Este 8 de mayo millones de argentinos en su patria y en el mundo rezan como ella misma invita a rezar
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En 1630, con una imagen de la Limpia y Pura Concepción estas tierras que aún no eran la Argentina nacían a su identidad mariana. Por primera vez, con el milagro de su imagen detenida en las orillas del Río Luján, comenzaba a difundirse una devoción propia de estos pagos, que casi 400 años después sigue vigente como el primer momento.
¿Pero qué nos dice la imagen de la Virgen bautizada desde entonces como Nuestra Señora de Luján?
El material de la imagen de 38 centímetros es arcilla cocida, aunque fue recubierta en plata para protegerla a principios de siglo XX. Fue moldeada en San Pablo, ciudad fundada unos años antes por el apóstol del Brasil san José de Anchieta, y arribó en barco al puerto de Buenos Aires en mayo de 1630, para quedarse algunos kilómetros más adentro junto al río y desistir de viajar hasta su destino final en Santiago del Estero.
Como describió uno de los denominados apóstoles de la Virgen el padre José María Salvaire sus facciones son menudas, pero bien proporcionadas. En su moreno rostro sus ojos, que el peregrino difícilmente puede ver en la imagen original a menos que sea bajada de su retablo, son grandes y azules. Quien más la amó y conoció desde el Negro Manuel, el padre Salvaire, describió sus “cejas negras arqueadas, nariz algo aguileña, boca pequeña y recogida, los labios iguales y encarnados cual rosa, las mejillas sonrosadas”. Su mirada, como advirtió el padre Salvaire y también los peregrinos cada vez que la miran con atención, se dirige hacia la derecha.
Debajo del vestido de tela con el que se la recubre y se recambia todos los años, la talla presenta de ropaje un manto de color azul con estrellas blancas. Debajo una túnica de color encarnado, describía el padre Salvaire.
Debajo de los pies de la imagen se hicieron unas nubes que cubren una media luna y de desde las que asoman el rostro de cuatro querubines con alas, tal como ve en algunas de las réplicas de la imagen sin recubrir que se ve en la santería junto al santuario.
La imagen original de la virgen tal la custodió el Negro Manuel fue adornada con una rayera gótica en cuya viga transversal se lee “Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta Villa”. Además, se destaca a los pies de la Virgen la medialuna plateada sobre la que se adhieren los escudos de Uruguay, Argentina y Paraguay. Todo, tanto la rayera como la medialuna, adornado con piedras preciosas.
La corona imperial dorada fue mandada a hacer a Francia por el padre Salvaire y luce, aunque diminutos, ocho escudos: los de Argentina, Uruguay, Paraguay, España, Pío IX, quien antes de ser Papa rezó ante ella, León XIII, que la bendijo, y los dos obispos argentinos que la coronaron en el siglo XIX. Ésta se realizó en dos ocasiones, ya que a los diez años fue hurtada y recuperada al poco tiempo.
La Virgen se viste anualmente de celeste y blanco, colores propios de la Inmaculada Concepción, y de su manto, concluyen varios historiadores, nace la bandera argentina.
La imagen original de la Virgen se conserva en su santuario de Luján, erigido por el impulso del padre Salvaire. Pero se han hecho réplicas fidedignas dispersas por el mundo a partir de los moldes realizados durante sus restauraciones.
Pero un detalle que no hemos mencionado asoma en todas las imágenes, las más parecidas a la original y las menos fieles a sus rasgos: las orantes y piadosas manos en señal de oración que asoman desde el vestido. La Virgen de Luján es una imagen orante, que reza e invita a la oración. Hoy, millones de argentinos en su patria y en el mundo rezarán como ella misma invita a rezar, como volverán a hacer en octubre para la peregrinación anual.
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