El caso de España: las políticas de incentivo a la natalidad no funcionan… Algo más tiene que cambiar
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España tiene un grave problema de natalidad y los datos del INE vuelven a corroborarlo. En la primera mitad del año 2018 se registraron 179.794 nacimientos de residentes en España, el peor dato desde que existen registros semestrales en 1941. Solo en el último año se ha registrado un descenso de la natalidad del 6%, lo que refleja hasta qué punto las políticas de estímulo de la maternidad y la paternidad no han dado ningún resultado.
A estas políticas hay que añadir las dificultades que ya de por sí tienen las familias a la hora de conciliar la vida laboral y la vida familiar y cómo lograr la corresponsabilidad en el hogar todavía sigue siendo tarea pendiente.
Por eso, no es extraño el ver cómo en ocasiones uno de los miembros de la familia quiere tener un hijo y cómo el otro, ni se lo plantea o se niega en rotundo, con lo que de ello se deriva….
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Ya no hablo de que sea uno ( madre o padre) o sea el otro, sino el hecho de querer que venga otro niño al mundo con lo que eso implica:
Un hijo es un regalo, fruto del amor de los padres. La maternidad y la paternidad forman parte inseparable del matrimonio y el hecho de tener hijos supone y más en estos tiempos, un acto de generosidad, cuando no de heroísmo.
Renunciar a proyectos personales y al yo para traer un hijo al mundo, fruto del amor, es una inmensa fuente de felicidad y complicidad de los dos (padre y madre). De hecho, cada hijo es la plasmación hecha carne del amor a los esposos.
Esta realidad no se ve así en algunas parejas y parece que el hecho de que llegue un hijo la vida, corresponde más a lo que toca por ciclo vital, ( bien sea porque es el paso siguiente a irnos a vivir juntos, a llevar un tiempo casados o una vez que nos hemos realizado profesionalmente y hemos viajado a los lugares más exóticos, históricos o de moda, ahora toca tener hijos….). Pero el hecho es que los hijos llegan cuando llegan y no cuando uno quiere o puede.
Un hijo no es un trofeo que anhelo y que obtengo cuando juego, un hijo, es fruto de un amor intenso entre dos personas que se hace carne y que hace que “tú” y “yo” ya no seamos sólo tú y yo, sino que seamos “nosotros”.
Un hijo implica no sólo la generosidad de la renuncia a otros proyectos más individuales, sino un darse para hacer que éste sea lo que está llamado a ser como persona.
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Una mujer que esté pensando tener un hijo es importante que se lo comunique a su pareja y junto con ese deseo de ampliar la familia, le exprese sus anhelos, expectativas, miedos y dudas que esa decisión conlleva, para que juntos puedan actualizar el proyecto familiar que en su día dibujaron y compartir cómo lo están llevando a cabo, siendo responsables a la hora de tomar una decisión compartida como esa.
Un hijo es una vida que viene al mundo para ser quien está llamado a ser y que va a necesitar de sus padres no sólo el cuidado físico y el sustento material, sino que va a necesitar de su cariño incondicional
Un hijo va a sacar lo mejor de nosotros, porque es un regalo que nos da la vida, pero sobretodo es el fruto más visible del amor de dos personas, que en ese compartir no sólo su cuerpo sino también su corazón, pueden engendrar una vida y esa decisión, dada su importancia tiene que ser compartida y nunca impuesta, con generosidad y hoy en día con alta dosis de heroicidad, pero sabiendo que siendo un regalo, es la esencia de la vida, nuestro motor para ser felices, porque un hijo, dará muchos quebraderos de cabeza, pero es una fuente inagotable de alegría.
Mercedes Honrubia es orientadora y mediadora familiar del Instituto Coincidir