Picotear de una bolsa de golosinas, saltarte la hora del baño de tus hijos, querer mandarlo todo a tomar viento fresco… ¿Tú? ¡Nunca! Pequeñas confesiones muy verídicas…
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¿Quién no ha permitido nunca que sus hijos vean dibujos animados un poco más de tiempo para ducharse y arreglarse con paz? ¿Quién, en un arrebato, no se ha terminado nunca una bolsa de dulces (de sus hijos)? Y ¿quién no ha sentido ganas de dimitir de su maternidad?
Seamos honestas: la mujer perfecta no existe y la madre perfecta, aún menos. Podemos hacerlo lo mejor que podamos, pero siempre habrá margen para mejorar.
Por supuesto, los medios sociales no ayudan. Tienes una cuenta de Instagram o de Facebook donde puedes mostrar a sus suscriptores lo dedicado que es tu marido, lo bien educados que están tus hijos y lo impecable que está tu casa.
También puedes presumir de tus comidas sin gluten, equilibradas y orgánicas para toda la familia o del increíble progreso que ha hecho tu pequeño. En resumen, puedes mostrar evidencias de tu aparente perfección.
Y como todas las madres de los medios sociales hacen lo mismo, ¿por qué ibas a privarte tú? Y sin embargo, las mujeres a veces tienen “debilidades”, que no lo son en realidad, y que rara vez se atreven a admitir.
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