Donde las papalotol Monarca tienen su casa de Invierno
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Los antiguos moradores del Valle de Anáhuac, la que fuera “la región más transparente del aire” (centro-occidente de México) le llamaban “papalotol”. Según el Diccionario Breve de Mexicanismos de Guido Gómez de Silva, la expresión viene del náhuatl y está formada por papalli = hoja + otl = cosa. Literalmente, “cosa de hoja”.
Es como los mexicanos llamaban a la mariposa y que ha derivado en papalote, la cometa de colores con la que juegan los niños de México. Y México se ha hecho famoso por el patrimonio y reserva de las papalotl, las mariposas Monarca.
Cada año, en una estela multicolor de anaranjado y negro, las frágiles papalotl Monarca, realizan el mismo recorrido desde los bosques del sur de Canadá y del norte de Estados Unidos – en las Montañas Rocosas – bordeando la Sierra Madre Oriental hasta el “Santuario” que les ha sido asignado, en los límites del Estado de México y Michoacán.
¿Unas mariposas que recorren entre octubre y noviembre de cada año (sin faltar uno) más de 2.000 kilómetros (otras hasta 4.500) tan solo para hibernar, reproducirse y luego regresar, hacia el mes de marzo del año siguiente a dónde salieron? ¿Es esto posible?
Lo es. Porque en las partes altas del Estado de México y Michoacán, hacia el noroeste de la Ciudad de México, en los extensos bosques de oyamel, a 3.000 metros sobre el nivel del mar, las millones de mariposas Monarca encuentran en invierno tres condiciones ideales para preservar su especie: temperatura fresca; nubes y neblina y arboles que las protegen.
Los principales “santuarios” receptores de turismo son El Rosario, Municipio de Ocampo y Sierra Chincua, municipio de Angangueo, región considerada entre las cuatro bellezas naturales reconocidas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en suelo mexicano.
Su instinto es sabio y han encontrado en la región unas hierbas llamadas “venenillo” y “algodoncillo” que, además de alimentarlas, hacen que el bosque de pinos y oyameles de la zona también se preserve.
El norte, la muerte y la vida
Por lo demás, los mexicanos las consideran cincuenta por ciento suyas y las han ayudado a reproducirse como un tesoro natural: la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca comprende una superficie total de 56.000 hectáreas.
Con la finalidad de proteger los recursos naturales del área y en especial los fenómenos de hibernación, reproducción y migración de la mariposa Monarca, las actividades de observación popular de las mariposas Monarca, sólo podrá llevarse a cabo en los “santuarios” y senderos autorizados por las autoridades de medio ambiente de México.
Ir a verlas en su “Santuario”, su Casa de Invierno, el “Santuario Monarca” es posible solamente a través de los prestadores de servicios turísticos y guías autorizados, quienes son responsables de llevar a ver este espectáculo maravilloso a grupos no mayores a veinte personas cada uno.
Aquí os mostramos este Santuario:
Los “santuarios” abiertos al público en el Estado de México son el Parador Turístico El Capulín y Macheros y Parador Turístico La Mesa, mientras que por Michoacán son el Parador Turístico El Rosario; Centro de Cultura para la Conservación Sierra Chincua y el Parador Turístico Senguio.
Hay que subrayar que en el viaje desde Canadá y Estados Unidos, mueren tres generaciones de mariposas, mientras que las que nacen en México regresan a su hábitat de primavera-verano en el norte, concluido el invierno.
Los antiguos pobladores de esas tierras, tanto nahuas como purépechas y otomís tenían (y muchos la siguen teniendo) la creencia de que, cada año en cada mariposa, venía el alma de sus difuntos a visitarlos del norte, es decir, de donde los propios aztecas venían, y el lugar de los muertos.
Quizá porque están de regreso en las inmediaciones del dos de noviembre, Día de Muertos, un día en que las luces naranja y negro resplandecen en todo el país, honrando a las propias papalotl Monarca.