Padre Pío no se cansaba de repetir esta frase: "La oración es la mejor arma que tenemos; es una llave que abre el corazón de Dios".
Eran tantos lo que acudían a él, colas y colas para esperar una bendición, una palabra de misericordia y también, en muchos casos, de reprimenda, pero para todos iba siempre la recomendación, como dejó escrito en sus Epistolarios:
Oración al Espíritu Santo
Oh divino Espíritu,
da movimiento a mi corazón para adorar y amar;
da luz a mi intelecto,
para contemplar la sublimidad
del misterio de la caridad
de un Dios hecho niño;
da fuego a mi voluntad;
para que pueda dar calor con ella
a quien tiembla por mí en la paja.
La necesidad de amarte cada vez más
Sí, Jesús, te amo.
En este momento me parece amarte
y siento también la necesidad de amarte más.
Pero, Jesús, amor en mi corazón no tengo más,
Tú sabes que te lo he donado todo a ti.
Si quieres más amor, toma este, mi corazón
y llénalo con tu amor
y después ordéname amarte, que no te rechazaré.
Es más, te ruego: hazlo, lo deseo.
Cerca de ti
Señor, ponme cerca de ti,
de modo que yo sienta tu presencia,
como Tú estás cerca de mí por esencia;
y después hasta puede desencadenarse sobre mí todo el infierno
que yo no temo.
Jamás separado de ti
Todos los tormentos de esta tierra recogidos en un manojo,
los acepto, oh Dios mío,
los deseo como mi porción,
pero nunca podría resignarme a ser separado de ti
por falta de amor.
Por piedad, no permitas que esta pobre alma se pierda.
Nunca consientas que esta, mi esperanza, se quiebre.
Haz que nunca me separe de ti.
Al ángel de la guarda
Santo Ángel Custodio, protege mi alma y mi cuerpo.
Ilumina mi mente
para que conozca mejor al Señor
y lo ame con todo el corazón.
Asísteme en mis oraciones
para que no ceda a las distracciones
y ponga la mayor atención.
Ayúdame con tus consejos,
para que vea el bien y lo cumpla con generosidad.
Defiéndeme de las insidias del enemigo infernal,
sostenme en las tentaciones
para que siempre sea capaz de vencerlas.
Suplanta, elimina mi frialdad en el culto al Señor:
no dejes de atender a mi custodia
hasta que me lleves al Paraíso,
donde alabaremos juntos al Buen Dios por toda la eternidad.
Fuente: Le più belle preghiere dei santi, Francesco Maria Nocelli