El noviazgo no es una etapa definitiva: es un periodo que debe servir para que los novios se conozcan suficientemente y para saber si quieren o no compartir un futuro juntos.
Por tanto, un buen noviazgo no necesariamente acaba en boda sino que el noviazgo logrado es el que nos permite llegar a tomar la decisión libre y madurada de seguir adelante y casarnos o de romper nuestra relación.
¿Y qué hace falta para que un noviazgo pueda cumplir estos fines, de conocernos y decidir dar o no el paso de compartir la vida?
Tiempo suficiente
Por un lado, hace falta tiempo: no hay una medida que defina cuánto debe durar el noviazgo perfecto porque depende de muchas circunstancias (por ejemplo de la edad de los novios, de si tienen o no los recursos imprescindibles para dar el paso al matrimonio…) pero es necesario el tiempo suficiente para conocerse y para saber, a grandes rasgos, qué proyecto de vida nos planteamos juntos.
Ahora bien, para conocerse no basta con pasar tiempo juntos: es necesario que en ese tiempo hablemos de lo que para cada uno es importante y eso sólo se consigue compartiendo momentos en los que poder hablar y escuchar al otro; sin interrupciones ni múltiples notificaciones (teléfonos, redes, likes….) que desvíen nuestra atención.
Para conocerse hay que pasar tiempo juntos, solos. Pero también es necesario y muy importante no aislarse sino compartir tiempo y relacionarnos con familiares y amigos, para irnos conociendo en todas las facetas y circunstancias de nuestra vida.
Sinceridad y confianza
Además de tiempo, en un buen noviazgo son necesarias la sinceridad y la confianza: es verdad que, al iniciar una relación, tendemos a mostrar lo más atractivo y positivo de nosotros mismos.
Pero, para que la relación progrese, uno tiene que mostrarse tal cual es: ser uno mismo es muy importante porque si no, el otro se estará enamorando de una imagen falsa de nosotros mismos, pero no de la persona que somos.
Y para poder ser sincero con alguien es necesario que entre ambos se cree un clima de confianza: si no me fío de ti, ¿cómo voy a compartir contigo lo que para mí es importante?
La desconfianza lleva a ponerse a la defensiva e impide que uno se muestre como es. Por eso, en realidad, tiempo, sinceridad y confianza van unidos: hace falta tiempo para generar la confianza necesaria para poder mostrarse en sinceridad y verdad.
Mostrar que relación queremos
La sinceridad se refiere no sólo a que expresemos lo que nos gusta o disgusta, a que dejemos ver nuestras virtudes pero también los defectos… sino que se refiere también a otro aspecto: hay que manifestar sin engaños qué tipo de relación queremos cada uno.
No podemos dar por supuesto que los dos queremos lo mismo para un futuro juntos. Por eso hay que hablar de si nos gustaría o no casarnos; y del concepto que tenemos del matrimonio: ¿entendemos los dos que es una relación de amor para siempre, fiel, fecunda? ¿o no?
¿Es esto lo que queremos compartir, o queremos una relación distinta? Porque para decidir libremente si quiero o no compartir la vida con una persona tengo que conocerla suficientemente y saber que compartimos los rasgos principales sobre los que queremos fundar nuestro proyecto de vida juntos.
Si en el noviazgo somos sinceros, no faltará otro elemento esencial: los desencuentros y enfados. Un noviazgo sin enfados no es real: tienen que darse porque somos dos personas distintas. No podemos pensar igual en todo ni se trata de llegar a ser dos personas idénticas, sino de apreciar lo diferente y de aprender a llegar a acuerdos. O, al menos, a respetar las opiniones y deseos del otro que no compartimos.
Si no podemos resolver los desencuentros, o si hay cosas importantes que no podemos compartir, habrá que valorar si conviene o no continuar esa relación.
Dicho esto: si nos queremos, si hemos llegado a conocernos suficientemente y tenemos claro los dos que esta relación tiene sentido y que queremos compartir la vida, es el momento de dar un paso adelante. A veces puede dar un poco de vértigo: pero no podemos querer amarrar, asegurar y controlar todo porque amar es arriesgarse.
Una decisión madurada
Pero un buen noviazgo nos da razones suficientes para poder tomar una decisión madurada. Nos permite saber que nuestro amor es real y no una fantasía porque ya hemos experimentado que nos queremos de verdad, en los momentos buenos y en las dificultades.
María Álvarez de las Asturias es fundadora del Instituto Coincidir, especializado en el asesoramiento personal y familiar.
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