El recién fallecido cantautor francés sorprendía en un concierto en diciembre de 2017 con un bellísimo Ave María
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Miércoles, 13 de diciembre de 2017. Está lloviendo. Hace frío. Son las 20:15, 20,000 espectadores, con el pelo mojado, se mueven y toman lugar mientras esperan al poeta en el escenario.
Charles Aznavour tiene 93 años, sus ojos son claros y claros, llenos de música y recuerdos. Todas sus canciones celebran la ternura, llaman la caridad, se mantienen alejados de la astucia y la bajeza, con la risa en los ojos.
Sus hermosas manos tiemblan, no lo oculta, por el contrario, explica entre dos canciones que es normal, que no es un miedo escénico, que esta noche no tomó los medicamentos que limitan los temblores, porque son malos para la voz. Él tiene esta humildad de personas que no tienen nada que demostrar.
"Ave Maria" et grande croix à Bercy #Aznavour pic.twitter.com/bDiLUTxvIY
— Bertrand Dicale (@BertrandDicale) December 13, 2017
Pero sentimos que esta humildad está en otra parte también. Ella está en la sobriedad de su elegancia, en la seriedad con que ve a sus músicos. En ningún momento intenta parecer juguetón, escapar de la vejez, pero a veces, un poco como sin su conocimiento, vuelve a ser un niño. Un paso de baile, un estallido de voz, un rayo de luz. Niño.
Su voz suena y a veces es difícil creer que esta voz salga de este cuerpo tan débil. Y luego el escenario se vuelve azul. Charles Aznavour parece más pequeño, más frágil, en esta habitación inconmensurable, en ese azul que ama tanto, y comienza a cantar, más abandonado, más tranquilo; y mientras más bellos soles de su rostro ceden, más segura se vuelve su voz.
Él canta, canta un Ave María, con una fuerza increíble, y Bercy está en silencio. Bercy guarda silencio frente a este hombre, solo e inundado de azul, que invoca a la Virgen y le pide que consuele a los que lloran, a los que sufren, a los que conocen el sufrimiento, a quienes se casaron con el sufrimiento, con delicadeza y coraje, ofreciendo a su hijo cuya muerte redime a todos los hombres.
Ave Maria
Ave Maria
Los que sufren vienen a ti
Tú que has sufrido tanto
Tu comprendes sus miserias
Y las acciones
María la valiente
Ave Maria
Ave Maria
Los que lloran son tus hijos
Tú que le diste el tuyo
Para lavar a los humanos
De sus impurezas
María la pura
Ave Maria
Ave Maria
Quienes dudan están en la noche
maria
Ilumina su camino
Y tómalos de la mano
Ave Maria
Ave Maria, Ave Maria
amén