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Esta obra sigue siendo una importante inspiración espiritual desde hace 6 siglos
Hace seiscientos años, se comenzó a escribir La imitación de Cristo, que se convertiría en uno de los libros más leídos y traducidos en el mundo cristiano, el lugar al que acuden innumerables santos. Y, sin embargo, poco se sabe del autor Tomás de Kempis, nacido como Thomas Hemerken en la ciudad de Kempen, en el oeste de Alemania, entre 1379 y 1380.
Alrededor de los 12 años, se dirigió a la ciudad holandesa de Deventer para estudiar con el destacado teólogo Florentius Radewyns. En esa época, Deventer era un epicentro del renacimiento de la “devoción moderna”, que buscaba emular la intensidad religiosa de los primeros cristianos. Esta atmósfera tuvo un gran impacto en el joven de Kempis, quienes, además de recibir tal influencia devocional, se distinguió como un estudiante sólido y un hábil copista de manuscritos.
Más tarde ingresó en un monasterio cercano, donde residiría durante las próximas siete décadas. Ordenado sacerdote en 1413, continuó dedicando numerosas horas a ser mentor de novicios y a copiar o componer manuscritos.
Dependiendo de la fuente, Kempis comenzó su obra magna en algún momento entre 1418 y 1420. Escrito en un estilo simple y directo, la Imitación se ve como el trabajo arquetípico del movimiento de devoción moderno, que, entre otros objetivos, se esforzó por hacer la religión más fácil de comprender.
La Imitación consiste en cuatro libros de instrucción espiritual. Su autor exalta la humildad como la virtud más alta y, como uno podría imaginar, enfatiza lo espiritual sobre lo material. Aunque defiende la vida ascética, recomienda el ascetismo moderado, en oposición a sus versiones más extremas.
Su popularidad fue inmediata y persistentemente espectacular: aparte de la Biblia, la Imitación fue el libro que se imprimió con más frecuencia en el siglo XVI. Había llegado a las 740 ediciones en 1650, y 1.800 ediciones habían sido impresas hacia el año 1779.
Aunque algunos podrían considerar que la Imitación está orientada en gran medida a la vida monástica, claramente atrajo a un público mucho más amplio. De hecho, el atractivo del libro ha sido notable, y posiblemente muy singular, pues siguió provocando la admiración de las personas en ambos lados del cristianismo posterior a la Reforma.
El cuarto y último libro de la Imitación se completó en 1427. En los años siguientes, Kempis sirvió a su monasterio en un puesto de responsabilidad. Sin embargo, al poco, fue relevado de tales deberes para poder concentrarse en la escritura y la contemplación, que estaba más en línea con su talento y personalidad.
Físicamente, Kempis era un hombre de estatura media con tez oscura, frente ancha y ojos penetrantes. Tenía una disposición afable, junto a una necesidad de soledad que surgía con frecuencia. Cuando se separa de los demás para poder dedicarse a la oración, se sabía que decía: “Debo ir: alguien está esperando para conversar conmigo en mi celda”.
Rara vez hablaba de temas cotidianos y parecía tener poco interés en ellos. Pero cuando una discusión se dirigía a lo espiritual, solía salir de él un “torrente de elocuencia”.
Tomás de Kempis murió el 8 de agosto de 1471, cuando tenía unos 90 años. Aunque su nombre es famoso, los detalles de su biografía siguen en una relativa oscuridad. Esto probablemente se debe a que vivió una vida devota pero aparentemente con pocos sobresaltos, casi nunca se aventuró lejos de su monasterio, llegó hasta la vejez y murió de una manera muy alejada de cualquier glorioso martirio. Además, nunca se ha planteado la canonización. Un arzobispo bávaro del siglo XVII intentó lanzar la causa de beatificación de Kempis, pero el arzobispo murió antes de que la causa ganara mucha atención, y desde entonces no se ha logrado ningún progreso adicional.
Unos 200 años después de la muerte de Kempis, comenzó a surgir una seria controversia sobre la autenticidad de su autoría de la Imitación. Se consideraron otros escritores espirituales como posibles autores, en su lugar. Sin embargo, las investigaciones posteriores disiparon las dudas sobre su autenticidad. Desde 1910, la Enciclopedia Católica declaraba “completamente zanjada” la disputa sobre la autoría.
Otra discusión, pero esta difícil de resolver, es si es posible que un simple mortal pueda imitar con éxito a Cristo. Por muy difícil que resulte, resulta alentador que tantas personas hayan mostrado interés en imitarlo. Y viendo que la Imitación nunca se ha dejado de publicar hasta hoy, se debe concluir que la obra maestra de Kempis continúa facilitando esta noble, aunque difícil, búsqueda.
En conmemoración del 600 aniversario de la Imitación, se publicará una edición ilustrada especial.
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