La fundación creada por chefs que atiende a niños y ancianos vulnerables en Caracas, una muestra más de solidaridad y amor al prójimo.
El sugerente nombre corresponde a una organización sin fines de lucro que funciona en Caracas, una de las zonas donde, según estudio de Cáritas Venezuela, el 11,4% de los niños menores de 5 años padece malnutrición moderada o severa. Espantados por la indolencia del Estado, un grupo de chefs de los mejores restaurantes de la capital se dispusieron a tomar acciones.
La fundación ha logrado movilizar a casi una decena de restaurantes y a cientos de voluntarios para recolectar alimentos, cocinar y servir a diario más de 500 comidas en tres comedores infantiles de zonas populares y una residencia de ancianos sin hogar. Con especial énfasis, se han focalizado en el Hospital J. M . De Los Ríos, donde se encuentran menores con dolencias graves, cuyas familias carecen de recursos para mantener la diaria proveeduría de alimentos. Hasta ellos llega la sustanciosa sopa que preparan los entusiastas activistas de “Barriga llena, corazón contento”, esperada y recibida con verdadera ansiedad en el hospital caraqueño.
David Akinin es el creador de la idea y el generador de la gran animación que reina alrededor del proyecto que apareció con ocasión de la fatal vaguada que azotó el litoral caraqueño en 1999 y que dio lugar a lo que todos conocen como “la tragedia de Vargas” debido a la cantidad de muertos, desparecidos y gravísimos daños estructurales causados a los habitantes del lugar. David organizó, a través del Grupo Ara – conocido consorcio de tiendas de delicatesses- una iniciativa que luego cristalizó en lo que hoy es “Barriga Llena, corazón contento”. En aquella ocasión, lograron generar un millón de comidas para los sobrevivientes del deslave.
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Años después, en plena crisis actual, David recibió la llamada del director del mencionado hospital de niños quien le informó de la retirada del concesionario que dispensaba las comidas. David se acercó al hospital y confiesa: “Fue una de las experiencias más impactantes de mi vida. Entré en una realidad-país desconocida para mí. Me da pena hablar de esto, pero caminar sobre desechos orgánicos y constatar el estado en que se encontraba este, otrora gran hospital, me produjo una impresión devastadora”. De inmediato puso manos a la obra.
Comenzó llamando a los chefs más famosos del país los cuales respondieron de manera inmediata. Cada día, uno de esos locales enviaba sopas al hospital y a la Casa Hogar Madre Teresa de Calcuta. “A decir verdad –cuenta David- debo reconocer que, en ocasiones, hemos llegado al punto de la desesperación por la magnitud de la necesidad y las condiciones del desabastecimiento, pero nos hemos dado cuenta de que hay que rediseñar estrategias y convocar a la comunidad. La gente en este país es increíble. A pesar de sus problemas tiene la necesidad de ayudar a los demás. Los voluntarios aparecen de la nada y solo hay que organizarse”.
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Ahora trabajan en un proyecto para educar a las personas a fin de que gestionen su propia emergencia. Están convencidos de que no se trata de regalar siempre, sino de enseñar a manejar las realidades.
“Es cuestión –explica David- de hacer el bien, no crear dependencias”. Es el riesgo en medio de estas calamidades. Así que se han esmerado en reunir a las madres para indicarles cómo actuar, qué recetas de emergencia preparar sin desmejorar la nutrición, cómo manipular los alimentos para no poner en riesgo la salud y hasta la manera de comercializar sus preparados y emprender su propio negocio a fin de obtener algún beneficio extra. Están preparando videos y visitando comunidades para motivar al respecto. “No solo de pan vive el hombre –recuerda Akinin- hace falta dar herramientas poderosas a la gente para que entienda que es posible ser autosuficiente”. El objetivo es pasar de un modelo de ayuda asistencialista a otro más formativo que contribuya a “transformar realidades”.
La evolución del proyecto ha sido exponencial. Se les ha unido mucha gente, no solo chefs. Hay panaderos y dueños de merenderos que aportan hasta cestas de pan y otros productos para procesar y luego distribuir. El que provee pollos les deja un cargamento adicional donado para el noble propósito. “Por ratos, me da la impresión de que ¨Barriga llena, corazón contento¨ ya somos 30 millones de personas, es decir, todo este país, a juzgar por el entusiasmo y la colaboración”. Hay gente que los replica en la provincia. No obstante, incorporados y activos, se cuentan 10 restaurantes con sus respectivos chefs y grupos de voluntarios que consiguen preparar sopas a diario para 120 niños, 90 abuelos en la Casa Hogar y unas 500 comidas destinadas a los comedores públicos.
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Una compleja logística está en marcha. Hay gente que envía insumos hasta un centro de acopio. Se procesa y se elabora en base a una receta muy estricta. “Para nosotros, esta sopa es algo muy especial, una gran responsabilidad y lo hacemos con dedicación y esmero”. Hay un personal voluntario dedicado a eso y lo hacen apasionadamente porque saben a dónde va ese alimento. “Hay que decir –acota David- que a los trabajadores de los restaurantes no se les paga adicionalmente por eso. Forman parte del voluntariado a los efectos de esa sopa”.
La entrega, a tiempo y en caliente, es otro reto. Normalmente, hay un grupo que se ofrece a trasladar las comidas desde los restaurantes; otras, el propio restaurant pone sus vehículos para el reparto; “y a veces -cuenta David- yo mismo he sido el encargado, con mi propio automóvil”.
Un trabajo enorme si se considera que esos locales no paran su actividad regular. Cada uno de esos restaurantes funciona sin parar, siguiendo su rutina. Los responsables de la afamada “Casa Bistro” son los pioneros generosos y tenaces de todo este esfuerzo. La sonrisa de los familiares y de los niños, así como de los abuelitos de la Casa Hogar, “son nuestra mayor alegría y recompensa”, aseguran.
Y David termina con una reflexión: “La alimentación es un asunto de Estado. No es posible que nos jactemos de tener armamentos sofisticados y no podamos alimentar a nuestra gente. Por mucho que hagamos, antes las ingentes necesidades y frente a esta crisis feroz, todo lo que hagamos será paleativo. Lo primero son las personas. Esa es la ineludible responsabilidad del Estado”.
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