Los filipinos saben muy bien, desde 2016, que cuando esos insultos salen de la boca de Duterte, hay sangre.
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El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, parece no tener ningún freno, los mismo si se trata de supuestos o reales narcotraficantes, que si se trata de obispos católicos. A los primeros los asesina, a los segundos los acusa de todo tipo de fechorías.
La última de sus amenazas –frente a una reunión de fiscales que tuvo lugar el pasado cuatro de abril—ya no tocó, en sus amenazas, a un grupo en específico, sino que fue directamente en contra de “todos sus críticos” a los que amenazó con arrestarlos y encarcelarlos juntos a degenerados, drogadictos y criminales.
Una guerra “revolucionaria”
Según la agencia ucanews.com, miembros de la Iglesia católica de Filipinas y defensores de los derechos humanos de ese país asiático han sentido, de nueva cuenta, el miedo rondando sobre sus cabezas.
Duterte es capaz de encarcelar a quienes hablen mal de su gestión como presidente. Y de muchas cosas más. Incluso habló de desatar una “guerra revolucionaria” hasta el fin de su mandato, si sus críticos “lo empujan hasta el límite”; guerra en la que estaría “dispuesto a morir”.
El obispo Gerardo Alminaza, de San Carlos, en el centro de Filipinas, dijo que aun sin esta guerra declarada por Duterte a sus críticos, “los asesinatos son rampantes y los pobres ya viven con miedo”, dijo el prelado
En esta diócesis de San Carlos el 30 de marzo fueron asesinados a tiros 14 campesinos acusados por la policía de ser “rebeldes comunistas”. El obispo Alminaza subrayó: “Oramos para que [Duterte] no lo haga (la guerra a sus críticos) pues una represión solo alimentará más disturbios”.
Ya no quedan derechos
Por su parte Wilfredo Dulay, sacerdote de la Congregación de los Discípulos Misioneros de Jesús, dijo que el “lazo se está apretando” alrededor de Duterte, en referencia a una serie de videos que afirman que el dinero de la droga ha sido canalizado a cuentas bancarias propiedad de los hijos del presidente filipino.
Aunque los hijos del mandatario lo han negado, lo cierto es que la acusación no es endeble y podría llevar a Duterte a agarrarse de ese tema para aumentar su presión sobre sus críticos, especialmente sobre la Iglesia católica (Filipinas es el tercer país con mayor número de católicos del mundo y los obispos han sido durísimos en su contra).
El hermano redentorista Ciriaco Santiago, quien ha estado documentando los asesinatos relacionados con las drogas, dijo que con los muchos abusos a los derechos humanos de la administración actual “¿qué otros derechos quedan?”
“La Iglesia florece en el caos”, dijo a ucanews.com el hermano Santiago. Y agregó: “En los momentos en que es perseguida, más asume el desafío de ponerse las ropas de los profetas. Y “el desafío de hoy es que todos nos unamos para oponernos a esta amenaza de dictadura”.
Un hombre desesperado
Finalmente, el padre Danilo Pilario, decano de la escuela de Teología, dijo que los comentarios del presidente son porque está sintiendo la presión.
“Las críticas sin fin sobre las incursiones chinas, el asesinato de drogadictos y granjeros y, más recientemente, la presunta participación de su familia en los sindicatos de drogas pueden empujarlo hasta el límite”, dijo el sacerdote.
Y remató: “Esta es la expresión de un hombre desesperado”. El problema es que un hombre desesperado con las características de Duterte, puede llegar a límites insospechados de crueldad para mantener el poder.
Con información de: ucanews.com