No se trata solo de hacer que obedezca, tanto la obediencia genuina como la responsabilidad provienen del respetoEn los últimos 6 meses, mi hija de 10 años, Charlotte, y yo hemos estado en constante lucha. Ella muestra una constante falta de responsabilidad en todas las áreas, ya sea grande (como quedarse con sus hermanos menores cuando van en bicicleta por el barrio) o pequeña (como poner su ropa en la cesta en lugar de tirarla al piso). Ha sido frustrante tanto para mí como para su hermana mayor, Sienna, con quien comparte la habitación.
Sienna sigue recordándonos a Charlotte ya mí que cuando tenía 10 años, cambiaba pañales, cuidaba bebés, hacía tortitas para el desayuno y tareas como barrer, lavar el piso y las ventanas. Charlotte, por otro lado, reacciona como si fuera el fin del mundo cuando le pido que doble su propia ropa y la guarde.
Lo había intentado todo con ella, desde ponerle objetivos y consecuencias si no hace lo que se le pide, hasta ofrecer un premio semanal si lo consigue. Para mi consternación, nada había funcionado.
Hasta la semana pasada. El martes por la noche, Sienna tuvo un evento del consejo escolar. Yo tenía a mis cuatro hijos más pequeños en casa y había planeado hacer la cena, bañarme y acostarme temprano, cuando tuve un problema de trabajo inesperado y urgente. Sabía que necesitaría al menos una hora para atenderlo, así que hice lo único que se me ocurrió. Los senté a todos y puse a Charlotte a cargo, dándoles instrucciones claras. Dejé claro que esperaba que los tres niños más pequeños escucharan a su hermana, y le dije a Charlotte que confiaba en que cuidaría de sus hermanos. Todos asintieron, con ojos solemnes y serios, luego subieron las escaleras mientras yo me encerraba en el despacho y entraba en modo “gestión de crisis”.
Me costó una hora y 15 minutos apagar fuegos y volver a encarrilar las cosas en el trabajo, y durante ese tiempo no escuché ningún sonido desde arriba, ni peleas ni llantos. Para ser sincera, esto me alarmó más que si hubieran llorado, así que cuando terminé, corrí escaleras arriba para ver cómo estaba todo el mundo.
Y estaban los cuatro sentados en la alfombra en la sala de juegos, milagrosamente limpia, jugando alegremente un juego de mesa. La niña de 3 años estaba sentada en el regazo de Charlotte, que le ayudaba a tirar los dados y a mover su pieza, y cuando me vio exclamó con orgullo: “Mamá, Isaac me dijo que tenía que ir al baño, así que lo ayudé. Luego ayudé a los chicos a recoger su habitación y la sala de juegos para sorprenderte”.
Me sorprendió, pero también me sentí complacida y orgullosa, y se lo dije a Charlotte. Cuando Sienna llegó a casa, durante la cena, le conté lo responsable que había sido Charlotte, y Sienna también elogió a su hermana. Charlotte sonrió, terminó de comer, luego subió las escaleras y recogió su propia habitación, se dio una ducha, se lavó los dientes y se metió en la cama. Con cero indicaciones, súplicas o riñas.
Mi madre me envió un artículo hace unos meses sobre cómo enseñar a los niños el respeto. Admito que lo analicé y casi lo olvidé hasta la semana pasada, cuando uno de los puntos me volvió a la cabeza:
Inculcar respeto incluye felicitar a sus hijos y confiar en ellos. Sé igual de justo con todos tus hijos. Por supuesto, las diferencias de edad determinan que des más responsabilidad a un niño que a otro, pero haz todo lo posible para otorgarle al menor las mismas responsabilidades que le asignó al mayor a la misma edad. Tus hijos te lo recordarán, incluso si no lo haces.
Esa noche me di cuenta de que la mayor diferencia entre Sienna a los 10 y Charlotte a los 10 no estaba en ellos, estaba en mí. Sienna había asumido la responsabilidad desde el principio porque confiaba en ella para hacerlo. Respeté su capacidad para hacer cosas difíciles y le mostré mi gratitud a diario. Invertí tiempo para enseñarle a ser respetuosa y digna de confianza, mostrándole cómo era el respeto y la confianza. Sabía que la única forma en que mis hijos aprenderían a ser virtuosos era mostrándoles cómo se veía la virtud, por lo que me esforcé mucho con ella.
La vida es diferente ahora, más ocupada y más caótica. Pero eso no es una excusa para no invertir el mismo tiempo en cada uno de mis hijos, para enseñarles a ser las personas que quiero que sean, mostrándoles cómo, y darles confianza mostrándoles respeto y confianza todos los días.
Hay una gran diferencia entre la obediencia (a regañadientes o no) y el respeto. Ese es el tipo de respeto que deberíamos tratar de inculcar en nuestros hijos, porque acaba en obediencia. Hacer de la obediencia la meta es como poner el carro delante del caballo.
No tendríamos que esperar a que una circunstancia extraordinaria nos recuerde que la mejor manera de enseñar a su hijo a ser respetuoso y responsable es mostrándole respeto y confiándole grandes responsabilidades. No importa cuántos hijos tengas, debes prestar la misma atención a la formación de todos y cada uno de ellos.