La máscara de una sonrisa que esconde el dolor. Aumenta cada vez más la “depresión sonriente” entre los jóvenes
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Las modalidades con que los trastornos mentales pueden presentarse son muy diversas, siendo influenciadas y “plasmadas” por el contexto sociocultural del momento histórico concreto en el que se manifiestan.
La depresión tiene esta característica en su grado máximo, pasando del cuadro clásico de la inercia abúlica al caracterizado por una raia intensa, pasando por las formas que se expresan sobre todo con trastornos psicosomáticos, hasta la llamada smiling depression, en la que se puede estar de un pésimo humor, consiguiendo sin embargo sonreír, interactuar socialmente y trabajar, llevando una vida aparentemente normal.
¿Qué es la smiling depression?
No es raro encontrar a un amigo o conocido al que, cuando se le pregunta cómo estás, responde: “estoy bien” con una sonrisa que, a poco que se profundice, esconde otra cosa muy distinta. Algunas personas de hecho están deprimidas, pero logran seguir funcionando en la vida cotidiana, e incluso pareciendo divertidas. Esconden un mundo interior muy distinto del que muestran, mantienen su dolor dentro y no lo comunican, hasta el momento en el que ya no consiguen soportar el peso de la máscara que se han impuesto durante meses o años, y se caen a pedazos.
Esta máscara no se dirige sólo a los demás, sino esencialmente hacia si mismo, para no tomar conciencia de la propia condición emotiva, pensando que así escapan de la depresión, pero empeorando las cosas al alimentarla, ya que no se están tomando verdaderas medidas para atajarla.
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¿Qué personas corren más riesgo?
Esta depresión atípica, como se lee en un artículo publicado recientemente en la revista on-line The Conversation (d.repubblica.it), puede surgir de manera precoz en la época de la juventud y durar mucho tiempo. En los últimos años, esta forma de trastorno del humor está en aumento hasta el punto de que se estima presente entre el 15 y el 40 % de los sujetos con depresión.
Las personas que corren más riesgo son las que tienen rasgos de rumiación excesiva del pasado y de los errores cometidos, dificultad para afrontar las situaciones embarazosas, hipersensibilidad a las críticas. Por sus características, esta forma de depresión es tortuosa y peligrosa, porque resulta invisible a los demás, que no detectan signos de alarma que podrían generar alerta e intentos de ayuda, por lo que no son pocos los casos de suicidio aparentemente inexplicables, que traumatizan a familiares y amigos.
¿Qué se puede hacer?
Tomar conciencia de que existe el problema es el primer paso fundamental para salir de esta condición. El principal obstáculo deriva del hecho de que quien lo sufre tiende a negarse a sí mismo que está mal, elaborando mecanismos de racionalización en los que analizan superficialmente su propia vida, diciéndose a sí mismos que objetivamente no tienen razones para estar con depresión.
La consecuencia es que no se conecta con nadie, sofocando el malestar que en cambio está presente por detrás de una imagen poco realista de uno mismo. Interrumpir el circuito de racionalización que lleva a pensar que el problema no exista o no sea muy importante representa el paso para pasar página, comprendiendo que ha llegado el momento de cuidarse de verdad y que es indispensable pedir ayuda a los demás, sin avergonzarse de mostrarse débil. Una ayuda que tenemos derecho a pedir y a encontrar, porque con la depresión no se juega, pero de ella se puede salir a través de una combinación de psicoterapia, fármacos cuando sean necesarios y calor humano, siempre fundamental.
Muchos artículos, entre ellos el citado, aconsejan la actividad física y la meditación como instrumentos útiles para empezar a afrontar el problema. Son muchas las investigaciones y los testimonios que muestran que el redescubrimiento de la fe y de la oración conlleva beneficios extraordinarios en el itinerario de curación.