Nadie muere del todo cuando deja una huella de amor
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“…Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu Señor”. Estoy casi segura de que así fue recibido Jeremiah en las puertas del cielo…
Hace un par de semanas, agosto 26, falleció mi dulce Jeremiah, “my sweet Jeremiah” como le apodé, el chico de la gran sonrisa y de quien previamente había compartido su historia de lucha contra el cáncer. No, no perdió la batalla contra el cáncer, ganó su entrada al Paraíso. Esa es la verdadera batalla luchada y ganada.
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16 años… Podríamos pensar qué legado puede dejar una persona que tan solo vivió 16 años. Sin embargo, mi dulce Jeremiah ha dejado una huella imborrable, no solo en el corazón de aquellos que tuvimos la fortuna de toparnos con él en esta vida, sino para la historia de Texas -y del mundo- por su lucha ascética de defender a los no nacidos y por su amor a Jesús.
Cuando Jeremiah se enteró de su mortal diagnóstico no fue de los que se tiró al drama a cuestionar a Dios, sino que aprovechó cada aliento de vida para preparar su camino de encuentro con “Ese” que fue -y es- su más grande amor.
Su comunicación con Dios era tan especial…
“Querido Dios,
Soy Jeremiah, pero eso tú ya lo sabes. Tú eres el Dios infinito, el lleno de misericordia y Quien nunca falla. Las personas me han dicho que no merezco estas tribulaciones, pero mi Señor, definitivamente tampoco merezco ni que me sanes ni que me liberes de ellas. Ha sido mucho mi pecado y me siento tan agradecido de que, a pesar de que es grande mi inclinación a odiar el bien, aún me amas y sacrificaste a tu único Hijo por amor a mí.
Dios mío, sé que eres un Dios de milagros y que tú no deseas ver sufrir a tus hijos. Pero también sé que me tienes aquí por una razón. Mi Señor, te pido sabiduría y fortaleza para descubrir y hacer siempre tu voluntad detrás de esto que me sucede.
Gracias por el regalo de cada día. “To live is Christ and to die is gain”.
Tu hijo,
Jeremiah”
Así era su día a día, entregado a la voluntad de Dios y desde su silla de ruedas o su cama hablar con Dios -y de Dios- lleno de alegría y pasión. A pesar de que había días que el dolor en su cuerpo arreciaba, eso no le impedía estar atento de las necesidades de sus padres y de su familia. Hacía lo que estaba en sus manos por, aún en esos momentos, llenarles de alegría y de palabras de esperanza y de aliento.
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Siendo su héroe en esta vida su papá -Rusty- siguió sus pasos por defender el derecho a la vida de los bebés en el vientre, al grado que su último deseo -concedido- antes de morir fue poder hablar con Greg Abbott, Gobernador de Texas, para abolir la Ley del aborto en ese estado.
Antes de morir dejó una carta para los chicos de su generación invitándoles, entre otras cosas, a la conversión y a que no se dejaran llevar por las cosas del mundo como vivir en la oscuridad, engañados y en desesperación porque siempre había esperanza en Cristo…
Descansa en paz mi dulce Jeremiah. Te pido que hables al buen Jesús de nosotros.