Un análisis de las pruebas de que disponemos del campeón gigante de los filisteos
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Según el Antiguo Testamento, hace unos 3.000 años tuvo lugar un poderoso duelo entre Goliat, campeón de los filisteos, y un muchacho pastor de nombre David, que llegaría a convertirse en rey de los israelitas. Antes del combate, los ejércitos de ambas naciones llevaban 40 días en tablas y, cada día, el campeón filisteo retaba a los israelitas a un duelo por combate individual que decidiría el vencedor de la guerra.
La historia cuenta que David por fin dio un paso adelante con nada más que una honda y una bolsa de piedras. Con un proyectil cuidadosamente dirigido, David abatió al gigantesco Goliat y, así, ganó la guerra para los israelitas. El cuento ha sido un símbolo popular de la victoria del débil sobre el fuerte durante los últimos 3.000 años, pero en esta época de descubrimientos arqueológicos, ¿es posible demostrar si Goliat existió de verdad?
Armadura de la Edad de Bronce
“Llevaba en la cabeza un casco de bronce e iba cubierto con una coraza escamada, también de bronce (…). Tenía unas canilleras de bronce en las piernas y una jabalina de bronce a la espalda”. (1 Samuel 17,5-6)
Así es la descripción de Goliat en el Antiguo Testamento. Sin embargo, este pasaje ha generado dos escuelas diferentes de pensamiento: una dice que la narración se basó en un hecho pero se registró a partir de un recuerdo; otra dice que fue una completa invención de los israelitas.
La descripción bíblica de la armadura de bronce de Goliat, además de su puesto, es verídica. Los guerreros de este tipo eran en efecto llamados “campeones” y habitualmente ocupaban su lugar a la cabeza del ejército, luchando en primera línea. Homero los llamaba promachoi y un excelente ejemplo de este tipo de guerrero sería Aquiles, de La Ilíada.
Esta aseveración se ve apoyada por los relieves egipcios de Medinet Habu, que representan guerreros vestidos de forma muy similar a la de Goliat e identificados como filisteos. Sin embargo, Haaretz señala que el casco, que no parecía proteger la cabeza de Goliat, podría haber sido diferente:
En cuanto a Goliat, su casco evidentemente no protegía su frente. Aunque es llamado filisteo, su casco suena a que se parecía más o a los cascos con cuernos que llevaban los shirdana o los cascos redondos de los tursha en los relieves de Medinet Habu.
La armadura de escamas también es objeto de debate, ya que esta armadura llevaría desfasada desde más de cien años antes del combate. Sin embargo, estos anacronismos podrían explicarse si Goliat hubiera decidido emular a sus ancestros y honrar su antiguo estilo. Después de todo, el campeón de un ejército habría tenido rienda suelta para equiparse con el armamento que considerara más cómodo para él.
Duelo de campeones
“‘Hoy lanza un desafío a las filas de Israel. Preséntenme un hombre y nos batiremos en duelo’. Saúl y todo Israel, al oír estas palabras del filisteo, quedaron espantados y sintieron un gran temor”. (1 Samuel 17,10)
La guerra era tan sangrienta en tiempos bíblicos como lo es en la actualidad. A menudo, durante la Edad de Bronce, cuando los ejércitos se encontraban en el campo de batalla, elegían a dos representantes para que resolvieran a golpes quién saldría victorioso de la batalla, en vez de que ambos lados perdieran miles de hombres capaces, cosa que debilitaría la región militarmente, además de internamente. En aquellos días, los guerreros creían que sus dioses apoyaban a su campeón y decidían el resultado.
Haaretz pone un par de ejemplos:
El guerrero egipcio Sinuhé, que quizás existiera o no hace unos 4.000 años, habla de su lucha cara a cara con un poderoso enemigo: “Cuando cargó contra mí, le disparé y mi flecha impactó en su cuello. Gritó, cayó de bruces, yo lo maté con su hacha” (líneas 137-140 en Lichheim 1996:79).
Otro relato de combate singular se ambienta en la epopeya babilónica Enûma Elish, en la que el campeón de dios, Marduk, se dispone a acabar con Tiamat (que fue o una diosa creadora o la encarnación monstruosa del caos terrible, dependiendo de la fuente antigua a la que recurras).
Alfabetización y registros documentales
Quizás el argumento más sólido contra la existencia de Goliat es la escasez de escribas en la región en aquel tiempo. Hay pocas evidencias de la existencia de escribas en Jerusalén antes de los siglos VII y VI. Esto implicaría que el relato de David y Goliat no se documentaría hasta 300 ó 400 años después de que el suceso tuviera lugar.
Sin embargo, fuera de Jerusalén hay pruebas de que se mantenían archivos en la región ya en el siglo XIX a. C.:
Por ejemplo, la inscripción de la Estela de Mesha (o Estela Moabita); la estela de Tel Dan con su inscripción aramea; y el relato profético presentado en el texto de Deir Alla (una inscripción profética que relata visiones del profeta de dioses Baalam), del siglo XIX o VIII a. C.
La historia de Goliat no habría tenido que esperar necesariamente varios cientos de años para su documentación. De hecho, es muy posible que se escribiera en tiempo real o poco después. Por supuesto, también existe la tradición oral de transmitir historias, por la que los israelitas son bien conocidos y que es imposible cuantificar.
En resumen, hasta que los arqueólogos encuentren la inmensa armadura de Goliat, es imposible afirmar con seguridad si este gigantesco hombre existió realmente o no. No obstante, las pruebas arqueológicas no descartan la posibilidad de que las afirmaciones del Antiguo Testamento sean auténticas. De hecho, las evidencias parecen apuntar firmemente a que la historia es verídica.