Construida en 1626 por un sacerdote jesuita polifacético, es uno de los más refinados ejemplos de arquitectura misionera española
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Uno piensa en Arizona y quizás le venga a la mente la majestuosa belleza de maravillas naturales como el Valle de los Monumentos o el Gran Cañón. Sin embargo, a unos 16 kilómetros al sur de Tucson se encuentra una maravilla de obra humana que atrae a miles de visitantes cada año: la Misión de San Xavier del Bac, uno de los lugares católicos más antiguos de América del Norte.
Esta misión, que es la estructura europea más antigua de Arizona, fue establecida en 1692 por el padre Eusebio Kino, un jesuita italiano que viajó de Europa al “Nuevo Mundo” a finales del siglo XVII. Kino trabajó de forma especialmente activa en una zona que se corresponde con los Estados actuales de Sonora, México y Arizona, en Estados Unidos. Era conocido por su habilidad para cooperar con las poblaciones nativas locales, en especial los grupos de Pimería Alta, como las tribus Tohono O’Odham y Sobaipuri.
A diferencia de la mayoría de líderes coloniales españoles, Kino se oponía frontalmente a los trabajos forzados de los nativos locales y luchó por un tratamiento igualitario de las tribus locales. Hombre de múltiples talentos, Kino tenía formación como astrónomo, matemático y geógrafo. Gracias a sus exploraciones, ayudó a demostrar que la península de Baja California no era una isla, como se suponía antes. Como misionero, ayudó a establecer hasta 24 misiones y “visitas” (el equivalente de “ermitas”) hasta el momento de su muerte en 1711.
De todas las misiones que ayudó a levantar, la Misión de San Xavier del Bac sin duda destaca debido a su pintoresca historia. La estructura original se construyó en un logar que los locales conocían como “donde se adentra el agua”, debido a un fenómeno hídrico por el que el agua “desaparece” dentro de la tierra para resurgir a un par de kilómetros de distancia. Los jesuitas trabajaron esta tierra entre 1692 y 1767, cuando Carlos III de España prohibió la presencia de la Orden jesuita en tierras españolas de las Américas y la reemplazó con la Orden franciscana, que consideraba “digna de más confianza”.
Sin embargo, las cosas no fueron demasiado bien para los recién designados hermanos franciscanos. La misión empezó a atraer ataques de la tribu apache cercana, hasta que destruyeron el edificio en 1770. Pasaron más de diez años hasta que la misión volviera a funcionar, bajo la supervisión de los padres franciscanos Juan Bautista Velderrain y Juan Bautista Llorenz, quienes dirigieron la construcción de un nuevo edificio empleando a trabajadores locales de la tribu O’odham.
Velderrain y Llorenz optaron por un estilo arquitectónico híbrido, utilizando una mezcla de arquitectura colonial de Nueva España, barroco y elementos locales indígenas americanos. La fachada blanca de estuco de la iglesia fue decorada siguiendo diseños árabes y presenta una gran puerta de madera tallada que ayuda a aislar su interior del calor. Una rica colección de coloridas pinturas, tallas, frescos y estatuas de tres artistas españoles diferentes se emplearon para decorar sus interiores. La concha, un símbolo de peregrinación, es un motivo recurrente en las decoraciones de la iglesia, desde la fachada a las ventanas.
En 1797, la misión ya estaba totalmente restaurada y en esa época disfrutaba de la protección de la recién establecida colonia de Presidio San Agustín del Tucsón, a solo 11 kilómetros de camino. Sin embargo, los tiempos de paz no durarían mucho. En 1821, México ganó su independencia de España y, siete años después, en 1828, el nuevo Gobierno mexicano expulsó a todos los sacerdotes españoles del Estado recién establecido. Para 1837 ya se había marchado el último fraile franciscano de San Xavier, dejando vacía la misión.
A pesar de los esfuerzos de las tribus locales que intentaron conservar su arquitectura, el complejo empezó a degradarse rápidamente. Sin embargo, su destino levantó cabeza cuando, en 1858, Estados Unidos adquirió una porción de tierra de México en una transacción conocida como la Venta de La Mesilla (o Gadsden Purchase), donde se incluía el territorio de construcción de San Xavier. En 1868, el complejo ya había sido anexado a la diócesis de Tucson, que empezó la restauración del edificio.
Al poco, San Xavier era una vez más un próspero puesto remoto católico que ofrecía misas regulares y una escuela misionera nueva que atendía a los niños o’odham locales. En 1913, los frailes franciscanos regresaron por fin a San Xavier y, pocos años después, iniciaron un intenso proyecto de restauración para devolver el complejo a su esplendor original.
Parte de la obra incluyó la sustitución del estuco con base de cemento por adobe, que es menos susceptible de dañarse con el agua, la misma agua que llevó a las tribus nativas a referirse al lugar como “donde se adentra el agua”. Las decoraciones interiores de la iglesia también fueron objeto de una profunda restauración que devolvió los colores a su original intensidad.
En 1960, la misión fue declarada Hito Histórico Nacional por el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos (NRHP). Hoy en día, San Xavier del Bac destaca como uno de los ejemplos más refinados de la arquitectura misionera española en Estados Unidos y atrae hasta 200.000 visitantes cada año.