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Cuando las cosas no mejoran, ¿qué opción queda?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 31/01/19
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Deseo lo que no tengo y no me conformo con lo que poseo…

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Jesús sabe muy bien cuál es su misión. Él viene a sanar los corazones enfermos. Porque sus manos y su amor sanan las heridas. Viene a anunciar a los pobres la esperanza, la buena noticia de su presencia.

Viene a mí porque en mi pobreza sus palabras me llenan de sueños. Quiere erradicar la pobreza que no me deja mirar con alegría mi vida.

Tantas veces soy pobre porque deseo lo que no tengo y no me conformo con lo que poseo. En mi pobreza sueño siempre con más.

Y corro el peligro de perder la esperanza cuando las cosas no mejoran. Entonces Jesús viene a anunciarme que mi vida puede ser plena si creo en Él.

Me dice que todo puede tener mucho más sentido del que con frecuencia le encuentro. Jesús me anuncia la libertad a mí que soy esclavo.

Sé que vivo en un mundo de esclavos sin libertad. Yo mismo soy esclavo porque me falta la libertad interior.

Hay tantas dependencias en mi alma que me apegan a la tierra… Necesito desintoxicarme de mis apegos enfermizos.

Quiero ser más libre en mi corazón. Me alegra saber que Jesús me libera hoy de todo lo que me ata. Viene con su Espíritu a liberarme. A sacarme de las cárceles en las que yo me he recluido voluntariamente.

Jesús viene también con su luz y quiere que los ciegos vean. Que yo mismo vea. Porque estoy ciego y no sé mirar con hondura. Me fijo sólo en lo que no me da vida.

Me quedo en la superficie de las cosas. Y no soy capaz de ver lo bueno que hay en mi alma, en el alma de los que me rodean. Veo lo malo, lo sucio, lo feo.

Quiero aprender a ver la belleza, la verdad, la bondad. Y quedarme con esa mirada grabada en el alma.

Jesús lo puede hacer posible. A eso vino a la tierra. A liberar, a dar luz, a sanar. Su misión fueron buenas obras. Pasó haciendo el bien. Liberando, sanando, limpiando.

Me alegra pensar en la misión de Jesús. No vino para los que ya estaban cerca de Dios, vino para los marginados. Vino a revelar un Dios misericordioso para que todos pudieran sentirse amados por Él.

Su mensaje es de esperanza y salvación. El perdón es más grande que el pecado. Sobreabunda la gracia. La misión de Jesús es mostrar ese rostro misericordioso de Dios a los hombres.

No puede haber mayor regalo que la salvación esté presente para todos. No hace falta ser perfecto. Sólo tengo que reconocer la imperfección y acercarme conmovido hasta Jesús. Él, la misericordia encarnada, me espera con los brazos abiertos. Me abraza, me perdona.

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