La salud empieza por uno mismoLevantarse todos los días con una sensación de agotamiento es, valga la redundancia, extenuante. Incluso podemos llegar a pensar que tenemos alguna enfermedad porque “no es normal” lo cansado que nos sentimos.
Sin embargo, a veces se trata de cosas de nuestra rutina que nos hacen sentirnos así. De algunas somos conscientes (pero igual no aplicamos los correctivos) y de otras no tanto.
Una persona cansada no tiene energía para funcionar por sí misma y tampoco para ayudar a los demás, por eso es tan importante aprender a escuchar a nuestro cuerpo y atender las llamadas de auxilio que nos hace. Como dijo Virgilio: “la mayor riqueza es la salud”.
1. Tu alimentación
Te saltas comidas, no tienes un horario, comes cualquier cosa para salir del paso sin fijarte en sus nutrientes… y así un largo etcétera de cómo descuidamos este factor tan determinante en nuestro funcionamiento humano.
Además de una dieta balanceada, donde hayan proteínas, carbohidratos y muchas frutas y vegetales, también hay que prestar atención a la ingesta de azúcar, ya que aunque en un principio crees que te da energía, después te da un bajón abrupto que te causa más fatiga.
Una comida sencilla ideal sería una ración de pollo (no frito y sin salsas), camote horneado y una buena ensalada aderezada con limón y un toquecito de sal y pimienta.
2. Eres muy pesimista
El cansancio no sólo es físico, sino también mental. A veces por las mismas circunstancias que nos rodean o experiencias que hemos tenido en el pasado, condicionamos nuestra mente siempre para “lo peor”.
Hay quienes dicen que es porque prefieren sorprenderse gratamente y no llevarse una gran desilusión, pero esto puede ser realmente agotador. También están los ataques de drama, que es cuando de algo pequeño hacemos una tragedia, incluso de cosas que no han ocurrido.
Por ejemplo, tu jefe te cita para una reunión inesperada y tú automáticamente piensas que te van a llamar la atención por algo o hasta despedir… y resulta que quería proponerte un nuevo proyecto o pedirte tu opinión sobre un tema y tú te ahogaste en un vaso de agua sin necesidad.
Quizá es cuestión de minutos, pero esto se va acumulando día a día y te va drenando tu energía. Cuando te ocurra algo así, respira profundo, toma conciencia del momento y pregúntate cuáles son realmente las probabilidades que eso malo pase.
3. Dejas de hacer ejercicio
Suena lógico que, si estás cansado, te tomes un descanso. Pero cuando esto se prolonga y un día se convierten en dos, tres, una semana y hasta meses, en realidad es peor aún.
Según un estudio de la universidad de Georgia, los adultos que se ejercitan aunque sea tres veces a la semana durante media hora cada día, experimentan mucho menos fatiga.
El ejercicio constante te brinda fuerza, resistencia y hace que tu sistema cardiovascular funcione más eficientemente.
Y si eres de los que “no tiene tiempo”, recuerda, son sólo 30 minutos al día donde además liberarás endorfinas. Subir las escaleras, caminar por el parque, videos de ejercicios en YouTube… hay muchísimas opciones (incluso gratuitas) y, aunque las primeras semanas te sientas más cansado mientras tu cuerpo se ajusta, luego verás los resultados tanto por dentro como por fuera.
4. No tomas suficiente agua
La deshidratación ocasiona una reducción en el volumen de nuestra sangre, haciéndola más espesa. Esto hace que a nuestro corazón se le dificulte el bombeo y reduzca la velocidad con la que el oxígeno y los nutrientes llegan a nuestros músculos y órganos.
La “regla” dice que son unos 8 vasos de agua diarios; sin embargo, esto puede variar en cada persona según su peso y estilo de vida. No esperes a tener sed para tomar agua, ya que en ese momento ya tienes una ligera deshidratación.
5. Eres perfeccionista
No se trata de no buscar la excelencia, pero sí de hacer lo mejor que puedes en el tiempo y según las circunstancias. Así como muchas obras famosas quedaron inconclusas porque sus autores siempre encontraban “algo” que no les permitía avanzar, lo mismo te puede pasar a ti en tareas más sencillas.
Trata de ser lo más realista posible, establece un límite de tiempo y pon tu mayor esfuerzo durante ese período. Si tienes dificultades para organizarte o administrar mejor tu tiempo, aquí en Aleteia puedes conseguir varios artículos que te ayudarán a no acumular tareas inconclusas e, incluso, lograr el tan necesario tiempo libre para esparcimiento.
6. Calidad de sueño
A veces no sólo se trata de cantidad, sino también de cómo reposa tu cerebro mientras duermes. Una hora antes de dormir intenta desconectarte de todo aquello que te pueda generar estrés y ocupa tu mente en otras actividades.
Por ejemplo, evita estar acostado revisando las redes sociales y confrontando a usuarios, toma una bebida que te relaje, prefiere un buen libro o algo de música antes que una película violenta, etc. Prepara tu habitación y estado de ánimo para conciliar el sueño.
Por cierto, la luz de la pantalla de tu móvil o tableta suprime la melatonina, que es la hormona que regula el ciclo del sueño, así que ten estos dispositivos apagados o lo más lejos posible.
8. Falta de hierro
Si sientes que tu agotamiento persiste y no se trata de semanas de estrés laboral, malos hábitos alimenticios, falta de sueño, etc es aconsejable que acudas a tu médico y te hagas un perfil sanguíneo.
En algunas ocasiones, se puede tratar de una baja de este mineral que hace que te sientas débil, irritable y hasta te cueste concentrarte porque menos oxígeno llega a tus células y músculos. Tu doctor decidirá si debes tomar una pastilla o hacer cambios en tu dieta, incluyendo más huevos (amarilla incluida), brócoli, nueces, entre otros alimentos.
9. Demasiada cafeína
Dos tazas regulares diarias de café son más que suficiente. Sin embargo, especialmente cuando estamos en la oficina o trabajando desde casa, caemos en la tentación de tomar más y más café porque creemos que eso nos va a activar.
El exceso de cafeína puede alterar tus ciclos de sueño, así que consúmela con modestia. Y recuerda, no sólo el café tiene cafeína, también el té, los refrescos de soda y hasta el cacao.
10. No tomas vacaciones
Y no sólo me refiero a las largas vacaciones anuales, sino también al respeto de tus días libres. Es cierto que a veces nos vemos obligados a tener varios trabajos, pero intenta que aunque sea un día a la semana lo tomes exclusivamente para hacer deporte, ir al cine, leer un buen libro, ir al teatro o cualquier actividad que relaje tu mente.
Asimismo, cuando tomes tus vacaciones, tómalas en serio. Nada de levantarse una hora antes para mandar unos emails o llevar la laptop a la piscina… la desconexión es necesaria para que regreses a la oficina más fortalecido tanto en cuerpo como en espíritu. Así serás más creativo, eficiente, productivo y hasta una persona más agradable con quien convivir.