Segunda prédica cuaresmal de Cantalamessa: “El paraíso es Dios y Dios está en mi corazón”
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“Entra en ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”. Este llamamiento resonó hoy en el Vaticano, en la segunda prédica de Cuaresma ofrecida al papa Francisco y a sus colaboradores por Raniero Cantalamessa.
Es una invitación que ya tiene siglos. De san Agustín:
“Entrad de nuevo desde vuestro vagabundeo que os ha sacado del camino; volved al Señor. Él está listo. Primero entra en tu corazón, tú que te has hecho extraño a ti mismo, a fuerza de vagabundear fuera: no te conoces a ti mismo, y ¡busca a aquel que te ha creado!”.
“Vuelve, vuelve al corazón, sepárate del cuerpo… Entra de nuevo en el corazón: examina allí lo que quizá percibiste de Dios, porque allí se encuentra la imagen de Dios; en la interioridad del hombre habita Cristo, en tu interioridad eres renovado según la imagen de Dios”.
¿Y cuál es el “lugar” en que cada uno de nosotros entra en contacto con el Dios vivo? En sentido universal y sacramental este “lugar” es la Iglesia, pero en sentido personal y existencial es nuestro corazón, lo que la Escritura llama “el hombre interior”.
Cantalamessa reconoció que “no todos pueden ir a un desierto exterior; pero todos podemos refugiarnos en el desierto interior que es nuestro corazón”
Para el predicador del Papa, la interioridad es un valor en crisis. “La “vida interior” que en un tiempo era casi sinónimo de vida espiritual, ahora, en cambio, tiende a ser mirada con sospecha”.
“Un síntoma revelador de este descenso del gusto y estima de la interioridad es la suerte que ha tocado a la Imitación de Cristo que es una especie de manual de introducción a la vida interior -apuntó-. De libro más amado entre los cristianos, después de la Biblia, ha pasado, en pocas décadas, a ser un libro olvidado”.
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¿Por qué la interioridad está en crisis?
Cantalamessa destacó algunas causas de esta crisis: la propia “composición” humana, de carne y espíritu, “hace que seamos como un plano inclinado; inclinado, sin embargo, hacia lo exterior, lo visible y lo múltiple”.
“Como el universo, tras la explosión inicial (el famoso Big Bang), también nosotros estamos en fase de expansión y de alejamiento del centro. “No se sacia el ojo de mirar, ni el oído se sacia nunca de oír”, dice la Escritura”, explicó.
Otras causas son, en cambio, más específicas y actuales. Una es la emergencia de lo “social” que es ciertamente un valor positivo de nuestros tiempos, pero que, si no se reequilibra, puede acentuar la proyección hacia lo exterior y la
despersonalización del hombre.
En la cultura secularizada y laica de nuestros tiempos el papel que desempeñaba la interioridad cristiana fue asumido por la psicología y el psicoanálisis, las cuales se detienen, sin embargo, en el inconsciente del hombre y en su subjetividad, prescindiendo por su íntimo vínculo con Dios.
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La interioridad cristiana es encuentro
Ya los profetas de Israel lucharon para trasladar el interés del pueblo desde las prácticas exteriores de culto y del ritualismo, a la interioridad de la relación con Dios, recordó Cantalamessa.
“Rasgaos el corazón, no las vestiduras”: es el tipo de reforma religiosa que Jesús retomó y llevó a cabo. Él quiso renovar la religiosidad judía, terminada a menudo en lo seco del ritualismo y del legalismo, poniendo en el centro de ella una relación con Dios íntima y vivida, añadió.
Y destacó que Cristo “no se cansa de apelar a ese ámbito “secreto”, el “corazón”, donde se opera el verdadero contacto con Dios y con su voluntad viva y del que depende el valor de toda acción”.
Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- habita en el alma del bautizado. La interioridad cristiana, más que una técnica de concentración y meditación, es “el encuentro con Cristo vivo en el corazón”.
Santa Isabel de la Trinidad está en la línea de la más pura interioridad objetiva, cuando escribe: “Yo he encontrado el paraíso en la tierra, porque el paraíso es Dios y Dios está en mi corazón”.
En una civilización toda proyectada hacia lo exterior, la persona ignora lo que se agita en el fondo de su corazón. Por eso es urgente recuperar la interioridad.
Muchas personas prefieren el ruido al silencio, no quieren pensar, y eso las hace manipulables, advirtió Cantalamessa. “Para un sector muy influyente de nuestra sociedad, el del espectáculo y la publicidad, los individuos cuentan solo en cuanto que son “espectadores”, números que hacen subir las “audiencias”. “Hay que oponerse con un rotundo “¡no!” a este vaciamiento”.
“La interioridad es la vía para una vida auténtica -aseguró-. Se habla mucho hoy de autenticidad y se hace de ello el criterio de éxito o fracaso de la vida.
“Para el cristiano la autenticidad verdadera no se alcanza más que viviendo en la presencia de Dios”, dijo.
Y alertó: no estemos “encerrados fuera de casa, incapaces de entrar de nuevo en ella. ¡Presos de la exterioridad! “O se reencuentra un clima y tiempos de silencio y de interioridad o es el vaciamiento espiritual progresivo y total”.
Es verdad que a Dios se le encuentra fuera, en los hermanos, en los pobres, en la lucha por la justicia; se le
encuentra en la Eucaristía, en la Palabra de Dios… -reconoció- Pero, ¿dónde “encuentras” realmente al hermano y al pobre, si no en tu corazón?
“Un verdadero encuentro entre personas no puede tener lugar más que entre dos conciencias, dos libertades, es decir, entre dos interioridades”, señaló.
“La interioridad no se opone a la acción, sino a un cierto modo de realizar la acción. Lejos de disminuir la importancia del actuar para Dios, la interioridad la fundamenta y la preserva”.
Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco