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Cómo aliviar el estrés de las mujeres

STRES, KOBIETA
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Leigh Anderson - publicado el 26/09/18
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Las mujeres de la “generación sandwich” — crían hijos y a la vez cuidan padres ancianos — necesitan algo más que consejitos

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Tengo una pesadilla recurrente. Dentro de lo que son las pesadillas, es interesante: es una visión de mí, llevando a mis dos pequeños a la guardería como de costumbre. Pero no es el yo de “ahora”, que todavía está (más o menos) joven y en forma.

Soy yo en mi vejez, una bruja encorvada sobre nuestro brillante cochecito naranja mientras empuja débilmente a mis hijos hasta la escuela. En el sueño, he envejecido 40 años; soy frágil y necesito atenciones, pero todavía sigo atada al cuidado de mis revoltosos hijos, apresurándome para llegar a tiempo para su aperitivo matutino y sus canciones.

Me despierto y me digo a mí misma: “¡Ja! Era solo un sueño”. Pero luego viene el segundo puñetazo del ataque: despiertan mis habituales ansiedades de vigilia… ¿Estamos ahorrando lo suficiente para la universidad? ¿Estamos en buenas condiciones para la jubilación? ¿Están mis hijos recibiendo de verdad una buena educación, una que los prepare para lo que sea que la economía traiga en 20 años?

Mis padres, que tienen una salud frágil, ¿necesitan atención médica en casa ahora? ¿Cómo vamos a manejar eso? La noche pasa y a veces simplemente doy el sueño por perdido y me levanto para tratar de abordar mis preocupaciones haciendo una lista (otra más) de cosas por hacer.

Las mujeres son el sostén de la familia, las cuidadoras y las que se preocupan “oficialmente”.

Claramente, tengo un problema de estrés. Sin embargo, a juzgar por todos los artículos que me sugieren automáticamente las redes sociales, es un problema compartido por muchas mujeres. Navega por cualquier revista para mujeres y encontrarás muchos consejos sobre cómo relajarte: “10 maneras de aliviar el estrés”; “Las 7 maneras en que las mujeres pueden reducir el estrés” Y atención, señoritas: “El estrés puede eliminar los beneficios de una dieta saludable”.

Como miembro de la “generación sándwich” —mujeres que están criando niños pequeños y cuidando a padres ancianos— siempre frunzo un poco el ceño con estas historias. No me malinterpretes, estoy a favor de salir a correr antes del desayuno o de reservar unos minutos para la oración o la meditación todas las noches. Pero las mujeres aquí en Estados Unidos estamos estresadas. En plan, históricamente estresadas.

Estos artículos que nos exhortan a hacer tiempo para tener “tiempo para mí” o a “simplemente pedir ayuda”, ignoran las fuerzas mayores e inexorables que pesan sobre nosotras.

La realidad económica es que hay más mujeres que necesitan trabajar fuera del hogar para llegar a fin de mes, lo cual estaría bien si las mujeres no tuvieran también que compensar por las carencias en las tareas domésticas.

Los cambios demográficos han significado que muchas mujeres de mi edad no solo están cuidando a los niños pequeños y tratando de ayudar a sus padres ancianos, sino que también están trabajando profesionalmente. Cuando nací, mis abuelos tenían 52 años. Esto significó que, además de ser una gran ayuda para mis padres en mi crianza, su declive relacionado con la edad no comenzó hasta que yo tenía ya casi 30 años.

Los padres de hoy en día no siempre disponen de esa ayuda fundamental de los abuelos en los primeros años de la crianza de los hijos y encima necesitan encontrar tiempo y recursos para asegurarse de que las necesidades de sus padres ancianos queden satisfechas; de ahí el actual “déficit de abuelos”.

Más cambios significan más factores de estrés para todos

Hablamos de enormes problemas a escala nacional, aquí en EE.UU. Las mujeres y las familias están luchando bajo mucha presión: el cuidado de los niños es caro. Los costes de la universidad han aumentado. Muchas mujeres no tienen fondos de jubilación adecuados. Y no conozco a nadie que, ante una gran crisis de salud, no haya pensado primero: “¿Cómo vamos a pagar todo esto?”.

Los hombres no son inmunes a estos factores estresantes, por supuesto, pero las mujeres, que tradicionalmente son las encargadas de cuidar a los niños y las que se preocupan “oficialmente” y, ahora también, las que ganan el pan, simplemente hacen malabares con más bolas. (A esto lo llamo yo el problema de las “mallas de ballet”: Si tu hija tiene ballet el miércoles, ¿cuándo a más tardar es necesario lavar y tender las medias para que se sequen? Así es, el martes por la noche. Y son las mamás las que normalmente tienen este tipo de puzles discurriendo por su cabeza a cualquier hora del día… y de la noche).

Pero no se trata de una guerra entre hombres y mujeres, sino una cuestión de familias y comunidades. Los hombres no quieren que sus esposas se sientan abrumadas; tampoco quieren sentirse abrumados ellos. Necesitamos pensar en el alivio del estrés a nivel de poblaciones enteras. Como comunidad, ¿cómo podemos cuidar de nuestros mayores? Como comunidad, ¿cómo podemos criar y educar a los niños? ¿Cómo puede todo el mundo obtener la atención médica que necesita? Necesitamos menos peleas, menos juicios, menos culpas y más compasión.

He aquí un gran ejemplo del enigma al que se enfrentan las mujeres hoy en día. Una buena amiga mía pasó por un período de desmayos. No un único desvanecimiento, sino varios incidentes de desmayos mientras trataba de llevar a sus hijos al campamento, organizarse con la niñera para recogerlos después y preparar su día de trabajo. Fue al médico, él le dijo que estaba estresada y le “prescribió” dos sesiones de ejercicios de estiramiento a la semana.

Las dos nos reímos a mandíbula suelta. “¿Te dio más que hacer como solución a tener mucho que hacer?”, le dije.

Con el tiempo encontró algunas cosas que la ayudaron. Tiene un empleador flexible, así que se las arregló para cambiar su horario de trabajo para ser un poco más conciliable con la familia. También hace la compra por Internet ahora, lo cual facilita sus tareas relacionadas con el supermercado. Sin embargo, los individuos no pueden hacerlo todo; es el país entero el que está estresado, así que va a tener que cambiar algo más que nuestros hábitos de compra de alimentos si queremos arreglar eso.

Confío que para cuando mis hijos hayan crecido y yo finalmente sea esa bruja encorvada, nuestras prioridades culturales hayan cambiado. Espero que mis hijos puedan criar a sus propios hijos pacíficamente y que mi “generación sándwich” sea la última generación en soportar las pesadillas de este tipo de estrés.

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