Una de sus obras más íntimas y profundas se publica en español
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Existía en inglés, pero el lector español no había leído lo que la corrosiva y católica escritora del sur de los Estados Unidos, Flannery O’Connor, había dejado en su diario, en una serie de “cartas a Dios” que ante la irracionalidad de la fe de la que hablaban de sus colegas, ella quería saber si increpaba a Dios “para estar tranquila”.
“Oh Señor, hazme mística ya”, se lee por ejemplo en este breve volumen.
El diario es una perla escrita entre 1946 y 1947, o sea, cuando esta escritora enferma de lupus tenía sólo 20 años. Acababa de dejar su Savannah natal en el estado sureño de Georgia en los Estados Unidos y se había instalado en Iowa donde inicialmente fue a estudiar Periodismo pero finalmente se matriculó en un curso de “Escritura creativa”, lugar de creación literaria y de estímulos culturales que forjó su vida y su escritura.
El cuaderno es un testimonio de alguien que se dirige a Dios como interlocutor y que acepta las propias contradicciones. En el libro, editado en español por Ediciones Encuentro y en una serie dirigida por la estudiosa de su obra Guadalupe Arbona, se encuentro el facsímil del diario original.
El Diario de Oración (traducido por Isabel Berzal Ayuso y por la misma Gudalupe Arbona Abascal) se llama A Prayer Journal en su versión original. En una nota a la traducción española, las traductoras se percatan que “el tono cómico y cáustico que recorre sus obras tiene un motivo estructural: las distorsiones divinas”.
“Flannery O’Connor no es una ingenua ni una sentimental y tiene la lucidez para ver lo fácil que es hacer de lo bueno algo perverso”.
Autora de dos novelas y de 32 relatos cortos, O’Connor (1925-1964), nacida en el seno de una familia católica en un ambiente altamente protestante, vivió toda su vida rodeada de pavos reales, pájaros varios y de cuadernos, donde escribía.
Su padre murió cuando ella tenía 16 años, enfermo de lupus, una enfermedad que también heredó ella. Flannery O’Connor vivió en la casa familiar Andalusia prácticamente dedicada a escribir. Sus cuentos no son dulces ni fáciles, y su humor se ha tildado de grotesco, irónico, genial y sobretodo ingenioso.