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Estos efectivos pasos para cambiar malos hábitos son muy parecidos a la Confesión

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Michael Rennier - Aleteia Inglés - publicado el 15/10/18
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De verdad es posible cambiar tus malos hábitos… si los abordas bien

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Los malos hábitos son “malos” por una buena razón. Son comportamientos destructivos y vergonzantes en los que caemos incluso después de prometernos a nosotros mismos que no los repetiríamos. Los malos hábitos nos impiden alcanzar todo nuestro potencial y crean un defecto persistente en nuestro carácter que nos sacan de quicio —y a los demás también—.

Supongo que ahora me toca confesar al mundo todos mis malos hábitos. Ahí voy. Hablo antes de pensar y, si pienso, siempre es sobre mí mismo y rara vez sobre algún otro. Soy adicto al café. Corrijo a las personas cuando usan mal la gramática y me pongo pedante y desdeñoso hasta el punto de que no sería impreciso describirme como un arrogante de tomo y lomo. No me gustan las verduras. Soy impaciente. Si veo un fregadero lleno de platos sucios en la cocina, rara es la vez que se me ocurre que quizás yo debería fregarlos. Tengo pensamientos horribles sobre otras personas.

Y antes era peor.

No creo que sea de fanfarrón echar la vista atrás y complacerse moderadamente con los vacilantes pasitos de bebé dados hacia el autodesarrollo. Parte de esa mejora personal se debe a la madurez, a conocer nuevas perspectivas y a que el fracaso te hace ser humilde. De todas formas, la mayoría de lo que he conseguido ha sido con muchos consejos, con ir a confesión y con una buena dirección espiritual. 

El elemento clave para romper un mal hábito es tener un proceso. Es muy sencillo decidir mejorar; lo difícil es conseguir de verdad un cambio permanente. Así que, a menudo, cuando tenemos epifanías y nos llenamos de energía, hacemos juramentos ambiciosos de vivir de una forma nueva y mejorada. Y la energía nos dura quizás una semana antes de caer de nuevo en los malos hábitos. El motivo es que esos malos hábitos son el resultado de toda una vida de práctica. No pueden cambiarse en una semana con pura fuerza de voluntad y los viejos patrones terminan reafirmándose.

Necesitamos un modelo de formación de hábitos que sea realista y práctico. A menudo se conoce como modelo de “fases del cambio” y reconoce que los cambios pequeños, con el tiempo, contribuyen de forma positiva y que las recaídas son parte normal del proceso.

Aquí podéis leer sobre los pasos y cómo aplicarlos.

Pre-contemplación

En esta fase, quizás ni siquiera nos demos cuenta de que hay un problema y, con frecuencia, descubrirlo no es una grata sorpresa. Por ejemplo, yo descubrí que era arrogante porque, en el pasado, hubo gente que me dijo que transmitía esa impresión. Yo no cultivaba mi arrogancia a propósito y no sabía que esto fuera un problema, pero al final tuve que admitir que las evaluaciones que me daban eran precisas. En esta fase, cuando los errores se hacen evidentes, es importante que no los justifiquemos. Tenemos que lidiar con ellos. 

Contemplación 

Tras reconocer el mal hábito, el siguiente paso es pensar en ello con detalle. Es útil para conseguir motivación. Yo tuve que hacerme preguntas bastante duras sobre cómo trataba a otras personas, cómo les respondía y si quizás justo lo que necesitaba era una buena dosis de humildad. Cuando pensamos en el mal hábito, el precio de no abordarlo nos va quedando más claro. Todos los malos hábitos afectan a quienes nos rodean, nos dañan e inhiben nuestra felicidad. Es importante que entendamos esto con claridad.

Preparación

Aquí se va complicando el tema. Ya conocemos el mal hábito y cómo nos afecta, pero, ¿cómo lo cambiamos? La clave está en una preparación cuidadosa. Establece un objetivo claro y señala una serie de pequeños pasos que te ayuden a conseguirlo.

Por ejemplo, si tengo el mal hábito de hablar siempre de mí mismo, puedo recordarme antes de una cita con un amigo que le dejaré hablar a él primero y que ahondaré en el tema antes de derivar la conversación hacia mí mismo. Puedo recordarme qué está sucediendo en su vida y pensar sobre qué tendría ganas de hablar.

Después, puedo revisar cómo me ha ido. No funciona el hacer una simple promesa abstracta de dejar de hablar de mí mismo. Tiene que haber pequeños pasos concretos que nos conduzcan a un objetivo más grande.

Acción

Una vez establecido el plan, es momento de llevarlo a la acción. Da los pasos de uno en uno. Sé paciente y no te precipites al siguiente antes de estar preparado. Reconoce cada pequeño paso a medida que progreses y párate a disfrutar de cada pequeño logro. El feedback positivo y los objetivos alcanzables son fundamentales para un progreso constante.

Recaída

La última fase es… ¿la recaída? Pues sí, hay que ser realistas. Vamos a volver a caer en los malos hábitos muchas veces antes de que cualquier cambio se vuelva permanente. Es importante reconocerlo, porque es una parte natural del proceso y así no quebrantará nuestra autoconfianza y deseo de continuar implementando el hábito nuevo y bueno.

El proceso quizás dure toda la vida. No pasa nada, porque lo esencial es progresar, ser consciente y esforzarnos siempre por mejorar.

El modelo de fases del cambio es un conocido método clínico para la formación de hábitos. No puedo evitar percatarme de que, además, tiene mucho en común con el ir a confesarse. Para mí, así es como se ha aplicado el proceso, y todo mi progreso ha sucedido desde que me hice católico hace ocho años.

Cuando me preparo para la Confesión, paso por las fases de Contemplación. Para la Preparación y Acción, me mantengo alerta ante próximas ocasiones de pecado y sigo el consejo de mi confesor. La Recaída es una parte constante del proceso y, por eso mismo, voy a confesarme con frecuencia y recibir perdón.

Sea como sea que decidas aplicar el modelo, puedo prometerte que ayuda de verdad.

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