¿Recuerdan el San Bartolomé de d’Agrate?
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En la historia del cristianismo, las imágenes han sido a veces objeto de veneración y otras de repulsión. Las revueltas iconoclastas (no solo durante la Reforma, sino también antes, con la Iconoclasia bizantina) en las que el opusieron el uso o mal uso de imágenes religiosas, crearon divisiones de carácter religioso, político y económico en la sociedad.
Sin embargo, siguiendo la Epístola a los Colosenses de Pablo, en la cual se presenta a Jesús como “la imagen del Dios invisible” (Col. 1: 15-18), los cristianos han entendido siempre que, si el Dios invisible se hizo visible como humano en el figura de Cristo, entonces no hay nada malo en el uso de imágenes para representar la deidad. Este entendimiento de la doctrina paulina permitió el desarrollo de una tradición artística excepcionalmente hermosa, en la que el cristianismo adaptó tanto las técnicas como algunos de los motivos ya presentes en el arte clásico griego y romano.
Además, debemos recordar que en varios pasajes del Antiguo Testamento, especialmente los que se refieren a la construcción del Templo, Dios mismo ordena a su pueblo crear imágenes (como ángeles, toros, serpientes) que formarían parte de la decoración del Templo, e incluso del Arca de la Alianza. En todos los casos, está claro que estas imágenes no deben ser adoradas (es decir, no son ídolos) sino veneradas. Las imágenes ayudan al creyente a orar, meditar y contemplar.
Aquí, queremos compartir con ustedes algunas de las esculturas católicas más hermosas de todos los tiempos, con un claro énfasis en el arte del Renacimiento.