa no es la cuestión. La cuestión no es si me viene bien o no. La cuestión es que Sienna tiene que aprender que si no lleva su propio almuerzo, no comerá. De lo contrario, inevitablemente terminaré llevándole una neverita con el almuerzo todos los días hasta la universidad y a no estoy dispuesta a llevar esa vida.

Sé muy bien lo que ese tipo de educación le hace a los niños. Ni siquiera es el modelo del helicóptero; hay un nuevo término para ello, según la web We Are Teachers: los padres cortacésped:

Los padres cortacésped hacen todo lo que sea necesario para evitar que su hijo o hija tenga que enfrentarse a la adversidad, los problemas o el fracaso. En lugar de preparar a los niños para los desafíos, ellos les podan los obstáculos para que los niños no los experimenten en primer lugar…

Pero al criar niños que han experimentado un esfuerzo mínimo ante los problemas, no estamos creando una generación de niños más felices. Estamos creando una generación que no tiene ni idea de qué hacer cuando se enfrentan a una dificultad en realidad. Una generación que entra en pánico o se bloquea ante la mera idea del fracaso. Una generación para la cual el fracaso es demasiado doloroso, a la que solo le quedan mecanismos para sobrellevar estas situaciones, como la adicción, la culpa y la internalización. La lista continúa.

overprotective parenting

Sangoiri – Shutterstock

Habiendo pasado tanto tiempo con muchachos y muchachas universitarios, puedo deciros que esto es cien por cien cierto. He escuchado historias de profesores que contestan llamadas telefónicas de padres indignados que intentan cuestionar la validez de una calificación que su hijo obtuvo en una clase.

He oído historias de padres que escriben trabajos para sus hijos y que se quedan perplejos cuando se acusa a sus hijos de plagio. Y he leído los interminables y desagradables comentarios que dejan sobre los profesores en los sitios anónimos de “calificación” de profesores.

Peor aún, he visto a universitarios desmoronarse ante el fracaso. Chicos y chicas buenos, que se esfuerzan mucho pero que solo necesitan afinar sus habilidades de estudio. O elegir una nueva especialidad. O incluso sencillamente intentarlo de nuevo.

Pero no lo intentan de nuevo. Se rinden, se van a casa y consiguen un trabajo de camareros porque no saben qué más hacer. Creen que no pueden superar el fracaso porque nunca han aprendido a hacerlo.

No quiero criar a unos hijos que no sepan cómo volver a levantarse después de que la vida los tumbe. Pero para enseñar a los niños a aceptar las consecuencias y superar sus errores no se empieza con grandes gestos o discursos inspiradores.

Se empieza con las pequeñas cosas. Se empieza con dejarles sentir las consecuencias de primera mano… especialmente las consecuencias de sus propias acciones. Se empieza con dejarles pasar un poco de hambre porque olvidaron su almuerzo.

Así que la próxima vez que Sienna olvide su almuerzo, tendrá que pasar hambre una tarde. Lo mismo para los más pequeños —aunque las gracias se ampliarán más cuanto más jóvenes sean; a todos nos termina llegando un momento duro en el que aprender que, en última instancia, cada uno corta su propio césped.

No voy a abordar esos obstáculos por ellos—, si quieren superar las cosas difíciles de la vida, van a tener que encontrar una manera de hacerlo por sí mismos.

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