“Hay que ser siempre positivo”, “imagínalo y sucederá” porque “todo depende de tu actitud” pero, ¿qué pasa si las cosas te van mal? ¿Culpa de tus pensamientos que no han sido positivos?
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Si bien existen amplias evidencias de la relación entre nuestras actitudes, nuestros pensamientos y emociones, con respecto a nuestra salud y a nuestro entorno de relaciones, la extrapolación pseudocientífica y mágica de algunas de las serias conclusiones de la psicología positiva o de recientes investigaciones en neurociencias, a la literatura de autoayuda se ha vuelto un verdadero riesgo para la salud mental de las personas y se ha convertido en un floreciente negocio que vende ilusiones y mentiras a millones de personas que buscan vivir mejor o simplemente encontrar respuestas a sus problemas cotidianos.
Un mundo mágico
En la crisis cultural en la que estamos sumergidos y con la fascinación de un mundo tecnocrático, donde para cada problema habrá una “técnica” o un experto que nos traerá la solución del modo más inmediato posible, no es extraño ver el florecimiento de pensamiento mágico en cualquier ambiente, incluso entre profesionales, que, con una formación científica y técnica, buscan respuestas a sus dramas existenciales en relatos mágicos con un envoltorio pseudocientífico.
Las publicaciones en redes sociales, con imágenes que expresan felicidad y una frase positiva, inundan la cotidianeidad de las personas, como si la vida que sueñan solo dependiera de sus pensamientos y especialmente de ser optimista y pensar siempre en positivo.
Se repiten frases como: “no te olvides de ser feliz”, “todo depende de tu actitud”, “hay que ser siempre positivo”, “imagínalo y sucederá”, etc.
La consigna es: “si no te va bien en la vida, es porque no quieres, es porque no piensas de la forma correcta”.
¿Cuál es la conclusión? La culpa de que tengas problemas o dificultades es solo tuya por no pensar positivamente.
A pesar de lo absurdo de este razonamiento, se ha vuelto una fe dogmática en ámbitos empresariales y en los consumidores de libros de autoayuda.
A esto hay que agregarle la ideología promovida por libros como El Secreto (de Rhonda Byrne), y una vasta literatura New Age, donde se predica la llamada “Ley de Atracción”, como si fuera una ley “científica”, que nos enseña que los pensamientos influyen físicamente sobre la realidad.
Alcanza con saber lo que uno desea y “pedírselo al Universo”. ¡Cómo si el Universo fuera alguien o una especie de divinidad impersonal que te devuelve lo positivo o negativo que hagas!
Para darle un tono más “científico” se utilizan términos como “energías”, “vibraciones”, pero en realidad se refieren a realidades imposibles de verificar empíricamente.
Como la antigua creencia de un mundo dominado por espíritus buenos y malos, ahora se llaman “energías positivas o negativas”, o “buenas o malas vibraciones”.
La corriente del “Nuevo Pensamiento” o “Pensamiento Positivo” tiene su origen en Estados Unidos en el siglo XIX y se ha difundido a través de literatura sobre negocios, ventas, y en las últimas décadas en el mundo de la autoayuda con ribetes esotéricos.
¿Todo depende de tus pensamientos?
No se necesita demasiada argumentación para explicar que muchos dramas humanos, injusticias y problemas de salud, no dependen de los pensamientos de quienes los padecen.
¿O acaso quienes mueren de hambre es porque no piensan lo suficiente en la comida y el Universo no se las envía?
¿Se puede creer que quienes son víctimas de abusos y explotación atraen el sufrimiento con su mente? ¿Cuando alguien te roba o hiere es porque no piensas de la manera correcta?
El peligro de hacerle creer a la gente que es culpable de todas las cosas que le suceden no necesita demasiada explicación.
Esta forma de pensamiento mágico es muy atractiva para quienes no quieren pensar en la complejidad de la realidad y en las estructuras sociales que hacen que millones de seres humanos padezcan injusticias a diario.
Cuando es obligatorio sonreír
Hay ámbitos donde no se tolera que alguien diga que “no está todo bien”. Se lo margina o se lo excluye como un “negativo”, “pesimista” o de “mente cerrada”.
Cuando los slogans o discursos motivacionales empujan a vivir bajo la obligación de “mantenerse positivos” a toda costa, aunque todo vaya mal, las personas se ven obligadas a ocultar sus sufrimientos y a vivir en un mundo artificial.
Si a alguien le dan una mala noticia, o un diagnóstico de una enfermedad terminal, quienes le rodean, en lugar de abrazar su dolor y ayudarle a seguir sin negar la realidad, le imponen enseguida una solución: “pero tienes que verle el lado positivo”, “lo importante es mirar para adelante”, “vamos, ánimo que se puede”, etc.
Estas actitudes que parecen tan positivas y llenas de amor, terminan siendo muchas veces una solapada actitud egoísta, despiadada e indiferente ante el dolor ajeno.
El miedo al dolor del otro y a no saber como abrazarlo y convivir con él, hace que escapemos rápido a la respuesta de la sonrisa feliz que parecería sacarnos mágicamente de cualquier abismo. En realidad, es una fuga de la realidad, superficial e individualista.
Hoy vemos como en las redes sociales las personas sienten la obligación de publicar momentos felices irreales.
Incluso hay muchos adolescentes y jóvenes que creen que las fotos de Instagram de sus amigos son la realidad.
El “exhibicionismo de la felicidad” se ha vuelto un mandato social que ahoga a quienes no saben cómo hacer frente a las dificultades diarias de su vida.
Es totalmente antinatural presionar a la gente para que esté siempre contenta y con pensamientos positivos las 24 horas del día.
El imperio de la frivolidad
Se escuchan cada vez más oradores que con unas pocas ideas sacadas de contexto, ya sean de filósofos, científicos o artistas, repiten frases vacías, que luego las ponen en fotos, como si tuvieran un poder mágico para cambiar la vida de sus seguidores.
La sociedad actual, donde se buscan soluciones rápidas y superficiales para cualquier tipo de problemas, es un caldo de cultivo para que surjan gurús que dejan encandilados a sus oyentes con ideas pobres que simplifican la realidad.
La gran mayoría de los libros de autoayuda, muchos de los cuales acaban convirtiéndose en ‘bestsellers’, están llenos de un sentimentalismo vacío de ideas, de pensamientos simples y de ilusiones mágicas.
La pobreza cultural que crece a pasos agigantados es el terreno fértil para que cada vez más oportunistas vendan humo a multitudes deseosas de una idea que les haga sentirse mejor.
Un mundo sediento de profundidad
El cultivo de amistades verdaderas y profundas, de tiempo para el silencio y el cuidado de la interioridad, de lecturas que nos den una visión más amplia de la vida, nos ayudarán a un mejor conocimiento de nosotros mismos y de los demás.
Salir de una lectura de simples frases sueltas para sumergirse en un buen libro, preferentemente algún clásico de la literatura universal, o de un autor de espiritualidad que ya sea parte de una tradición espiritual, es un camino más seguro para ordenar pensamientos y sentimientos, que hacer zapping de frases motivacionales o correr detrás del gurú de turno.