Es un buen momento en la vida para asumir riesgos, pero no olvides ser prudente
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¿Debería dejar mi trabajo?
No encuentro trabajo aquí, ¿debería mudarme a otro lugar para ver si las expectativas son mejores allí?
Puedo trabajar desde cualquier sitio, pero tengo dificultades para hacer amigos. ¿Me vendría mejor mudarme a una ciudad nueva?
Mi pareja y yo llevamos juntos bastante tiempo, ¿deberíamos casarnos?
Tomar grandes decisiones sobre trabajos, mudanzas y relaciones es difícil a cualquier edad. Sin embargo, hay problemas particulares que acompañan a las decisiones de un adulto joven.
Por un lado, la mayoría de los que estamos en esta horquilla de edad no estamos asentados del todo. No tenemos la sensación de que el lugar donde vivimos o el trabajo que tengamos sean realmente permanentes. Y eso abre las puertas a más libertad y flexibilidad.
Al mismo tiempo, todo ese espacio abierto significa que las posibilidades parecen infinitas, que podríamos hacer cualquier cosa, y eso mismo nos conduce al aplastante peso de valorar demasiadas opciones.
Por libres que nos sintamos, las decisiones que tomemos en esta época entre los 20 y los 30 años afectarán, sin duda, al resto de nuestra vida. No queremos tomar una decisión profesional o sentimental ahora de la que nos vayamos a arrepentir para siempre.
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Y además, súmale a eso el hecho de que algunos de nuestros pares parecen tener la vida perfectamente resuelta y encaminada.
Tienen un buen contrato (aunque sea en prácticas), un apartamento encantador, un prometido o prometida y bastantes ingresos como para darse interminables caprichos: un brunch por aquí, una cata de vinos por allá, una escapada de fin de semana en un airbnb en una casa en un árbol restaurada…
Reflexionamos sobre todo esto sentados en nuestra casa mientras buscamos en Google cómo hacernos trabajadores de reparto a domicilio en moto, en caso de que nos veamos muy apurados para llegar a fin de mes.
Y pensamos: “quizás si me mudo o si busco un trabajo nuevo (o un trabajo, a secas) la vida empezará a parecerse un poco más a la de los demás”. Así que nos planteamos hacer esa gran mudanza o empezar a buscar trabajos distintos.
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Entonces, recordamos lo importante que esta decisión podría ser para el futuro. Y así vuelven la incertidumbre y la ansiedad y nos sentimos atrapados… o dispuestos a aventurarnos en cualquier decisión alocada solamente para establecer cualquier tipo de cambio en nuestra vida.
Con todo esto en mente, aquí tienes unas cuantas formas prácticas de sopesar esas opciones antes de tomar una gran decisión.
Para que este plan funcione, debes haber reducido el número de opciones a dos. Si estás valorando varias posibilidades, haz algo de trabajo preliminar para limitar tus opciones a las dos alternativas más competentes.
Primero, escribe una lista de pros y contras
Anota todos los aspectos positivos de tu decisión. ¿Qué beneficios traería mudarse a otra parte del país para buscar trabajo, por ejemplo?
Quizás implique un menor coste de vida o una mejor oportunidad para subir de nivel en tu profesión, tal vez tengas primos en ese lugar y podrías quedarte en su casa durante unos meses o quizás esa nueva ciudad esté más cerca del mar.
Ahora, haz una lista con los contras. Tal vez no te siente muy bien el calor (o el frío), quizás vayas a echar de menos a algunos de tus colegas de trabajo o quizás estés más lejos de lo que quieres de tu hermana y tus sobrinos.
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Sigue añadiendo elementos a la lista durante un par de días. Añade cosas grandes y cosas pequeñas y luego valóralos: ¿tienes muchos contras pero en realidad son insignificantes a largo plazo?
Segundo, imagínate en ambos escenarios y céntrate en tus emociones
Cuando te imaginas en ese lugar, ¿cómo te sientes? ¿Crees que te sentirías en paz allí? ¿Qué diferencias habría con respecto a lo que sientes con tu situación laboral y vital actual?
Este ejercicio puede ayudarte a empezar a percibir la felicidad o insatisfacción que sientas de verdad en relación a tu momento actual, cosa que arrojará luz sobre cuánto cambio podría ser potencialmente útil para ti.
Tercero, valora los frutos de la elección más segura frente a la más arriesgada
Es probable que una de las opciones que tengas ante ti sea un poco más acorde que la otra con lo que tu zona de confort te pide.
Valora si estás evitando una opción porque supondrá un mayor desafío para ti. Y luego valora si ese desafío te servirá como incentivo para crecer o directamente te agobiará y hundirá.
En general, la década de los 20 años es un buen tiempo para asumir riesgos que te ayuden a crecer y desarrollarte.
Únicamente tienes que asegurarte de que inyectas un poco de prudencia en la ecuación y que no te vas a mudar a la otra punta del continente solamente porque tu compañero de piso es un pelmazo o porque te cansa tanta ropa de invierno.
Por último, reflexiona sobre toda la información emocional y práctica que has compilado. Sopesa qué es más importante para ti y entonces toma una decisión.
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Incluso si la decisión es no mudarte, reconoce que es tu decisión la de quedarte donde estás. Este reconocimiento facilita el pasar página y debería ayudarte a renovar el compromiso con tu vida para poder empezar a encontrar algo de satisfacción y alegría.
Y recuerda que, independientemente de la decisión que tomes, no es el fin del mundo. Aprenderás y crecerás con cualquier cosa que hagas.