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“Sodoma”, ni un “Código Da Vinci” ni un “Vatileaks gay”

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Arthur Herlin - publicado el 21/02/19
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La víspera de la publicación de su libro, Frédéric Martel, se entregó el 20 de febrero, durante una agitada rueda de prensa en Roma, a un auténtico alegato en pos de su libro delante de numerosos periodistas, entre ellos varios vaticanistas escépticos.

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Se dice de Sodoma que era “el Código da Vinci del papa Francisco, o incluso un Vatileaks gay”, exclamó Frédéric Martel, que viajó a Roma para presentar su obra ante numerosos periodistas ─entre ellos una gran presencia de vaticanistas─ en la víspera de la publicación mundial y simultánea en ocho idiomas y una veintena de países. Según el autor, el libro no es nada de lo dicho, sino que, según él, sus 630 páginas serían una auténtica investigación realizada a lo largo de cuatro años en el seno del Vaticano, con 1500 personas entrevistadas cara a cara, sobre el tema de la homosexualidad en la Iglesia.

La publicación el mismo día que el inicio de la cumbre organizada por el Vaticano sobre la protección de los menores no sería más que una casualidad del calendario, asegura el autor, mucho menos una operación de marketing. El autor defiende que el objetivo de la obra sería aportar su grano de arena en la denuncia de la “cultura del secreto” que, según él, prevalecería en la Iglesia. Porque, aunque no haya ningún vínculo entre homosexualidad y pedofilia, no es menos cierto que, según asegura el escritor, hay una cierta “hipocresía” en el origen de los dos fenómenos: “Siento decirlo, pero en la mayoría de situaciones en las que un obispo encubre a un sacerdote pedófilo, es porque él mismo es gay”, espetó Martel.

“El lobby gay es una invención”

Aunque disguste a algunos, “el lobby gay es una invención”, proclamó también el escritor. En el seno del Vaticano, los identificados como homosexuales “no tienen ni objetivo ni organización”. De hecho, más bien al contrario, estarían muy aislados unos de otros, sin una verdadera causa común: “Están todos encerrados en sus miles de armarios”.

Frédéric Martel afirmó incluso que, para su estudio, entrevistó a cerca de 1500 personas, entre ellas 41 cardenales, 52 obispos y monseñores, así como 45 nuncios y 12 guardias suizos. Ante los incrédulos vaticanistas que consideraban imposible hacer hablar siquiera a un guardia suizo de servicio, el escritor blandió a modo de prueba el número de uno de ellos.

A otro periodista que dudaba de que hubiera podido reunirse con tantos cardenales, Frédéric Martel le respondió mencionando los selfis que se hizo con ellos y que publicó en su cuenta de Instagram. Nada convincente para un periodista estadounidense que lleva 30 años trabajando en el Vaticano y para quien eso no constituye una verdadera prueba de haber mantenido conversaciones serias. Y esto hizo perder la paciencia a Frédéric Martel, que respondió al estadounidense diciendo: “¡Señor, usted no sabe nada del Vaticano!”.

Un discurso bien edulcorado ante las contradicciones 

Igualmente, cuatro años de investigación le habrían permitido certificar que nada menos que el 80% de los sacerdotes son homosexuales. No obstante, delante de los vaticanistas, Frédéric Martel edulcoró un poco su discurso, bien engrasado, eso sí, manipulando las impactantes frases ya utilizadas en otras intervenciones. De este modo, insistió en que la cifra la había expresado un sacerdote entrevistado en su libro y no él mismo. Una declaración que no le ha impedido hacer referencia sistemática a “una gran mayoría” de homosexuales en numerosos sectores de la Iglesia, sobre todo en el colegio cardenalicio.

Solamente el papa Francisco despierta un poco de misericordia a sus ojos, ya que, a pesar de algunas polémicas publicaciones, había declarado: “¿Quién soy yo para juzgar?”. Mientras trabajaba, “terminé por amar a este Papa”, afirmó el escritor en Roma, considerando que estaba en sintonía con el Pontífice, en especial cuando multiplica los ataques contra “la hipocresía” generalizada en ciertos sectores de la Iglesia. Hasta tal punto lo valora que ha mandado entregar al Pontífice en mano la versión en español de su libro, asegura, a través de un obispo “muy importante”. Nadie va a verificarlo.

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