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Por qué el amor se puede comparar a la labor de un artesano

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Mathilde De Robien - publicado el 21/10/18
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En su exhortación apostólica Amoris Laetitia, el papa Francisco revisa una de las mayores misiones del hombre y la mujer en el matrimonio: hacer crecer al otro

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Los hombres y mujeres en el matrimonio están llamados a hacer crecer a la pareja en humanidad, a engrandecerla como hombre o como mujer. El Papa compara este proceso de creación al trabajo paciente de un artesano que va superando los obstáculos, que crea una realidad nueva, con la única diferencia de que el matrimonio siempre estará inacabado.

El hombre y la mujer llamados a crecer

El matrimonio es el entorno a través del cual se realizan los cónyuges, como esposos, como padre o madre, como hombre o mujer. El Papa precisa que “el matrimonio no puede entenderse como algo acabado”, y con razón, el matrimonio es inacabado en la medida que el hombre y la mujer está cada uno “inacabado, llamado a crecer, en proceso” (Amoris Laetitia, 218). Por consiguiente, amar al otro es hacerle desarrollarse, crecer. ¿Qué significa hacerle crecer? Significa, responde el papa Francisco, ayudar al cónyuge “a moldearse su propia identidad”, es decir, a hacerle más muer o más hombre. El Papa califica este amor de “artesanal” por esta tarea de formación del otro, una idea que ya desarrolló durante una catequesis el 14 de febrero de 2014: “El matrimonio es también un trabajo de todos los días, podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de hacer más hombre a su marido”.

Hombres y mujeres están llamados a crecer y a hacer crecer y, para ello, hay que entrar en una auténtica dinámica de pareja. Bénédicte Lucereau, consejero conyugal y autor de L’ABC pour les couples [El abc de las parejas; ed. Artège], obra que recopila reflexiones del Papa sobre el tema de la vida conyugal, subraya que Francisco considera la pareja y el matrimonio como una dinámica, un baile que no debe terminar nunca, una construcción diaria que permite una maduración de cada cónyuge y del amor que les une. Porque, de otro modo, “el agua estancada se corrompe, se echa a perder”, dice el proverbio que cita el Papa (219).

La metáfora del artesano

El Papa continúa puliendo la metáfora del artesano, destacando la paciencia necesaria para este trabajo de cada día. “El amor hace que uno espere al otro y ejercite esa paciencia propia del artesano que se heredó de Dios” (221), escribe. Esto no se consigue en un día. “El amor necesita tiempo disponible y gratuito, que coloque otras cosas en un segundo lugar. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación” (224).

El artesano es también quien sabe reparar, quien sabe construir con la realidad, quien compone, quien fabrica, quien crea de nuevo, a pesar de los obstáculos. En este sentido, el Papa no deja de exhortarnos a no dejarnos engañar por la cultura de lo efímero. Nos invita a superar las crisis, inherentes a la vida de cualquier pareja, e incluso a ver en estas crisis una oportunidad para fortalecer el matrimonio. “Una crisis superada no lleva a una relación con menor intensidad sino a mejorar, asentar y madurar el vino de la unión” (232). 

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