Una práctica que amenaza la Reserva Nacional de Parcas y que motivó la custodia a manos de guardaparques comunales voluntarios
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Ubicada en la región peruana de Ica, la Reserva Nacional de Parcas es considerara un área protegida caracteriza por su biodiversidad y sus ecosistemas marinos. Es ahí donde a raíz de un reportaje de Ramiro Escobar publicado por el sitio especializado en medio ambiente Mongabay comenzaron a sonar las alarmas.
Y esto gracias a la incursión- alrededor de una reserva de más de 335.000 hectáreas- de pescadores con dinamitas, también conocidos como “bomberos” o “coheteros”.
La presencia de estas personas es verdaderamente problemática para esta área protegida debido al propósito letal detrás: “echar al mar cuatro o cinco cargas de explosivos, a las que se les agrega, además de pólvora, 200 a 300 gramos de piedras”, reproduce el informe.
El resultado: todo estalla. Y es por eso que para Juan Carlos Riveros, director científico de la ONG Oceana, este tipo de pesca provoca “un genocidio biológico”, pues barre con lo que haya alrededor sin importar el tamaño de peces o moluscos, entre otros.
“Provoca tres tipos de efectos: lo primero es casi pulverizar a los peces que estuvieron cerca de la explosión, de los que no queda prácticamente nada. Luego afecta a algunos, a los que les hace reventar la vejiga natatoria y, por eso, salen a flote; y finalmente alcanza a otros, que ni estallan ni flotan, pero después pueden hasta morir”, expresa el especialista.
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Guardaparques voluntarios
“¡Dicen que solo están pescando con redes!”, exclama José Iván Torres, apodado ‘Rocky, integrante del Programa de Guardaparques Voluntarios puesto en marcha por la reserva. Se trata de un grupo de pescadores, también conocidos como comuneros, que se transformaron de alguna manera en “custodios” del lugar y responsables de alertar cuando aparecen los “coheteros”.
De momento, la presencia de estas personas, entre ellos también pescadores artesanales que además de defender la reserva encuentran en su actividad diario el sustento para sus casas.
Es gracias a estas personas que es posible contrarrestar los efectos negativos de las prácticas que generan alarma y que afectan los ecosistemas marinos. Todo parece indicar que de momento está dando resultado, pues se está logrando constatar el efecto de la disuasión.
Pero la tarea es ardua y sigue presentando desafíos. Es ahí donde también entra a jugar la capacidad de acción de las autoridades locales y los controles a través de los organismos competentes para que la presencia de los “bomberos” pueda exterminarse.
Por ahora estos guardianes voluntarios, pescadores locales empoderados, se han convertido en los únicos héroes.
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