Según los evangelios, Jesús se despidió de sus discípulos para siempre desde la cima del Monte de los Olivos, desde donde subió al cielo para no volver.
A pesar de la importancia de este momento para los seguidores de Jesús, y de que la localización del lugar es relativamente fácil, el lugar de la ascensión no es uno de los más "emblemáticos" de la Ciudad Santa, como pueden serlo la Basílica del Santo Sepulcro o la de Getsemaní.
La razón es que, después de los siglos, el lugar queda bajo jurisdicción musulmana, y no se permite en él el culto cristiano más que de manera esporádica. Se puede visitar, por supuesto, pagando una cantidad simbólica.
Las constantes destrucciones y la pérdida de la propiedad por parte de los cristianos ha impedido que llegue hasta nosotros el que fue uno de los edificios más singulares de la Tierra Santa: una basílica sin techo, por donde los fieles podían imaginar el trayecto que siguió Jesús hacia la derecha del Padre.
Según explica el eminente arqueólogo franciscano Florentino Díez en su Guía de Tierra Santa, ya desde la antigüedad existen testimonios como el de la peregrina Egeria que hablan de la existencia de un imbomon, un edificio a cielo raso en el que los cristianos celebraban culto.
El imbomon fue destruido por los persas (año 614) y reconstruido por el patriarca Modesto, manteniendo su característica bóveda abierta por la que se veía el cielo. En su interior, el imbomon - igual que en la actualidad la pequeña capilla existente - albergaba la que por tradición se cree que fue la última piedra que tocaron los pies de Jesús antes de subir al cielo, y en la que aún se pueden advertir las huellas dejadas por sus pies:
En la época de las Cruzadas, el edificio se demolió y se construyó una especie de pórtico a cielo abierto, que es la construcción actual, pero a la que los musulmanes añadieron una cúpula, cerrando el techo e impidiendo la vista hacia arriba, acabando así con la singularidad de este lugar.
El resto de las construcciones colindantes fueron también destruidas por los musulmanes. Sólo se conserva la pequeña capilla, pues para el Islam este es también un lugar santo, dada la veneración que ellos profesan al Hijo de María.
La Capilla de la Ascensión, no obstante, sigue siendo uno de los lugares dignos de visitar en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, muy cerca de la gruta donde la Tradición afirma que Jesús enseñó a los discípulos a rezar el Padre Nuestro, y de la Basílica Dominus Flevit, donde el Señor lloró por Jerusalén. Las vistas de la Ciudad Santa, desde la cima del Monte, son espectaculares.