En la cultura japonesa, mostrar la debilidad o la imperfección es motivo de elogio. Relájate y toma nota si eres perfeccionista.
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Si te enseñaron a vivir con una espada de Damocles que te obliga a cumplir el deber constantemente, a estas alturas has descubierto que ese modo de comportarse es agotador. Pensar en el deber como último fin de nuestra vida ahoga la verdadera felicidad.
Los japoneses hace siglos que descubrieron el modo de compensar ese rigor. La cultura del País del Sol Naciente elogia aquello que transmite imperfección, porque en esa imperfección podemos encontrar valores como la ayuda, la solidaridad, la curación, la misericordia…
Así, por ejemplo, descubrimos lo grande que puede ser nuestro amor por una persona desde el día en que nos manifiesta su debilidad y nos confiesa que nos necesita.
Ese elogio de la imperfección se llama en japonés Wabi Sabi. Es una filosofía que incluso se aplica a la estética y a los materiales. Un bol que se rompe o que queda deteriorado por un golpe, no se desecha. En algunos casos, en el siglo XV, tuvo una manifestación tan curiosa como el Kintsugi o Kintsukuroi: consistía en que se rellenaba la fisura (la herida de la cerámica) con oro incluso. En otras culturas lo hemos visto en menor medida: un cántaro, una cazuela, una tinaja o una olla de barro a la que se le grapan unas lañas, por ejemplo.
La cultura Wabi Sabi puede servirnos también para la mejora de nuestra vida. Psicólogos como Tomás Navarro han lanzado algunas recomendaciones (también en las redes sociales) para que en nuestra vida encontremos posiciones de equilibrio cuando la obligación o el sentido del deber exagerados o el perfeccionismo nos apremian. Nada mejor que un baño de realidad, o sea, de imperfección.
A continuación tienes una galería fotográfica con 5 consejos que te ayudarán a vivir con más armonía:
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