Una gran hazaña de tres sacerdotes en el siglo XVI
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Las personas sordas fueron por miles de años marginadas de todo: de la vida pública, de la vida religiosa, de la vida intelectual. Nadie que naciera sordo “podría aprender nada”, pensaban griegos y romanos, por ejemplo.
Sin embargo, como tantas otras grandes hazañas, fue en el siglo XVI, durante lo que se conoce como el Renacimiento, cuando un monje benedictino español, fray Pedro Ponce de León (1520-1584), creó el primer lenguaje por señas para personas con discapacidad auditiva.
Quizá con la invención de este lenguaje de señas, fray Pedro (quien, por cierto, tiene una escultura dedicada a su memoria en el Paseo Bolivia del madrileño Parque del Retiro con motivo del cuarto centenario de su nacimiento auspiciada por la Asociación de Sordomudos de Madrid) no se haya ganado el cielo, pero sí la enorme gratitud de los sordos de entonces y de los de ahora.
Según la placa del monumento a fray Pedro, los sordomudos le reconocían en ese entonces (hace casi un siglo, el 6 de junio de 1920 ) el haber sido el inventor “del método oral puro para enseñar a hablar, leer, escribir y contar” a quienes padecían esa discapacidad y que, antes de fray Pedro y su método, eran descartados de toda actividad intelectual.
De cómo el lenguaje de señas salió de los monasterios
Un reciente reportaje de la revista National Geographic le da el lugar de iniciador a fray Pedro, aunque también reconoce que en 1620, el inquieto sacerdote y pedagogo español Juan Pablo Bonet (1573-1633), al publicar su “Reducción de las letras y el arte para enseñar a hablar a los mudos”, hizo el primer tratado moderno de la fonética del lenguaje de señas y el uso del lenguaje de señas para enseñar el habla a los sordos.
Por lo demás, fray Pedro tuvo una fuente de inspiración para enseñar a hablar, leer, escribir y contar a los mudos: las señas que se hacían los monjes benedictinos para comunicarse unos con otros en el pasillo, en el refectorio o en las horas de labor en los monasterios de clausura, donde imperaba el silencio total.
“Ponce de León adaptó los gestos utilizados en su monasterio para crear un método para enseñar a los sordos a comunicarse, allanando el camino para los sistemas que ahora se utilizan en todo el mundo”, dice el reportaje de National Geographic en el que agrega que el padre Bonet continuó explorando nuevos métodos de comunicación y, a raíz de fray Pedro construyó “lo que él llamó el alfabeto demostrativo, un sistema manual en el que la mano derecha hizo formas para representar cada letra”.
El tercer sacerdote
Fue otro sacerdote católico, el francés Charles-Michel de l’Épée, quien en 1755 estableció un método más completo para educar a los sordos, que culminó con la fundación de la primera escuela pública para niños sordos, el Instituto Nacional para Sordomudos en París.
“Épée adaptó estas señales y agregó su propio alfabeto manual, creando un diccionario de firmas. Insistiendo en que el lenguaje de señas debía ser un lenguaje completo, su sistema era lo suficientemente complejo como para expresar preposiciones, conjunciones y otros elementos gramaticales. Épée es conocido como el padre de los sordos por su trabajo y su establecimiento de 21 escuelas”, dice el reporte de National Geographic.
Tres sacerdotes católicos, dos españoles y uno francés, están detrás –como en miles de avances de la humanidad , casi siempre desconocidos o regularmente despreciados—del desarrollo de los lenguajes de signos formales, las personas con discapacidad auditiva pueden acceder al lenguaje hablado en toda su variedad.