Su consulta parece una sala de juegos, una galería de arte postmoderno o los famosos sofás de Google. El doctor Juan Tapia es uno de los médicos pediatras de Pediatrics 2000, una impresionante estructura en Washington Heights de Nueva York que acoge a los pacientes más pequeños de la comunidad latinoamericana.
“El doctor parecía un santo”
“Quise ser doctor el día que me mordió un perro y vi como todos alrededor estaban viendo al doctor y parecía como si fuera un santo, o alguien espiritual por la manera cómo me estaba tratando, y esto tuvo un impacto sobre mi vida”, confiesa.
En su consulta nos hace un hueco para la entrevista. Dejamos en la sala de espera a niños y familias. Los pequeños se tiran por una especie de tobogán, los mayores se sientan en cómodos sofás por los suelos y las escaleras. Lo parece todo menos una consulta médica.
La mayoría de niños nacen sanos
“La gran mayoría de nuestros pacientes tienen mucha ansiedad”, revela el doctor Tapia. “Cuando un niño se enferma, siempre esperan lo peor. Por suerte la mayoría de los niños nacen sanos. Lo que más necesitan es una mano, para que les ayude”.
Él sabe que la medicina no es una profesión cualquiera. Como los otros doctores del equipo de Somos, ve en la medicina un acto de amor y entrega:
“Creo que la medicina a diferencia de otras profesiones es un arte, y la persona tiene que tener gran sentido de amor y compasión porque para un padre y una madre lo más delicado es un recién nacido y sus hijos en general”.
Gracias a la madre
El doctor Juan Tapia da gracias a su madre: “Lo que me da más fuerza a mi es mi madre, que gracias a Dios está viva, siempre fue mi inspiración y me hacía soñar y me decía que para uno querer algo y obtener algo lo primero que tenía que hacer era soñarse y verse a uno haciendo lo que uno desea”.
¿Y usted sueña, doctor? le preguntamos, y responde tajantemente: “¡Sueño mucho! Yo sueño mucho y cada día cuando me despierto doy gracias a Dios y a mi madre por la educación que me dio, por las personas con las que tuve la oportunidad de rodearme y que me llevaron a un buen camino”.
Sin espiritualidad nada tiene sentido
El doctor es una persona creyente que considera que “sin la espiritualidad la vida no tiene significado ni valor. La personas debemos creer que hay algo que está muy fuera del control de nosotros, nos ilumina y tiene una razón de ser”.
Sus pacientes también dan gracias: “Las personas usualmente antes de darnos las gracias a nosotros, le dan gracias a Dios, muchas veces por encontrar un centro que se dedique a los más necesitados y otras veces por sentir que les ayudamos a curar a sus niños”.
Medicina y arte son uno
El hecho de que el consultorio médico sea tan atrevido, moderno y apto para jugar no es un capricho: “Tuve la suerte de conocer a un joven estudiante y leíamos a Einstein que decía que la medicina y el arte son uno”, revela.
“La medicina y el arte son una cosa y la una sin la otra no puede existir. Nosotros pensamos que cuando tu quieres curar a una persona es muy importante el ambiente y cuando más pobre sea no tiene oportunidad de ir a un centro en el que le traten con dignidad, respeten su cultura, sus creencias, los miedos que tiene…”
Para este médico, “los lugares donde se ofrece un servicio de salud deben de ser lugares atractivos, lugares amplios, en que los niños pueden juguetear ya que la mejor forma de ejercitarse es moviéndose. Un niño que viene y espera dos horas correteando ya hizo parte de su actividad física diaria”, añade.
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