No dejes que las preocupaciones dirijan tu vida
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En El refugio secreto, una historia verdadera en la que unos judíos reciben ayuda para escapar de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, la autora Corrie Ten Boom escribe: “Preocuparse no vacía el mañana de su tristeza, vacía el hoy de su fortaleza”.
No sé tú, pero si yo hubiera estado envuelto en actividades tan peligrosas como en las que estuvo Boom, sin duda me habría preocupado. Aunque terminó encarcelada por sus acciones, sus fuerzas no flaquearon, quizás porque siempre mantuvo a raya su inquietud.
Es muy fácil caer en el hábito de preocuparse. Podemos preocuparnos por cosas grandes: ¿Estoy criando bien a mis hijos? ¿Escogí bien mi profesión? Y podemos preocuparnos por cosas pequeñas: ¿He olvidado cerrar la puerta del garaje? ¿He tomado la decisión correcta?
Admito que me las he apañado para preocuparme por todas estas cosas en algún momento. No diría que tengo un problema constante de ansiedad, pero las veces en que esa preocupación ha logrado controlarme están impresas en mi mente como una advertencia.
Por ejemplo, hace un tiempo, pensé que había cometido un tremendo error en el trabajo. Peor todavía, mi jefe también creyó que yo había cometido un error tremendo y mantuvimos una tensa reunión para abordarlo. Hicieron falta unos cuantos días para poner en orden el problema, pero fue una de las pesadillas más horribles y llenas de cortisol de mi vida.
Cuando intentaba dormir por la noche, mi corazón se aceleraba y mi cabeza se obsesionaba con problemas aunque sabía que no podía tratarlos hasta la mañana siguiente. No descansaba, me sentía fatal y mi productividad en otras áreas de mi trabajo se desmoronó. ¿Lo más absurdo de este incidente? Al final, resultó que yo no había cometido ningún error en absoluto y no había ningún problema que solucionar. Ojalá que, antes de descender a ese laberinto de ansiedad sin sueño, hubiera tenido las cosas más claras sobre qué estaba bajo mi control y qué no. Quizás lo hubiera gestionado todo mejor.
A menudo veo a otras personas en la misma situación y, en vez de sentir compasión, me pregunto por qué se preocupan tantísimo, por qué es tan importante y si quizá estarán exagerando. Sin embargo, cuando estás en sus garras, la ansiedad es un gran problema y nadie tiene derecho a juzgar desde fuera. Quizás no siempre tenga sentido que alguien se preocupe tanto, pero es una oportunidad para ver cuánto pueden llegar a debilitar las preocupaciones y ofrecerle apoyo sin juicios.
Para algunas personas, la ansiedad puede estar ligada a un problema de salud que tratar con los médicos, para otras personas es un hábito que se ha formado a lo largo de muchos años y que es difícil de superar. Con frecuencia llega con situaciones en las que todos nos encontramos de vez en cuando: crisis de relaciones, dificultades parentales, estrés laboral, etc. Quizás nunca sepamos del todo por qué está inquieta una persona, pero sabemos que esa inquietud nos sucede a todos.
San Francisco de Sales, autor de un libro sobre espiritualidad titulado Introducción a la vida devota, escribe sobre lo habitual que puede ser la ansiedad y cómo superarla. Con la excepción del pecado, afirma que “la inquietud es el mayor mal que puede sobrevenir a un alma”.
Y es que la inquietud destruye nuestra paz interior, hace que actuemos de formas temerarias e impropias de nosotros y, con el tiempo, afecta a nuestra espiritualidad porque estamos abrumados con distracciones y sentimientos de desesperanza. La preocupación puede convertirse en la raíz de muchos otros problemas.
Esto tiene sentido. Después de todo, ¿cuántas veces he tenido que disculparme después de pronunciar unas palabras duras o realizar acciones apresuradas en un momento en que “no era yo mismo” debido a la inquietud?
Internamente, esa ansiedad nos hace dudar de nosotros mismos y quizás incluso haga caer nuestra fe, porque nos hace volvernos hacia dentro, hacia nuestros propios problemas, evitando que miremos a Dios en busca de ayuda.
La frase de Corrie Ten Boom es un buen punto de partida para aliviar nuestras inquietudes. Recuerda: “Preocuparse no vacía el mañana de su tristeza, vacía el hoy de su fortaleza”. Ella nos ayuda a ver que la preocupación nos ataca allá donde no tenemos control. Así que, en vez de centrarnos en el peor de los casos de lo que podría o no suceder mañana, centrémonos en el poder que tenemos para gestionar nuestro día de hoy. Esto puede ayudarte a ganar pequeñas victorias que te animarán a seguir adelante.
San Francisco de Sales también ofrece una perspectiva útil al mostrarnos que la inquietud perjudica nuestra vida espiritual. Así que, durante tiempos de estrés, en vez de centrarte en el problema hasta llevarte a la locura, reflexiona sobre el tema durante un rato y luego tómate un descanso para dedicar tiempo a Dios. Todos somos amados incondicionalmente y ninguna preocupación en el mundo nos robará la paz interior donde podemos encontrarle a Él.