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A. Latina: Una región muy urbanizada que no piensa sus ciudades a futuro

QUITO
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Macky Arenas - publicado el 31/03/19
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Es la región más urbanizada del mundo en desarrollo. Pero el problema es lo que hay detrás: controversias y efectos territoriales complejos

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Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dos tercios de la población latinoamericana vive en ciudades de 20.000 habitantes o más y casi un 80% en zonas urbanas. El organismo ilustra la importancia demográfica de las grandes ciudades (de 1 millón de habitantes o más) en América Latina y el Caribe con esta precisión: han aumentado de ocho en 1950 a 56 en 2010 y una de cada tres personas de la región vive en estas ciudades.

Según datos recientes -2018- de Naciones Unidas, la tendencia se mantiene, para América Latina y el Caribe, en 81 %. El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de ONU divulgó un documento que prevé que el 68 % de la población mundial vivirá en zonas urbanas de cara a 2050, por lo que el desarrollo sostenible dependerá cada vez más de que se gestione de forma apropiada el crecimiento urbano, especialmente en los países de ingresos medios y bajos que son los que liderarán el proceso. “La urbanización va a continuar y lo va a hacer más rápido en los países de ingresos bajos y medios”, señala Lina Bassarsky, oficial de asuntos de población.

 

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El tema es de primera importancia, dada la premisa que los expertos sostienen: lo que ocurra en las grandes urbes es determinante para el desarrollo sostenible. A primera vista pensaríamos que las urbes pobladas y activas dan cuenta de un dinamismo muy provechoso. Pero no siempre urbanización indica progreso  y las dificultades que presenta el acelerado avance en la región despierta controversias metodológicas, teóricas y de política, además de tener efectos territoriales complejos.

La planificación urbana inadecuada genera serios problemas al crecimiento y plantea desafíos contundentes. El primero de ellos es presentar rápida urbanización pero lento desarrollo. El problema no es que tengamos más grandes ciudades sino por qué se concentra la gente en ellas y cuanta organización se desarrolla para evitar lo que muchos han llamado “las trampas urbanas”.

Cepal menciona  los “déficits urbanos” entre los cuales sobresalen la pobreza y la informalidad y precariedad habitacionales (asentamientos improvisados o tugurios), la falta de cobertura de servicios básicos y su mala calidad, las deficiencias del transporte colectivo, los problemas del transporte privado y la escasez de equipamiento comunitario y espacios públicos.

 

BOGOTA

young shanahan-(CC BY 2.0)

 

 “El territorio importa… y mucho. Hay que prepararse para un futuro cada vez más urbanizado”, señaló la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, en su discurso inaugural del Comité de Población, en Quito (2012).  Ya para ese entonces, un simple dato bastaba para ilustrar la importancia demográfica de las grandes ciudades (de 1 millón de habitantes o más) en América Latina y el Caribe: aumentaron de ocho en 1950 a 56 en 2010 y una de cada tres personas de la región vive en estas ciudades. Hoy, obviamente, la cifra ha crecido.

Brasil tiene de los conglomerados urbanos más significativos del continente suramericano. Ciudades como Río de Janeiro han colapsado por deslaves y temporales. Buenos Aires y La Plata en Argentina han sufrido fuertes inundaciones. En ambos países las muertes por estas causas han evidenciado las fallas en la forma de ocupar las ciudades. Son tragedias asociadas  al crecimiento descontrolado de la ciudad y ocurren cuando no se tiene en cuenta el desagüe, planificando y urbanizando irresponsablemente.


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En 2013, un estudio del Instituto Global McKinsey sobre ciudades sostenibles y desarrollo económico en América Latina prefiguraba lo que posteriormente se viene agravando: “No hay ninguna (ciudad) que lo haya pensado estructuralmente”, así que la ausencia de estrategias de mitigación de riesgos se nota en casos de inundaciones como ocurren en Barranquilla, Colombia y otros ejemplos de planificación e infraestructura deficientes que impactan en la población, como el bajo nivel de tratamiento de aguas en Bogotá, que plantea retos sanitarios.

 

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“Desde el punto de vista de las políticas públicas en general –acotan-  una implicación clave que se deriva del avance de la urbanización es que las demandas y los requerimientos sociales no solo se concentrarán en las ciudades, sino que acentuarán su perfil urbano”, dicen los especialistas  de la CEPAL, quienes destacan dos desafíos:  Uno, es la ausencia de gobiernos metropolitanos legitimados políticamente, solventes en materia financiera y bien dotados desde los puntos de vista técnico y administrativo. El segundo, se refiere a la escasa experiencia, débil voluntad política y falta de instrumentos para actuar sobre asuntos acuciantes, como la inseguridad ciudadana, la especulación inmobiliaria, la congestión vehicular y la segregación residencial.


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Recomiendan, de entrada, reducir la desigualdad en los servicios básicos municipales; facilitar el acceso al suelo urbanizado a los pobres evitando, eso sí, su traslado a zonas periféricas y con escaso equipamiento y accesibilidad; promover la participación además de la agrupación de las familias que requieran vivienda; y actuar sobre otros ámbitos donde opera la segregación.

Por su parte, los expertos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recuerdan que “Latinoamérica hace 100 años que no hace urbanismo, que no piensa sus ciudades a futuro ni las planifica”.

Los contrastes urbanísticos se aprecian en muchas de nuestros grandes centros urbanos a lo largo del continente y las proyecciones indican que la población latinoamericana activa seguirá en aumento hasta 2040, lo que plantea un desafío creciente a la capacidad de respuesta de las urbes donde esa gente vivirá.

Lo que plantean los expertos es que, si bien no podemos ir atrás y levantar o desaparecer barrios enteros, sí es posible mejorar tratando de pensar cuáles van a ser los impactos futuros, en qué van a variar, y proveer infraestructura.

Por ello, la estrategia de organismos como el BID es apostar a un mejor desarrollo de ciudades emergentes, de entre 100 mil y dos millones de habitantes, frente a la dificultad de enmendar errores ya consumados.

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