Las técnicas de gestión del tiempo no pueden dar todo su potencial sin serenidad y confianza en uno mismo.
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La “gestión del tiempo” es un clásico en la búsqueda de la eficiencia profesional. La fórmula es técnica, orientada a los “resultados”. Parece un saber hacer que basta conocer para ser más eficaz. Así que sí, todos podemos administrar mejor nuestro tiempo, optimizarlo, según se dice.
Es muy divertido consultar Wikipedia a la hora de investigar sobre el tema: “La gestión del tiempo es uno de los componentes de la gestión de proyectos (Project Planning en inglés), la cual se vale de cronogramas tales como diagramas de Gantt para planear e informar del progreso dentro del entorno del proyecto”. ¡Buena suerte!
Una dimensión emocional
Debo admitir que este enfoque me parece reduccionista, poco atractivo y demasiado racionalista. Con demasiada frecuencia nos olvidamos de decir que la relación con el tiempo no es en primer lugar una cuestión técnica, ni siquiera racional, sino que contiene una dimensión esencialmente emocional y subjetiva.
El filósofo francés Henri Bergson señaló acertadamente que el tiempo medido por la ciencia es muy diferente del tiempo que experimenta la consciencia. Y es verdad.
La organización racional de nuestras actividades no puede pulir nuestras acciones ordenadamente como si organizáramos metódicamente nuestro escritorio.
El tiempo vivido se traduce internamente en imágenes y sentimientos que asustan o agradan, con una intensidad variable:
- urgencia,
- plazos cortos,
- imposibilidad de retroceder,
- culpabilidad por no estar donde hay que estar y cuando hay que estar,
- sentimiento de que la decisión no está madura cuando hay que tomarla,
- perplejidad frente a la montaña de cosas que nos esperan,
- y la pregunta:¿por dónde empezar?
Entonces hay quien dice: Precisamente, como el tiempo vivido es subjetivo, ¡hay que hacerlo objetivo! ¡Basta con un poco de racionalidad y todo irá bien (por fin)!
Domesticarse uno mismo
El error está en pensar que con eso basta. Si logras poner tus prioridades en orden, lo esencial ya está hecho: has logrado controlar tu relación emocional con el tiempo.
Pero la dificultad está ahí: debes poder saber perfectamente lo que necesitas hacer para optimizar tu tiempo y, sin embargo, te sientes paralizado por la presión o angustiado por lo que está en juego.
Esta paradoja no es (siempre) patológica, sino simplemente humana. Salir de la parálisis, del pánico o de la impresión de sufrimiento no se consigue con buenos consejos, sino con una especie de domesticación de uno mismo.
Los filósofos de la Edad Media ya comprendieron que el autogobierno se hace de forma política y no despótica: uno no se controla a sí mismo mecánicamente, porque el autocontrol se conquista —sobre todo si es emocional— a través de una negociación lenta con los miedos, a partir de un trabajo sobre uno mismo.
La cuestión es llegar a tener una nueva relación con el tiempo. La moderación en la vivencia emocional de nuestra relación con el tiempo es un primer resultado que aporta serenidad y confianza en uno mismo. Así, las técnicas de gestión del tiempo pueden dar todo su potencial.