Al visitar la Sagrada Familia, en Barcelona, uno encuentra en la Fachada del Nacimiento multitud de detalles organizados según la idea de Gaudí, su arquitecto. Él mismo se encargó de decidir qué elementos escultóricos debía haber en cada lugar, ya que eso formaba parte del mensaje que encierra todo el templo: el de dar gloria a Dios a través del perdón.
En la Fachada del Nacimiento existen dos puertas de entrada laterales. Entrando por la de la derecha, damos al futuro claustro, que será distinto a todos los claustros conocidos hasta ahora en la arquitectura religiosa. Gaudí dejó dicho que serviría para caminar rezando el rosario, y dejó terminada una de sus puertas, precisamente la de la Virgen del Rosario.
En ella, puede verse a la izquierda en alto un relieve que muestra "La muerte del justo". Podríamos decir que se encuentra en una esquina recoleta, que solo "mira" a la Virgen. La escena muestra un moribundo tendido en horizontal al que velan el Niño Jesús, la Virgen y San José. Es la Sagrada Familia atendiendo en los últimos momentos al cristiano.
Una oración popular
Así lo entiende la fe popular, que lo ha plasmado desde hace siglos en la pequeña oración:
"Jesús, José y María,
os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María,
asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María,
descanse en paz con Vos el alma mía"
Esta oración es una plegaria del que espera ser atendido por Dios en el momento de la muerte.
Antoni Gaudí, profundo creyente, plasmaba una vez más en el templo un elemento de la piedad que ayuda a quienes visitan la basílica a orar a Dios.
Para que la escultura fuera lo más realista posible acudió al Antiguo Hospital de la Santa Cruz (Santa Creu en catalán) para tomar dibujos del natural de enfermos moribundos. Ese hospital recibía a los pobres de la ciudad de Barcelona y era atendido por religiosas.
El resultado fue la imagen de un anciano moribundo yaciendo en el lecho de la muerte, en horizontal, con barba poblada y rostro sereno, de paz.
Lo que no sabía Gaudí era que retratando aquel moribundo pobre y de barba poblada atendido por las monjas del Antiguo Hospital de la Santa Cruz, estaba prefigurando su propia muerte. ¿Por qué decimos esto? Porque Gaudí murió precisamente así. Veamos:
Tratado como un vagabundo
En 1926, la tarde del 7 de junio Gaudí termina de trabajar en la Sagrada Familia y se dirige a pie, como siempre, al oratorio de san Felipe Neri, situado al lado de la Catedral de Barcelona. Allí suele acudir a rezar y a recibir dirección espiritual de parte de un sacerdote.
Desde la calle Mallorca, donde se encuentra el templo de la Sagrada Familia y donde él ha decidido instalar su vivienda desde el año anterior, desciende por las calles del Ensanche hasta la esquina de la calle Bailén con la Gran Vía de las Cortes Catalanas. Pero allí, cuando se dispone a cruzar, es atropellado por un tranvía. Cae tendido al suelo, mal herido.
Gaudí tenía entonces 73 años. Su vida se había enfocado plenamente a la construcción de la Sagrada Familia y esto hacía que no prestara demasiada atención a su manera de vestir. Tanto es así que quienes le encuentran en la calle en el momento del atropello, ven que va indocumentado y que su ropa hace pensar más bien que se trata de un mendigo. Gaudí, el gran arquitecto que ya es famoso en la ciudad por la Pedrera, la Casa Batlló, el Park Güell, la Casa Calvet, la Torre Bellesguard, el Palacio Güell... no es reconocido.
Quienes lo recogen en la Gran Vía deciden llevarlo al Hospital de la Santa Cruz, como a un pobre más. Y allí, atendido por las monjitas, entre moribundos que en su mayor parte no tienen familia, permanece solo aquel anciano de barba blanca.
Antoni Gaudí fallece finalmente el 10 de junio de 1926, tres días después.
Entierro multitudinario
La ciudad de Barcelona queda conmocionada al saber que ha muerto el arquitecto. Su mecenas, el conde de Güell había fallecido ocho años antes. En el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, la Asociación de Devotos de San José decide darle sepultura en la cripta. El día 12 de junio, miles de personas se agolpan en las calles para dar el último adiós al carruaje que lleva los restos de Gaudí. Es, sin duda, un sentido homenaje popular como pocas veces se ha visto en la historia de Barcelona.
Vista después la imagen fotográfica de Gaudí difunto, uno dirige enseguida su pensamiento hacia aquel relieve de "La muerte del justo". En piedra queda reflejada tal como Gaudí imaginaba la mejor despedida de un cristiano: acompañado de Jesús, María y José. Sobre la escena, en letra gótica minúscula a gran tamaño, se lee "amén". Nada más que añadir.