Una alternativa al estilo de vida hiperactivo
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Es curioso: la tecnología nos ahorra mucho tiempo, pero cada vez vamos más rápido a todas partes, con mayor sensación de prisa.
En lugar de liberar el tiempo para el ocio, los amigos y la familia, muchas veces los avances técnicos lo que han hecho ha sido obligarnos a ser más productivos, y a estar permanentemente disponibles para clientes, jefes y amigos. Veinticuatro horas al día, siete días a la semana.
Así, no es raro descubrirse un sábado por la noche revisando el email del trabajo, o un domingo respondiendo un whatsapp del jefe.
La cultura de Internet –todo a mano, todo a un click, todo ya– también contribuye a esa sensación de urgencia, prisa y frenesí que parece haberse adueñado de nuestra vida. Siempre hay algún asunto pendiente que nos reclama, y al que podemos atender estemos donde estemos.
Hacemos muchas cosas, cada vez más. Y para seguir siendo competitivos, o incluso visibles, hemos de mantener un ritmo creciente de actividad: mejores resultados en el trabajo, más productividad, más fotos en instagram, más likes, más grupos de whastapp, más publicaciones en Facebook…
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Si bien la mejora continua es algo positivo, cuando la presión por ser más productivo supera ciertos límites, la calidad de vida y la felicidad personal se resienten inevitablemente.
Por ello, no resulta extraño que el estilo de vida hiperactivo propio de las sociedades de Occidente produzca los mayores índices de estrés, ansiedad y depresión conocidos en la historia de la humanidad. Vamos muy rápido, pero quizá no sepamos muy bien hacia dónde ni por qué.
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En este escenario, comienzan a oírse voces que invitan a bajar el ritmo y aprender a vivir más tranquilos. Voces que proponen, por decirlo en expresión breve, descubrir y abrazar la SLOW LIFE, la vida lenta.
En efecto, existe un movimiento a nivel mundial que viene reivindicando formas de vida más sencillas y sobrias, como camino hacia una mayor satisfacción personal.
Una avanzadilla de este movimiento es la iniciativa SLOW FOOD, como respuesta al boom de la comida rápida y poco saludable. Iniciado en Italia en los años 80, el movimiento SLOW FOOD reivindica el comercio de proximidad y la cocina tradicional como forma de preservar la cultura, mantener una dieta saludable y fomentar el encuentro personal.
En un sentido similar, también se ha puesto de moda el MINDFULNESS, que es la actitud mental de concentrar nuestra atención en aquello que nos ocupa, sin permitir que nuestra mente esté permanentemente invadida de reclamos y distracciones que nos impiden disfrutar del momento presente.
Detrás de estas reacciones a estilos de vida frenéticos y estresados late una idea sencilla: a menudo, menos es más.
La clave para protagonizar una vida feliz y plena no es ir muy rápido y hacer cada día más cosas, sino ser capaz de disfrutar y valorar lo que uno tiene, viviéndolo en plenitud.
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La SLOW LIFE nos invita pues a ir más despacio, redescubriendo cinco relaciones de nuestra vida que es imprescindible cultivar para construir un proyecto de vida significativo.
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La SLOW LIFE mejora la relación contigo mismo
SLOW LIFE significa, en primer lugar, no tener miedo a estar solo y en silencio. Más aún: aprender a disfrutar de esos ratos de soledad, como tiempos imprescindibles para ganar en conocimiento personal.
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La SLOW LIFE mejora la relación con los demás
En segundo lugar, una forma de vida SLOW nos ayuda a disfrutar de las relaciones personales con calma y tranquilidad, aprendiendo a valorar los altibajos de toda relación, los ratos de aburrimiento juntos, una conversación personal sin interrupciones tecnológicas.
Quizá ha llegado el momento de renunciar a tener mil seguidores, a cambio de poder disfrutar de un puñado de relaciones más sinceras y personales.
En la vida sentimental, la SLOW LIFE nos invita a descubrir poco a poco a la otra persona, huyendo de la trasparencia fingida de las redes sociales y al erotismo frenético e impaciente de la pornografía, antítesis de la ternura y del cariño, que siempre se toman su tiempo.
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La SLOW LIFE nos abre los ojos a la naturaleza
La SLOW LIFE nos reconcilia también con la naturaleza. Salir al campo. Ir a coger setas. Parar el coche para ver mejor un paisaje, una puesta de sol, un cielo estrellado.
Quien va un poquito más despacio puede escuchar los pájaros, descubrir que el almendro ha florecido, percibir el aroma del azahar.
No se trata de irse a vivir al campo ni de añorar arcadias bucólicas y pastoriles… basta con aflojar un poco el paso, dejar de mirar la pantalla del móvil, y disponerse a ser agradecido por las maravillas que nos envuelven.
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La SLOW LIFE nos permite recrearnos en el trabajo
Apostar por la SLOW LIFE también implica ir un poco más despacio en el trabajo, aprendiendo la “cultura del artesano”, que pone los cinco sentidos en lo que hace y lo termina con mimo, con perfección.
Ya lo decía Machado: “despacito y buena letra: el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”. Quien abraza la SLOW LIFE no es un zángano a la búsqueda de excusas para su holganza, sino una persona que ama su trabajo y por ello es capaz de realizarlo con intensidad y sin precipitación.
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La SLOW LIFE nos abre a la trascendencia
Finalmente, la SLOW LIFE nos abre los ojos del espíritu a la trascendencia, a nuestra misión, a Dios. Nos permite descubrir quién somos y quién estamos llamados a ser.
En las grandes tradiciones religiosas Dios siempre se manifiesta en el silencio, la meditación, la tranquilidad.
Si vivimos volcados hacia la actividad y las cosas, en una persecución frenética de emociones, éxitos y distracción, seremos incapaces de abrirnos a la trascendencia y al sentido de la vida.
Por el contrario, una vida tranquila y sencilla, con espacio para la compañía y la soledad; para la jarana y el silencio; para las carreras y la contemplación, es el espacio idóneo para escuchar la voz de Dios en nuestro corazón, y predisponernos a responderla.
La velocidad y la hiperactividad están sobrevaloradas, hazme caso. La vida es corta, y no merece la pena vivirla como un pollo sin cabeza, derrapando por las curvas con una permanente sensación de estrés y ansiedad.
La vida a fuego lento más sabrosa. No corras tanto y lo descubrirás. Aprende a estar solo. Pierde el tiempo con la gente a la que quieres. Disfruta de cada beso, de cada ocaso, de cada biberón.
Date prisa sólo en una cosa: en salir de las filas de los estresados y en sumarte a la revolución SLOW.