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Las oraciones matinales y vespertinas pueden convertirse en una rutina, pero son importantes porque dan un sentido religioso a la vida diaria. Estas oraciones atestiguan que Dios está en el corazón de nuestra existencia.
Y los ángeles custodios, que son un vínculo vivo entre Él y los seres humanos, también merecen las suyas.
Ellos que están ahí mañana y noche para llevar a cabo la misión que Él les ha encomendado.
Los ángeles custodios “son nuestros amigos más fieles, porque están con nosotros de día, de noche, en todo momento y en cualquier lugar”, expresa el cura de Ars, Juan María Vianney (1786-1859) en un sermón para honrar su fiesta.
Así que, como nos recomienda el santo sacerdote, no olvidemos mostrar nuestra gratitud a estos ángeles con el poder de la intercesión infinita que prometieron:
Después de la oración de la mañana, aquí está la última pequeña oración del día que propone Juan Vianney, dedicada a tu ángel de la guarda antes de acostarte:
“Buenas noches, mi ángel de la guarda.
Gracias por haberme cuidado durante este día;
ofrece a Dios todos los latidos de mi corazón mientras duermo”.