Consejos para de mantener la armonía familiar cuando don Marido o doña Esposa están de mal humor
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¡Qué tentador es intentar hacer hablar a un marido que parece preocupado, angustiado o distante! La esposa, que parte de un sentimiento loable —el de querer ayudar a otro—, tiene una necesidad imperiosa de conocer las razones que perturban a su marido y lo ponen de tan mal humor. Así que hace preguntas, intenta iniciar una conversación. Pero, ¿es esta la solución correcta?
“Cuando un marciano se siente perturbado nunca habla de lo que le está molestando”
Un principio básico a tener en cuenta en la vida de cualquier pareja, enunciado por John Gray, autor del libro récord de ventas Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus. El ensayista, prolífico en libros sobre las diferencias entre géneros, destaca las actitudes diametralmente opuestas entre un hombre y una mujer en términos de gestión del estrés.
“Cuando un marciano se siente perturbado nunca habla de lo que le está molestando. (…) Por el contrario, se torna muy silencioso y se mete en su cueva”. Por el contrario, “cuando una venusina esta alterada o tensa, a fin de sentirse aliviada busca alguien de su confianza y le habla en detalle acerca de los problemas del día”.
En caso de incertidumbre o ansiedad, las necesidades del hombre son lo contrario de las expectativas de la mujer: para sentirse mejor, el hombre debe resolver sus problemas por sí mismo, mientras que para su pareja es necesario hablar de ellos.
Una vez que nos damos cuenta de que este período de “soledad” es necesario para que el hombre disipe sus dudas e incertidumbres, resulta fácil, en primer lugar, respetarlo y, en segundo lugar, detener el propio monólogo interior de la esposa, que a menudo se parece a “pero ¿qué le pasa? ¿Quizás sea algo serio?” o algo como “pero ¿por qué no me habla? ¡Debe de tener algún problema conmigo!”.
No dejar que su humor funesto invada la casa
Permanecer alegre, serena y de buen humor es, en última instancia, lo mejor que puedes hacer cuando tu marido se refugia en su cueva. Por ti, por él y por los hijos. Esta actitud no es indiferencia o egoísmo. Significa dar a la otra persona la oportunidad de estar, por un tiempo, de mal humor, sin por ello oscurecer la vida de toda la familia.
En última instancia, es la manera más fácil de cuidar de él cuando no se pueden resolver sus problemas. Es un mal día para él, por supuesto, pero eso no significa que el resto de la casa tenga que sufrir y tener un mal día también. Además, al ver tu buen humor, el suyo puede mejorar más rápidamente. También, mantener la armonía familiar a flote significa aliviar los hombros del gruñón del peso y la culpa de haber creado una atmósfera negativa generalizada.
Concretamente, seguimos con nuestra vida de forma agradable, según nuestros deseos: una película, un libro, un juego con los niños, la elaboración de un pastel de chocolate, ir al gimnasio… En definitiva, nos alejamos temporalmente de la actitud atormentada del marido, esperando a que esté listo para hablar o al menos dispuesto a romper su mutismo.
Y cuando abandone su cueva, lo recibimos con los brazos abiertos, sin comentarios ácidos ni una avalancha de preguntas. Esto quizá le despierte ganas de disculparse, incluso de confesar aquello que le ha preocupado, frente a tu indefectible buen humor y tu infalible sonrisa. Porque es una verdadera prueba respetar la necesidad de silencio, esperar con paciencia desde la mayor incomprensión y estar limitada a una impotencia total cuando no puedes ayudarle.
¿Y cuando la que se enfada es ella?
Alguno estará pensando: Bueno, ¿pero es que Doña Esposa no se enfada nunca? ¿Acaso los enfados son siempre cosa de los maridos? No es eso, pero si Doña Esposa se enfada no debes plantearte este dilema…¡¡¡simplemente huye!!!