El verdadero éxito lleva a la plenitud, pues el trabajo ennoblece cuando es firme y equilibrado
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Me presente en la oficina de quien daría una conferencia en el tema de valores en una prestigiada escuela de negocios. Un hombre muy entrado en la madurez, de gesto severo y modales enérgicos.
Como coordinadora del evento debía sostener con él una charla previa.
—Sé que logró ser un importante empresario, y debe por tanto haber cosechado muchas satisfacciones, me encantara escuchar su exposición, al igual que a los estudiantes que lo tienen como un modelo de éxito —Le dije intentando romper el hielo.
—La verdad, no me considero un modelo a seguir —me contesto muy serio—, permítame que le aclare que de volver a vivir no me preocuparía tanto por el exitismo que la sociedad tanto celebra ni por los sucedáneos de felicidad que proporcionan en forma: dinero, placeres, bienestar, poder, reconocimiento y autorrealización.
Tanto me aferre a esos éxitos, que un tiempo llegue a pensar que me sería imposible aceptar que la vida me los iría quitando. Por supuesto que ya no pienso así, ahora entiendo que todo forma parte de un plan querido por Dios en el que para mí comienza una etapa de nuevo crecimiento interior donde no existen limitaciones.
Y es desde ese crecimiento que admito que mis éxitos tuvieron “costos” que pude evitar; viví aprisa, muy ocupado en cosas financieramente “tan importantes” que las antepuse al valor del tiempo en familia, y ahora que he enviudado comprendo que mis hijos no me necesiten mucho afectivamente, pues es algo que yo les enseñé… Por fortuna los voy recuperando.
Ahora estoy seguro de que los costos en que incurrí y las pérdidas inevitables de la vida, se pueden convertir en ganancias dándoles sentido en un último y definitivo proyecto en donde aplicar toda mi voluntad para reparar todo lo que debo en justicia.
Hablo de volcarme en mi familia, en mis hijos, en mis nietos y en regresar a la sociedad lo mucho que me ha dado.
¿Has visto los panorámicos promocionales de algunas universidades…? ciertamente todas aseguran el éxito a quienes en ellas se inscriban. De eso precisamente quiero hablar con esos estudiosos muchachos que piensan comerse el mundo, con el riesgo de encontrarse con muchas formas de fracaso, sobre todo en lo familiar.
Así que hablaré sobre como el éxito profesional se relaciona con la felicidad… para bien o para mal, en cinco aspectos:
El Dinero.
Es necesario aprender a vivir desprendido de lo material para andar en verdad, amar y ser amado, tener paz interior, convivir sin interferencias de status, etc. Por ello ganar cada vez más dinero no resuelve las necesidades inmateriales en que se fundamente la felicidad.
Es más rico quien necesita menos para ser feliz.
Placer y bienestar
Por el éxito se logran las cosas legítimamente placenteras, sin embargo cuando la vida buena es sustituida solo por la buena vida, aparecen los excesos que comprometen la libertad, pues se convierten fácilmente en adicciones.
Y es entonces cuando mucho exitosos se derrumban.
El Poder
Quien aspira al poder solo para autoafirmarse, para demostrar a los demás quién es él o por cualquier otra motivación de esta índole, incurre en el egocentrismo directamente contrario a la felicidad, pues los poderosos suelen ser volubles.
Quienes van perdiendo el poder recorren el último tramo de su vida en soledad o comprando compañía, y como lo que se compra… se vende, siguen en el auto engaño hasta el fin de sus vidas.
Reconocimiento.
Cuando la autoestima depende de la valoración de los demás, en lugar de proceder de la realidad personal, quienes son tenidos por personas exitosas y ricas en realidad son tan pobres que lejos de descansar en sí mismos, solo lo pueden hacer en su dinero.
Autorrealización y satisfacción personal.
Cuando comencé a trabajar me dije: Trabajaré duro hasta lograr el éxito, para luego compartirlo y disfrutarlo con los demás empezando por mi familia.
Llego un momento en que me sentí en la cumbre cuando en realidad estaba por los suelos, pues mi situación familiar se había deteriorado por falta de atención, la relación con los amigos enfriado y así sucesivamente. Entonces, aquella posible satisfacción por alcanzar el éxito mostro los costos en el vacío procedente de las áreas que había descuidado, y que, aunque me esfuerzo me es muy difícil recuperarlas.
Finalmente…
El exitismo lleva a acumular carreras sobre carreras, que no es acumular montañas, sino vientos.
El verdadero éxito lleva a la plenitud, pues el trabajo ennoblece cuando es firme y equilibrado, teniendo como fin producir un valor humano y eso se logra cuando el hombre reconoce que su principal ámbito de realización personal es la familia, por la estrecha relación que existe entre persona y familia.
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