Por mucho que los padres sepan que no crían a sus hijos para quedarse con ellos eternamente, el periodo de emancipación nunca es fácil. Aquí tenéis unos consejos para no estancarse y avanzar
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Christine, que ganó dos kilos después de la marcha consecutiva de sus dos hijos, afirma que sintió como un “desgarro”. Durante un año, se deshacía en lágrimas en cuanto entraba en la habitación de los hijos.
Por otro lado, Diane, cuando se marchó su hija mayor, se “sumió en la hiperactividad” para hacer frente a su tristeza. Simultaneó un curso de formación profesional de ebanistería lejos de casa y dos trabajos. Además de un compromiso religioso que se convirtió “casi en un trabajo más”. Este estado melancólico o incluso depresivo puede durar varios meses o tal vez años. Pocos padres se salvan.
Aunque este síndrome puede ocurrir con la partida de cualquier hijo, es predominante con el primero y con el último. Afecta especialmente a las madres y está creciendo entre los padres, en la actualidad más implicados en la educación que las generaciones precedentes. Entre la hiperactividad y el letargo, ¿hay una tercera vía en la que embarcarnos para lograr influir positivamente en nuestras vidas y las de los demás?
La psicóloga Charlotte de Coupigny, terapeuta familiar y psicóloga del consultorio Contextes et thérapies, anima a sus pacientes a aprovechar este periodo para “escucharse y abrir un mar de posibilidades”. Les invita a cambiar de casa, a aventurarse a escribir una tesis o participar en una misión humanitaria. En vez de convertir en santuario el dormitorio del hijo emancipado, la psicóloga propone, por ejemplo, transformarlo en un taller de costura.
Una apertura al exterior
Las remodelaciones son saludables, aunque a veces los niños puedan oponerse a ellas. “Cuando escuchamos nuestros deseos, enviamos un mensaje positivo a los niños. Les decimos que la vida es bella, les animamos a no inquietarse por sus padres, ¡y eso es precisamente lo que necesitan saber!”. Otros padres, liberados de las ataduras de los horarios educativos, ven vía libre para implicarse más en su trabajo. Diane ha subrayado que ella ahora trabajaba más, pero sin sentirse culpable.
Este periodo de ajustes a menudo llega en el momento preciso para dar vida a otros proyectos, renovar las relaciones con los amigos, ocuparse de la casa, preparar los reencuentros con los hijos emancipados… Desde que se marchó su hijo único, Capucine ha cumplido un viejo sueño de estudiante. Ha cogido su agenda de contactos y ha enviado una invitación a sus testigos de boda para ir juntos a hacer el Camino de Santiago. Dos amigas respondieron a la convocatoria.
Otras personas deciden también emplear su tiempo libre para ocuparse más de los demás. Diane “por fin” pudo responder a las solicitudes de la fundación social Emaús y del coro de su pueblo, Michaëlla ha montado una cafetería Joyeux en Burdeos…
Esta abertura hacia el exterior no es la única solución. Esta etapa también es una excelente oportunidad para realizar un reordenamiento interior. Cuando quedan otros niños en la casa, la marcha de uno de los mayores puede permitir a los demás ocupar un nuevo lugar entre los hermanos y disfrutar de una mayor atención de los padres.
Arnaud se ha dado cuenta de que empezó a dirigirse más al tercero de sus hijos para trasmitir alguna información o para hacer bricolaje en la casa, cosas que antes asignaba al mayor de los hermanos. Pasa también más tiempo con el cuarto hijo durante sus partidos, en vez de dejarlo en la puerta del estadio. Balance: los dos “pequeños”, que ahora son grandes, hablan más y han ganado más confianza con él.
Alegrías inéditas
La pareja, por supuesto, centrada en la educación durante veinte años, puede experimentar un renacimiento tras la emancipación de los hijos. Según Charlotte de Coupigny, “hay que replantear la estructura misma de la pareja, ya que con frecuencia ha sido más parental que conyugal durante los años educativos”.
La transición entre nido lleno y nido vacío no siempre es fácil de vivir. “Mi marido estaba resentido con mi depresión tras la marcha de mi hija, cosa que aumentaba más mi tristeza”, resume Christine. “Deberíamos haber planificado más el momento de su emancipación despegándonos progresivamente de ellos y buscando actividades comunes para nosotros como pareja”, confiesa.
Como Diane y Benjamin, que decidieron prepararse para esta difícil etapa haciendo un retiro con la comunidad Fondacio: Pareja y trabajo, el equilibrio que queremos. “Al salir de la sesión, nos dimos cuenta de que todavía teníamos muchas cosas que descubrir el uno del otro, muchos planes pendientes y que, definitivamente, ¡no sabíamos siempre lo que pensaba el otro!”, confiesa Diane.
Después de esta sesión, decidieron marcharse cinco meses a América del Sur con los tres hijos menores (los dos mayores ya emancipados se les unirían en verano).
El distanciamiento de los niños ofrece también unas alegrías inéditas. “Empecé a llevarlo mejor al cabo de un año, cuando pensaba más en ellos que en mí en el sentido de que pude alegrarme porque habían levantado el vuelo, porque eso significaba que nosotros habíamos tenido éxito en nuestra misión como padres”, admite Christine.
Arnaud comparte la misma opinión. Su hija mayor se marchó a Australia para continuar con sus estudios y desde entonces su relación fue de adulto a adulto. Ahora habla a su hija de forma diferente e incluso le pide consejos para la educación de sus hermanos menores: “Ahora considero que he hecho gran parte de mi trabajo y tengo confianza en que seguirá por el buen camino”. Un estado de ánimo que es más fácil de adquirir, admite, cuando los niños están felices en su nuevo nido.
Una oportunidad de mejorar la vida espiritual
¡El nido vacío oculta también algunos beneficios espirituales inesperados! El redescubrimiento del silencio de la casa y del tiempo libre es propicio para la introspección y la oración. Capucine, que se describe como estresada por naturaleza, reflexionó sobre aquello que quería realmente. Entonces se dio cuenta de que consideraba esta segunda etapa de su vida como una oportunidad de retomar su vida de fe. Así, encontró la serenidad yendo a misa todos los días y con la guía de un director espiritual.
A Diane le encantaría poder rezar en pareja, aunque en la práctica sigue siendo difícil. Otros encuentran tiempo para la adoración en una parroquia o se inscriben en una escuela de oración. Afortunadamente, no faltan posibilidades para alimentar la fe. Sin duda, Capucine tiene razón: “si Cristo llena el nido vacío, ¡el síndrome será erradicado!”.
Olivia de Fournas