Homilía hoy en Casa Santa Marta
En estos tiempos parece que el Gran Acusador la tiene con los obispos para crear escándalo. Los obispos tienen que recordar tres aspectos fundamentales: su fuerza está en ser hombres de oración, tener la humildad de saberse elegidos por Dios, y permanecer cerca del pueblo.
En la homilía hoy en Casa Santa Marta, el Papa reflexiona sobre este ministerio tomando pie del evangelio de Lucas (Lc 6,12-19). En el pasaje propuesto por la liturgia del día, Jesús pasa la noche rezando, y después elige a los Doce Apóstoles – o sea, los “primeros obispos” – y baja a la llanura y está en medio del pueblo que viene a escucharlo y ser curado de sus enfermedades.
El primer aspecto fundamental es ser hombres de oración. La oración es de hecho “el consuelo que un obispo tiene en los malos momentos”, observa el Papa, o sea, saber que “en este momento Jesús ora por mí”, “reza por todos los obispos”. Con esta consciencia, el obispo encuentra ese “consuelo” y esa fuerza que lo lleva a su vez a rezar por sí mismo y por el pueblo de Dios. Esta es su primera tarea. Y que el obispo sea un hombre de oración, lo confirma también san Pedro cuando dice: “A nosotros, la oración y el anuncio de la Palabra”. No dice: “A nosotros, la organización de los planes pastorales …”, subraya Francisco.
Un hombre que se siente elegido es humilde
La segunda actitud que el Papa subraya es que es Jesús el que elige a los Doce, y el obispo fiel sabe que él no lo ha elegido.
El obispo que ama a Jesús no es un trepa que sigue con su vocación como si fuese una función, quizás viendo otra posibilidad de avanzar y subir: no. El obispo se siente elegido. Y tiene la certeza de haber sido elegido. Y esto lo lleva diálogo con el Señor: “Tu me has elegido a mi, que soy poca cosa, que soy pecador …”: tiene humildad. Porque él, cuando se siente elegido, siente la mirada de Jesús sobre su existencia, y esto le da la fuerza.
Finalmente, como Jesús en el evangelio de hoy, el obispo baja a la llanura para estar cerca del pueblo, y no se aleja.
El obispo que no se queda distante del pueblo, que no tiene actitudes que le llevan a ser distante del pueblo; el obispo toca al pueblo y se deja tocar por él. No va a buscar refugio donde los poderosos, las élites. No. Serán las élites las que critiquen al obispo; el pueblo tiene esta actitud de amor hacia el obispo, y tiene – como sea – esta unción especial: confirma al obispo en su vocación.
El Gran Acusador quiere escandalizar al pueblo
Muchas veces el Papa reafirma que la fuerza del obispo es precisamente ser “hombre de oración”, “hombre que se siente elegido por Dios” y “hombre en medio del pueblo”.
Esto es bueno recordarlo, en estos tiempos en los que parece que el Gran Acusador está suelto y la tiene con los obispos. Es verdad que los hay, todos somos pecadores, los obispos. Busca desvelar los pecados, que se vean, para escandalizar al pueblo. El Gran Acusador que, como él mismo dice a Dios en el primer capítulo del Libro de Job, “gira por el mundo buscando cómo acusar”.
La fuerza del obispo contra el Gran Acusador es la oración, la de Jesús y la suya propia; y la humildad de sentirse elegido y de permanecer junto al pueblo de Dios, sin ir hacia una vida aristocrática que te quita esta unción. Oremos, hoy, por nuestros obispos: por mi, por estos que están aquí delante y por todos los obispos del mundo.