El desarrollo en Ecuador de un prototipo habitable de emergencia hecho con eco-materiales
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“Una propuesta innovadora, de desarrollo tecnológico y sobre todo de utilidad”. Así se define este proyecto desde el propio Instituto Antártico Ecuatoriano, INAE.
Efectivamente, luego de tres años de arduo trabajo, el pasado 6 de febrero le fue entregado al INAE el denominado Refugio Antártico Ecuatoriano (RAE), el primeo de su tipo que será instalado en la estación Pedro Vicente Maldonado, en la Antártida.
La Universidad Católica de Guayaquil, a través de un acuerdo de cooperación, fue la encargada de impulsar este prototipo con el fin de que “sirva como habitáculo temporal en caso de emergencia para los expedicionarios y científicos ecuatorianos o extranjeros que desarrollan proyectos de investigación en la Antártida”, tal cual recuerda una reseña difundida por el propio IAE.
Está previsto que el proyecto se ejecute durante la XXIV Expedición Antártica Ecuatoriana (2019-2020).
Ver imágenes del refugio aquí (hacer click en galería):
Eco-materiales
Pero entre las principales características de este refugio se destaca el tema de sus materiales. Andrés Donoso, director del proyecto, reconoció en diálogo con El Universo de Guayaquil que “el refugio en su parte medular cuenta con tableros de fibras naturales como coco, banano y abacá, los cuales están rellenos con material aislante natural como fibras de cascarilla de arroz y aserrín de balsa”.
“Estos paneles de 25 cm de espesor están compactados y condensados de tal manera que no exista posibilidad de esparcimiento o contaminación”, especificó.
Al mismo tiempo, se indicó que el refugio cuenta con “cuatro paneles solares estratégicamente situados de acuerdo a la ubicación de la Antártida y también para protegerlos de los vientos”.
La fase experimental para el desarrollo de este prototipo se realizó en las cercanías del afamado volcán Chimborazo y ahora resta que se realicen los esfuerzos necesarios para el transporte del refugio hacia el continente blanco.
Mientras ello sucede, es bueno aplaudir un esfuerzo que busca servir y transformarse en caricia tanto para científicos como para expedicionarios. Pero también otra buena noticia para la “casa común” (Laudato Sí).
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